Max Aub fue, como tantos republicanos españoles y también antifascistas y judíos de toda Europa, víctima de la maquinaria represiva que se pone en marcha en Francia desde el gobierno de Daladier[i] y que seguirá intensificándose durante los años de los gobiernos de Pétain. Ya desde 1938, la administración francesa abre campos de concentración para extranjeros «indeseables» que no pueden ser enviados a sus países, siendo estos términos los que se emplean a partir de entonces en todos los documentos que van difundiendo. Maurice Viollette[ii] diputado y ex ministro del Front Populaire denuncia aquel decreto-ley en estos términos:
Toda esta legislación nueva está impregnada de un gran principio: el extranjero ya no tiene ningún derecho en Francia: está entregado a la mayor arbitrariedad de la policía que le permite, ya no le permite, le expulsa, le perdona durante ocho días, quince días, un mes, seis meses, un año, y luego vuelve a expulsarle, antes de permitirle de nuevo, le lleva ante los tribunales, le encarcela, todo eso si ningún motivo y sin que la administración tenga que justificar cualquiera de sus decisiones diversas y contradictorias.[iii]
El diputado Viollette describe en enero de 1939 exactamente lo que va a sufrir Max Aub. La denuncia de este «indeseable ejemplar» empieza mucho antes de la Retirada. Ya desde 1937 la prensa de derechas y de extrema-derecha tiene como punto de mira a los «rojos» y demás judíos-bolcheviques.
Max Aub, ¿agente secreto? El caso de «las cobayas humanas».
En la primavera de 1937, Max Aub siendo consejero cultural en la embajada de Paris y comisario adjunto de la Exposición Internacional de las Artes y Técnicas para la vida moderna, la prensa española pro-franquista da cuenta de un intento de guerra bacteriológica fomentada por los republicanos españoles. En ella se asegura que dos franceses con carné de prensa han salido de Paris para llegar a Barcelona llevando consigo una caja de ampollas destinadas a propagar el tifus en el ejército de Franco y contaminar el agua. El 27 de abril estos franceses son detenidos por unos militares franquistas y confiesan que han cobrado dinero para introducir ampollas con bacilos de la enfermedad del sueño en la zona franquista. Max Aub es citado como uno de los responsables de esta misión. Su condena a muerte a lo largo de las semanas siguientes azuza la curiosidad de la prensa francesa de derechas y extrema derecha. El periódico Action Française, órgano del «nacionalismo integral» que dirigen Léon Daudet y Charles Maurras, precisa el papel de Max Aub y exige castigos ejemplares para todos los responsables de dicha conspiración:
Un periodista español […] que hace creer que es un “rojo sincero” está invitado una noche en el cabaret “Le Romance” de Montmartre. Allí, encuentra al judío “Max Aub”, a René P… tipo caballero de industria, a un diputado aviador del Frente Popular francés, a un hijo del ex-cónsul de Francia en Praga ahora espía rojo, a Luis Quintanilla vuelto pintor oficial del gobierno de Frente Popular. Estos señores han comido y bebido bien y hablan sin cautela. […] Para que la guerra termine cuanto antes, hay que aniquilar a las tropas de Franco, ¿pero de qué manera ultra rápida? Introduciendo en sus filas a portadores de microbios de la enfermedad del sueño. Adelantan a varias propuestas y entran en los detalles, luego se separan después de dar cinco mil francos al supuesto agente rojo que da cuenta de los hechos y aplazan la discusión hasta otro encuentro. Tiene lugar tres días después en el hotel Windsor. […] Max Aub y el falso agente rojo participaban. […][iv]
Varios periódicos regionales reproducen estas informaciones aludiendo contantemente al “judío” Max Aub y al pintor Quintanilla, los dos delegados del gobierno de Valencia que ayudaron a preparar el crimen» ¿Estuvo realmente Aub implicado en este complot? Sus escritos de aquella época revelan que se dedica a hacer conocer las actividades del pabellón español de la Exposición Internacional y las representaciones de las obras de teatro que la Embajada de España ayuda a costear: Font aux cabres adaptada por Jean Camp y Jean Cassou de Fuenteovejuna de Lope de Vega, y Numancia de Cervantes.
