Capítulo 4.1.4. de «La verdadera historia del rodaje de Sierra de Teruel»
Max Aub, subido a una silla, intenta dirigir la orquesta. Los extras, llegados en un camión militar que les han prestado, se aglomeran a su alrededor. Detrás suyo, la cámara, los focos, unos rieles por el suelo, los técnicos extranjeros les cohíben. En un rincón, los actores se lo miran expectantes. Están Santpere, Peña, Rodríguez, y dos o tres más de menor nivel, sin un papel concreto, pero que por amistad o recomendación del sindicato, también han sido contratados. Desde las primeras tomas ha habido algún
roce con el sindicato de actores por la contratación de extras, anunciando un malestar que aflorará en diversas ocasiones durante los meses de rodaje. Cuando las autoridades españolas, a la hora de acceder a financiar la película, exigieron que, en caso de contratar técnicos extranjeros, estos estuvieran doblados por un español, se contrató a varios, entre ellos, un tal Lepiani[i], por recomendación del asistente de producción, Fernando Gómez Mantilla[ii]. Muchos de ellos se están limitando a cobrar el sueldo, medrando y evitando así ser llamados a filas. Pero algunos plantean unos problemas laborales que enervan a Malraux y precisan de toda la mano izquierda de Max Aub.
Un ayudante mueve la percha de sonido, otro enciende un foco. Max, sin girarse, grita levantando las manos:
—No, no miréis. Sois gente del pueblo que ha acudido a las honras fúnebres de un heroico aviador, estáis compungidos, incluso —duda—, en cierta forma, orgullosos de compartir el momento con la escuadrilla internacional. Quietos, a lo sumo seguís con la vista al comandante cuando entre. Así, distribuidos. Esta mesa, que no se vea.
En una habitación contigua, Santpere repasa su discurso. Para él, estos breves fragmentos que exige la película no son nada comparado con las parrafadas que ha debido aprenderse en su larga trayectoria teatral. “Marcelino, diecisiete combates en España…” recita andando arriba y abajo.
Entran una camilla, donde se tiende el que interpretará a Marcelino Rivelli[iii]. El aún claqueta Lepiani se pone delante de la cámara y recita: “Sang de gauche[iv], secuencia segunda, primera toma”.
La cámara, con Thomas al mando y Page atento a su espalda, encuadra el rostro del fallecido. Lentamente, abre el campo. Algún militar, uno sentado, aldeanos, incluso un niño, miran al yacente. Los de atrás se mueven: llega el comandante Peña. Majestuoso, mira a su alrededor e inicia el obituario de Marcelino.
A media alocución, Malraux dicta: Corten. Se dirige a Santpere:
—Tomamos desde otro ángulo. Solo tenemos una cámara, así que inicia el discurso otra vez. Luego ya pegaremos lo que convenga.
Se oye la voz aguda de Lepiani: Sang de gauche, secuencia segunda, toma dos. Desde la izquierda de Santpere, en un plano medio, se va desplazando lentamente la cámara en un trávelin circular para dar sensación de conjunto. A su espalda, unas mujeres cariacontecidas. La cámara desciende hasta el rostro del difunto. “Corten”.
El rodaje se ha desarrollado satisfactoriamente dada la inexperiencia de los extras y el nerviosismo inicial. Solo se ha tenido que repetir una breve toma. Al final, algunos planos de enlace, con grupos de aldeanos, muy al gusto del cine soviético que el director admira. El último, sin embargo, será rodado tiempo
después[v]. En él, dos ancianas se dicen:
—Solo una hora después de la muerte, empieza a verse el alma.
—Ya debe de hacer una hora.
Este viernes 12 ha resultado más provechoso de lo que se vaticinaba. Después de La Volatería, había dudas de donde seguir y con qué secuencias, sabiendo de los pocos metros de película de los que se disponía. La sugerencia de Aub ha sido fructífera.
El fin de semana ha sido caótico, aunque ha acogido una buena noticia. Aunque esté siendo habitual y se avisara por la prensa, un ensayo de tiro antiaéreo ha sorprendido a muchos barceloneses. Se insiste en que continuarán también el lunes. En lo positivo: Met Miravitlles ha invitado a comer a Malraux y Aub en La Puñalada, en el Paseo de Gracia, cercana a sus oficinas. Tras un preámbulo en el que les comenta el viaje del alcalde, Hilari Salvadó, al Congreso por la Paz en París[vi], les da la noticia. Ha conseguido de las autoridades el permiso para cerrar durante unas horas la calle Santa Ana, salvo, claro está, que haya bombardeo o necesidades militares de cualquier tipo. Quizá la semana siguiente puedan llevarlo a cabo. Levanta la copa, y brindan los tres. Luego, con cara de circunstancias, Aub se dirige al comisario de Propaganda:
—Es una ocasión única. Gracias, gracias de verdad. Pero hay una duda: no estamos seguros de tener la suficiente película virgen. Hay retrasos en la entrega.