Enero de 1939 – Retirada y vuelta a la ciudad natal
En julio de 1938 Max Aub empieza el rodaje de Sierra de Teruel con Malraux. El 25 de enero de 1939 todo el equipo de rodaje tiene que abandonar Barcelona y Aub pasa la frontera francesa por Cerbère el 29 en un camión que transporta la maqueta de medio avión para depositarla en los estudios de Joinville donde se rodarán las escenas de la película que no se pudieron rodar en España. Es testigo de la Retirada, aquella inmensa cohorte que camina hacia Francia en el frío y entre la nieve de las montañas pirenaicas, trágico reflujo que relatará en el sobrecogedor relato titulado Enero sin nombre.
Consigue alojarse en Paris gracias a la red de amigos de la España republicana: Aragon, Jean Cassou, Jean Camp, Lise Deharme, Tristan Tzara…y otros. En el transcurso de los meses siguientes intenta obtener el permiso de residencia en el departamento del Sena, obligatorio para vivir en París. Cipriano Rivas Cherif certifica que Max Aub necesita vivir en París para dedicarse a la publicación de las obras de Manuel Azaña[v]. André Chamson y Léo Lagrange interceden en el Ministerio de Interior avalando las actividades y la integridad de Aub, en vano.
Durante estos meses inciertos, se dedica a la redacción de Campo Cerrado, primera novela del fresco que quiere dedicar a la Guerra de España y va a Joinville para terminar el montaje de la película Sierra de Teruel con Malraux. También escribe una obra en un acto De algún tiempo a esta parte, monólogo en el que Emma, austriaca de origen judío, medita sobre su suerte y la de su familia. En este monólogo, Aub introduce numerosas referencias sacadas de su propia genealogía familiar. Tras el cuestionamiento de Emma deja traslucir el suyo mientras intenta encontrar su lugar en Francia donde crece el odio antijudío. Parece anticipar los pesares que le esperan ya que unos meses después de escribir esa obra, Max Aub va a convertirse él mismo en un judío peligroso, siendo denunciado y encarcelado varias veces.
Max Aub tiene enemigos: uno de ellos ha puesto una denuncia anónima sobre la mesa del activo embajador franquista Félix Lequerica, acusándolo de ser un peligroso activista. En el margen de la hoja aparece la mención «hebreo» escrito en rojo. Una búsqueda es difundida por el Ministerio del Interior. La investigación no es ni larga ni difícil y Aub es detenido el 5 de abril de 1940 cuando se dirigía hacia el hospital Tenon para visitar a un amigo J.M. Quiroga Plá.
El campo de Vernet d’Ariège.
Aub es internado el 7 de abril de 1940 en el estadio de Roland Garros donde permanece 52 días antes de ser transferido al campo de Vernet. Esta detención interrumpe la redacción de su segunda novela sobre la Guerra de España, Campo abierto, pero no deja totalmente de escribir. En los campos, en las cárceles Aub escribe en todo lo que encuentra o ha podido preservar: vieja agenda, libreta, cuaderno escolar… Apunta esquemas de situaciones, esbozos de retratos de personajes, diálogos, anécdotas que conseguirá preservar y que utilizará en sus escritos posteriores para testimoniar de esta Francia de los campos. Disemina lo que vive día a día en una serie de escritos de diferentes géneros – diarios, relatos, poemas. Aub testimonia sobre los sufrimientos de todos, las enfermedades de muchos, las agonías de los moribundos. En Vernet, se muere, en Vernet se entierra a los que no han podido sobrellevar las privaciones y las infecciones.
Fragmento del poema «Entierro en Vernet» que escribió el 11 de noviembre de 1940 cuando se encuentra en la zona B, barraca 22 con la matrícula 8681:
ENTIERRO EN VERNET
[…] El hospital toca a muerto.
Por la carretera el carro
gris del abastecimiento,
lleva el ataúd solitario.
La carroza para todo.
Los prisioneros, formados
de tres o de seis en fondo,
Firmes, serios, destocados,
formados miran el lento
y testidineo traslado.
La campana toca a muerto.
Andar lento del caballo.
Silencio de dos mil hombres
–mañana otro, otro pasado–
Por uno que ha muerto solo
–mañana otro, otro pasado–
Sólo se oye el bamboleo
–mañana otro, otro pasado–
llantas por el camino
–mañana otro, otro pasado–
y el agrio croar de los cuervos.
–¿Quién era?
–Un viejo de Haro.
Las nubes pasan seguidas.
–¿Se sabe de qué ha faltado?
(Mañana otro, otro pasado.)
–Treinta y dos meses de campos.
El guardián dice: “Repos”.
A otro vestido de harapos
Un prisionero que pasa
dice, entrando al cadalso:
–Es la vida.
En la alambrada
fría, el viento desgarrado.
Un viejo hurga basuras.
Un guardia pasa chillando[vi]
Después de estar internado por primera vez en el campo de Vernet empieza la escritura del relato titulado Manuscrito cuervo –que terminará años después–, uno de sus escritos más conocidos. Jacobo, cuervo domesticado observa detenidamente la vida cotidiana de los presos, su organización colectiva, sus costumbres, sus conflictos, la actitud de los que les vigilan. El autor hace fichas e intenta comprender por qué estos hombres viven de esta manera. Con la excusa de las observaciones falsamente ingenuas y del humor negro y sarcástico del cuervo, Aub da cuenta de las condiciones de vida en el campo y denuncia la represión que sufre. Termina el prólogo con esta fórmula irónica:
Doy las más expresivas gracias a Su Excelencia, Monsieur Roy, ministro del Interior, socialista como yo, que en 1940 tuvo a bien ayudarme a dar con el manuscrito y me proporcionó tiempo y solaz necesario, y aún alguno de más, para descifrarlo.[vii]
En algunas de las fichas Jacobo pierde su altura de miras y su ironía para adoptar un tono más virulento y denunciar la máquina burocrática. Por ejemplo en la ficha titulada “los papeles”:
El esfuerzo, la voluntad, la inteligencia, la honradez no cuentan para nada frente a los papeles. Es decir, aunque no me creáis, que el valor, el tamaño, la fuerza, el entendimiento están subordinados a la administración. Lo primero: los sellos, los atestados, las certificaciones, los visados, los pasaportes, las fichas. No cuenta la vida, sino lo escrito[viii]
En la última parte de su relato Aub suspende la ficción para contentarse con reproducir una serie de fichas personales que resumen los recorridos de algunos de los seis mil prisioneros internados en Le Vernet, testimoniando así del drama vivido por cada uno de ellos. Max Aub escribe otros textos en los que el campo del Vernet es el tema central: un relato Vernet 1940 y el guión de la película Campo francés Quiere dar cuenta con el cine de las persecuciones xenófobas que se sufren en Francia y del internamiento sistemático de los que son considerados como «indeseables»; unos días después de su llegada a Méjico escribe a Juan Negrín para pedirle apoyo:
Mi querido presidente y amigo:
Ignoro si ha sabido Vd. de mis penalidades durante estos dos años y medio últimos. Puedo, por fin, saludarle desde tierra libre. He conocido lo peor de lo peor en Europa y África donde desgraciadamente siguen sufriendo tantos y tantos compatriotas nuestros.
Tanto he visto, que ardo en deseos de expresarlo: un artículo publicado en E.U., o en Suiza, acerca de los malos tratos infligidos en los campos traía una ligera pausa de los castigos y un mejoramiento sensible de la comida. ¿Qué no se podría esperar de una película que reflejara, como no lo puede hacer lo escrito, el tormento diario? Tengo a pecho hacerla. Como es natural, no puede tratarse de un documental sino de una película con argumento, como lo era Sierra de Teruel, que sigue donde usted la vio.
Tengo fotografías y retratado en mi magín todas la imágenes, todos los decorados del film. Tengo además la seguridad de que la película pagará todos sus gastos. Teniendo en cuenta que la figuración había de ser la misma me propondría rodar aquí mismo una versión inglesa, para la cual bastaría traer media docena de actores.