—Vería de conseguir algo de Laya Films —dice con un aire de suficiencia, no exento de arrogancia. Ya sabes que estoy aquí para todo. Vuestro proyecto es imprescindible para la República.
Bajando por Paseo de Gracia, al dejar a Aub en el Majestic, se han tomado una última copa. Luego André sigue solo hasta el Ritz, donde le espera Josette, que ha cenado con su amiga Chantal, acabada de llegar de París, con viandas, perfumes y un par de vestidos.
El lunes no se rueda, han estado analizando como aprovechar mejor la poca película que queda, por si acaso. El equipo de rodaje se ha reunido en el Comissariat, para planear las siguientes acciones, en un despacho escaso para la decena de personas presentes, que fuman compulsivamente.
Denis Marion, que conoce en profundidad el guion previo, apunta:
—Seria conveniente ir atando secuencias. Parece que nos han facilitado el rodaje de la VII en la calle Santa Ana en unos días determinados. No dejemos para más tarde las previas dentro de la droguería, la IV y VI. ¿Alguien tiene alguna idea de dónde rodarlas? No olvidemos la secuencia del dormitorio de los aviadores (XXVI), que en cierto modo está relacionada con lo que rodamos en La Volatería.
—Los interiores los podríamos rodar en Orphea, pero las entradas y salidas deberían ser en una calle real —apunta Malraux.
En diversas fuentes se cita la dificultad que significó el traslado de los utensilios de una droguería hasta los estudios Orphea (Archivos de la Filmoteca I.3. (1989): 313). Surgen muchas dudas, ya que hubiera sido más fácil encontrar un local más amplio, donde rodar al completo las dos secuencias, y por otro lado, mientras que la entrada y salida de los republicanos se realiza en una cestería, el interior donde planean la ayuda a Linás muestra una droguería.
Max Aub se levanta, reflexiona y luego suelta:
—Conozco una tienda que nos dejarían rodar en su interior. Conocí a su dueño en Crevillente. Está en una calle no lejos de Santa Ana, estrecha, también fácil de cortar. Y goloso, añade: hay unas granjas donde se sirve un chocolate suizo de ensueño. Sí, la calle Petritxol podría sernos útil. Por cierto, en la calle Santa Ana está la iglesia del mismo nombre que se incendió en el 36. Convendría que no se viera.
Quedan que él, acompañado de Page y Thomas, irán a ver la Cestería Lledó Mas, en el número 15 de dicha calle[vii]. Pasarán también a la calle Santa Ana para determinar los mejores enfoques, evitando la iglesia.
—Pasen —les dice el encargado. Viste un guardapolvo raído. Está eufórico de que cuenten con él. El señor Lladó le dejó al cargo cuando se fue, casi dos años antes, a Francia. Le será fiel y el dueño recuperará el negocio a su regreso.
Thomas y Page, mirando a través de un recuadro que forma con las manos, se paran en la entrada; cuchichean. Alta de techo, unos cinco metros de ancho, quizá diez o doce de fondo… No parece suficiente para rodar la escena de interior. Se lo exponen a Max.
—Bueno, vosotros sois los expertos. Pero el guion dice que el comisario avanza, de madrugada, por una calle estrecha hasta entrar. Esto no se puede rodar en Montjuich.
—Bueno, tampoco es obligado seguir el orden del guion. Santa Ana es prioritario, no siempre tendremos el permiso. ¡Ojalá que podamos terminar en un día! Pero sepamos que el estudio siempre lo tenemos a mano para ir rellenando huecos.
SABER +:
Ya debe hacer una hora.
Secuencia II: Viezzoli.
Redes y microhistoria.
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NOTAS:
[i] MARION, Denis (1996). Le cinéma selon André Malraux. Paris, Cahiers du cinéma. Página 63. Lepiani acabaría despedido, aunque seguiría recibiendo el sueldo. Lo sustituyó Rigueira, también del sindicato, que trabajo como claqueta.
[ii] Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca I nº 3 (1989) Valencia, Generalitat Valenciana. Página 49.
[iii] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-1-viezzoli/ para la historia real del suceso.
[iv] Uno de los títulos que se tomaron en consideración. Ver: https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-1/
[v] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-hora/
[vi] La Vanguardia, 14.8.1938 P. 5
[vii] https://www.visorhistoria.com/secuencias-iv-y-vi-la-drogueria/