En la película se habría de explicar, partiendo de nuestra guerra, al aplastamiento irremediable de Francia, sus causas a través de sucesos puramente humanos. Los campos, como fondo, se impondrían al espectador sin necesidad de explicaciones.
¿Puedo contar con su apoyo? La industria cinematográfica mejicana crece y encontraremos aquí los apoyos necesarios, pero yo creo que debemos de ser nosotros los españoles quienes iniciemos el asunto. Con cien mil pesos bastaría. La historia, el esqueleto del film es el despertar de la consciencia cívica de un pequeño burgués y no me cabe duda que sería perfectamente apreciado y agradecido por los gobiernos de Inglaterra y los E.U. Todos los amigos a quienes he participado la idea están conformes. El Dr. Puche está de acuerdo con estas líneas. Si, por fortuna, lo estuviera usted también le ruego le cablegrafíe en este sentido.
Es la manera más eficaz que se me ocurre de ayudar a la victoria de las democracias, aliviando al mismo tiempo los terribles sufrimientos de los españoles retenidos en el Sahara de donde llego con la misma devoción de siempre a la República española que Vd. tan dignamente representa.
Siempre suyo affmo.
Max Aub[ix]
Aub no consigue la financiación solicitada y no puede concretar su proyecto cinematográfico. El guion original se quedará en los cajones hasta que José Martínez lo publique en 1965 en la editorial Ruedo Ibérico que había fundado en París.
La imposibilidad de realizar la película le convence para escribir una adaptación de Campo francés para el teatro y Morir por cerrar los ojos. En esta obra, el carácter factual de los acontecimientos queda reducido en favor de la caracterización de los personajes franceses, varios de ellos defensores de un «nacional chauvinismo» teñido de antisemitismo. Por ejemplo, cuando la Señora Meunier – portera del piso donde viven los dos hermanos protagonistas– y su amiga la Señora Goutte expresan su repulsión hacia los extranjeros y su esperanza en recuperar los pisos que pronto estos dejarán libres:
Madame Meunier: El dinero de los refugiados españoles es ruso. Lo ha declarado un ministro rojo.
Madame Goutte: Todo esto nos sucede por ser demasiado buenos. Mi marido votó por el Frente Popular, pero le puedo asegurar que está muy, pero que muy arrepentido. ¿Qué nos importaba a nosotros que Dantzig fuese o no alemán? ¿Usted había oído hablar alguna vez de Dantzig?
Madame Meunier: No.
Madame Goutte: Entonces, ¿por qué hacemos esta guerra? Por los ingleses y los judíos. Si los alemanes quieren tener a Hitler, a nosotros ¿Qué nos va ni nos viene? Por lo menos ha acabado con todos los que chupan la sangre al pueblo. Y aquí, ya ve: han vuelto a poner a ese Mandel en el gobierno… Lo que debíamos haber hacho era entendernos con Alemania y con Italia, porque lo que es Inglaterra: ¡Acuérdese usted de la guerra de los cien años! ¿Se acuerda usted? […] ¿A que no sabe usted a cuánto está hoy el litro de vino?
Madame Meunier: ¡No hablemos de eso! Y de quién es la culpa? ¡De todos esos extranjeros que vienen a chuparnos la sangre![x]
Aub dibuja una Francia vencida, presa de un desastre tanto militar como moral. Fragmento de un diálogo entre dos militares que vigilan el campo del Vernet:
Comandante del campo: Murió otro de los que intentaron fugarse ayer.
Coronel: Con esa moralla no es suficiente. Por mí, los enviraría a todos a cavar sus tumbas en el Sahara. Representan un peligro, un foco de infección que hay que extirpar. Sólo así construiremos el Nuevo Orden Nacional. […] Los tiempos de las habilidades han terminado. Ahora va a vivir una Francia nueva, vencida si quiere, pero yo creo que nos hacía falta una purga de este tipo; quizá nos cueste algún territorio pero, ¡qué no ganaremos en cambio! ¡Todos los politicastros al cesto! ¡Todos los residuos indecorosos del Frente Popular, barridos! El orden, el trabajo y la familia restaurados con mano de hierro.[xi]
Nunca podrá Aub estrenar esta obra; la alusión al Sáhara está directamente inspirada en sus internamientos posteriores.
Niza, Marsella, Le Vernet d’Ariège bis, Port-Vendres
Aub puede salir del campo de Vernet en noviembre de 1940 gracias a la intervención de Gilberto Bosques, cónsul de México en Francia, en la ciudad de Marsella.
En arresto domiciliario en Marsella, Max Aub lleva a cabo algunas discretas misiones de contactos y de ayudas a refugiados que intentan salir de Europa con la tapadera de una misión ficticia de agregado de prensa en el consulado de Méjico. También mantiene contactos con Margaret Palmer americana que codirige el Comité Americano de Ayuda con Jay Allen tras la expulsión de Varian Fry por el gobierno de Pétain. Este comité organiza los embarcos de personas amenazadas: refugiados de la España republicana, intelectuales, artistas y antifascistas de toda Europa.
A Aub se le encomienda entrar en contacto con personalidades francesas con el fin de solicitar su apoyo para dichos rescates. A principios de junio de 1941 va a entrevistarse con Matisse en Cabris y con Gide en Niza, lo que provoca su arresto y que permanezca detenido durante semanas en la cárcel de dicha ciudad. Aub transpondrá este período en Marsella en una obra de teatro, El rapto de Europa, obra también llena de alusiones autobiográficas en lo que concierne tanto a los lugares citados como a los personajes, aunque para algunos de ellos cambie su nombre –es así cómo Ana Seghers es Berta Gross, cómo Jay Allen es la figura de Bob Williams.
Papeles del escritor, papeles de la policía…
… Mientras Max Aub sigue escribiendo testimonios de los campos y de los tiempos del desprecio, la policía sigue fabricando a “su” Max Aub peligroso para el orden público… Es constantemente vigilado por informantes y agentes franceses y españoles. Una cantidad impresionante de informes policiales, fichas de registros y notas confidenciales relativas a sus actividades circula entre Vichy y las Prefecturas de Ariège, Bouches-du-Rhône y Alpes-Maritimes… Los diferentes servicios de policía trabajan sin coordinarse y en más de una ocasión parecen competir entre ellos. La máquina administrativa que pretende investigar, denunciar, internar y deportar funciona a pleno rendimiento… petenista. Los informes se acumulan y se elaboran dos ficciones: la de la policía y la del indeseable. En septiembre de 1941 detienen de nuevo a Max Aub en Marsella y, por segunda vez, es internado en el campo de Vernet. El 27 de noviembre es llevado a Port-Vendres y embarcado en la bodega del Sidi Aicha para ser internado en el campo Djelfa, en el Atlas argelino.
En el campo de Djelfa
Los meses que pasa en el campo de Djelfa –desde noviembre de 1941 a mayo de 1942– son particularmente duros. Las condiciones de vida en pleno desierto son desastrosas, el director del campo y algunos de los guardias son crueles y sádicos. Frente al hambre, al frío de las noches, a las infestaciones de piojos y de sarna, Aub encuentra algún alivio dedicándose a tareas de secretaría de la enfermería, lo que le permite escribir al cónsul Gilberto Bosques y redactar unos treinta poemas que reunirá en Diario de Djelfa[xii]. El título de “diario” que Max Aub confiere al compendio lo sitúa claramente como testimonio. Lo que confirma el escritor cuando escribe el prólogo:
No son esos versos memorias o diario–, “ligeros y ardientes hijos de la sensación” […] sino hijos de la intranquilidad, del frío, del hambre y de la esperanza – o de la desesperación. […] Fueron escritas esas poesías en el campo de concentración de Djelfa, en las altiplanicies del Atlas sahariano; les debo quizás la vida porque al parirlas cobraba fuerza para resistir el día siguiente: todo cuanto en ellas se narra es real sucedido. Versos inimaginados o inimaginables, se les podría llamar, sin que me llamara a engaño. […] Solíamos leerlos, hambreados y lívidos, a la luz de una mariposa cuidosamente resguardada, bajo las tiendas de campaña, ocultándola de la crueldad imbécil de unos guardianes ciegos. […] Sólo mis compañeros muertos y enterrados en Djelfa, el millar de sobrevivientes podrán; quizá, captar lo que aquí se apunta. A ellos se lo dedico y al comandante Antonio Caamaño, esté donde esté.[xiii]
YA HIEDES, JULIÁN CASTILLO
Ya hiedes, Julián Castillo…
Entre cuatro te sacamos
seco y sin remedio alguno
y en un triste carromato
con veinte estrellas pintadas
un penco matalón blanco
te fue cansino y maltrecho
a tirones arrastrando,
riendas de faetonte[xiv] moro,
a través del pueblo chato.
Miseria de tierra y cielo,
paredes, techos trizados,
aduar hecho fortaleza,
bravura caída en hato,
pueblo deshecho de tiempo
viéndolo irse en harapos.
Entre velas parpadeantes,
los curas fueron rezando
rezos de una religión
contra la que has peleado.
Un leve olor se desprende
y se mantiene flotando
alrededor del ataúd:
lo mismo se hiede harto
que como tú muerto de hambre,
viejo revolucionario.[xv]
Aub consigue salir del campo de Djelfa en mayo de 1942, gracias otra vez a la eficacia de Gilberto Bosques quien coordina una serie de intervenciones de organismos de ayuda que actúan en Argel, Orán y Casablanca, entre los cuales el HICEM, Sociedad de ayuda a los inmigrantes judíos y el Unitarian Service Committee. Pierde el barco en el que debía embarcar en esta ciudad y se quedará más o menos escondido durante seis meses antes de poder encontrar un pasaje en otro barco, el Serpa Pinto y salir para México donde desembarca en septiembre de 1942.
Las ficciones policiales escritas contra él seguirán teniendo consecuencias mucho más allá de los años del régimen de Vichy. Se ha convertido en un “indeseable” para la Tercera República y seguirá siéndolo en la Cuarta.
Estancia prohibida en Francia durante cerca de 15 años
En 1950 Aub proyecta ir a Francia porque no ha visto a sus padres desde que se exilió en 1939. Su padre está enfermo y él sabe que tiene que ir pronto a Europa si quiere volver a verlo. No puede reunirse con ellos en España –sería inmediatamente detenido–, así que decide solicitar un visado a Francia para volver a verlos de ese lado de los Pirineos. No ha olvidado Max Aub, ni seguramente digerido las persecuciones que Francia le hizo sufrir entre 1940 y 1942, así que decide pedir el visado directamente a París, al Ministerio de Asuntos Exteriores, y no a la Embajada de Francia en México, pensando que de esta manera le ofrece una oportunidad al gobierno francés de que se disculpe por las persecuciones pasadas. Esta iniciativa de Aub hacia París tiene como consecuencia el reactivar el expediente de falsas acusaciones del año 1940, y el 9 de febrero de 1951 le notifican la prohibición de su entrada en Francia. Aub previene a André Malraux y a Jean Cassou de la negativa. Uno y otro intentan levantar esta prohibición sin éxito. Malraux se entera por Georges Pompidou –entonces miembro del Conseil d’Etat– que es el Ministerio del Interior el que ha bloqueado el expediente. Cassou le sugiere que tenga paciencia pero Aub, furioso, decide escribir al presidente de la República, Vincent Auriol. En esta carta Aub explica cómo las mentiras de un delator transmitidas y aumentadas por los informes sucesivos de los servicios policiales han hecho nacer a un Max Aub “de cartón” que se sustituye al Max Aub “de papel”, los relativos a su estado civil, sus actividades y sus declaraciones juradas. Extracto de esta carta:
Señor Presidente:
Nunca escribí nada más en contra de mi gusto que estas líneas que le dirijo, por la sencilla razón de que tengo que hablarte de mí; pero venceré mi repugnancia en honor de una lucha en la que no quiero flaquear: la lucha por cierta dignidad humana y en contra de esa asquerosa mancha creciente que hunde nuestro tiempo al nivel de lo más bajo que conocieron cierta épocas de la historia: la supremacía policiaca y el reino de los delatores, lepra bajo la que su país, como tantos otros dignos de mejor suerte, está agonizando.
[…] Ya sé que estoy fichado, y que esto es lo que cuenta, lo que vale. Que lo que diga la ficha sea verdad o no, lo que importa, lo que entra en juego. Es decir, que yo, mi persona, lo que pienso, lo que siento, no es la verdad. La verdad es lo que está escrito. Claro que yo, como escritor, debiera comprenderlo mejor que nadie. Es decir, que lo que vive de verdad son los personajes y no las personas. Miguel de Unamuno lo sostuvo elocuentemente. Yo, Max AUB, no existo: el que vive es el peligroso comunista que un soplón denunció un día, supongo que por justificar su sueldo. Ése soy yo, y no yo, Max AUB, ese que yo conozco y con quien estoy hablando, y que con el mayor respeto le escribe. Tal vez lo esté haciendo con una pequeña esperanza de que este Max Aub de papel que le presento, pueda vencer al otro de cartoncillo que tiene fichado la policía[xvi].
Aub no recibe ninguna contestación ni de Vincent Auriol ni de ningún otro representante de Francia y durante años sigue siendo persona non grata en territorio francés. En 1956 consigue difícilmente un visado de corta estancia –dos semanas– pero con la prohibición de reunirse con refugiados políticos españoles. Solo en 1958 el gobierno francés le concederá un visado sin restricciones.
Otros Max Aub
Aub Aquella condición de “indeseable” creada y mantenida por las Autoridades francesas marcará a Aub haciéndole adoptar definitivamente una filosofía de la relatividad de la verdad. Sus obras literarias se caracterizan por la interpenetración constante entre lo real y la ficción. Ha sido tan “fabricado”, reinventado, fantaseado por los servicios policiales, por la prensa de derechas y de extrema derecha que él ha terminado transformando todo esto en materia literaria e inventado a su vez otros Max Aub que aparecen más o menos fugazmente en sus libros. Unos llevan su nombre, otros llevan otro apellido y van a acompañar a Aub a lo largo de su vida, compañeros de derrota y de exilio.
Indeseable el hombre, indeseable su obra
Este ostracismo contra el hombre repercutió en su obra que mucho tiempo estuvo ausente del paisaje editorial francés. Mientras vivía, fue necesaria toda la potente influencia de Malraux para que se publicaran dos libros en Gallimard: JTC en 1961 y Dernières nouvelles de la Guerre d’Espagne en 1967. Stock editó también su novela Les bonnes intentions en 1963: fue todo. El testimonio de Aub sobre la Francia de los campos no entusiasmó a los editores y aún menos su relato titulado La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, en el que cuenta cómo un camarero mexicano, harto de los debates de los republicanos exiliados que se reunían todas las tardes en su establecimiento, decide ir a matar a Franco a España para que ellos puedan volver a su país. Pero a la vuelta, cumplido el crimen, tiene la desagradable sorpresa de ver que su cafetería está llena de exiliados franquistas ¡igual de ruidosos y discutidores! Ninguna editorial se atrevió a publicar aquel relato, temiendo ser demandado por los representantes del dictador.
Desde hace algunos años la situación es algo menos desértica gracias a la iniciativa de varias editoriales cuya característica común es que casi todas están ubicadas en el sur, pero muchos de sus libros siguen siendo inaccesibles. Gran parte de su obra, particularmente de teatro, no ha sido nunca traducida. Su país natal no ha sido un país de acogida ni del hombre ni de su obra
Gérard Malgat
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[i] El gobierno de Daladier dirigió al país desde el 12 de abril de 1938 hasta el 11 de mayo de 1939.
[ii] Maurice Viollette (1870-1960), diputado radical-socialista desde 1902 hasta 1919 y desde 1924 hasta 1928. Ministro de Estado en el gobierno del Front Populaire desde 1936 hasta 1938. Detenido en febrero de 1941 por la policía francesa y en arresto domiciliario en un hotel de Redon y después en su piso de París. Después de la guerra es diputado de las dos Asambleas nacionales constituyentes como radical y después como UDSR.
[iii] Les Cahiers de la Ligue des Droits de l’Homme, enero de 1939, Año 39, N°1.
[iv] « La presse qui ment et l’affaire des « cobayes humains », L’Action française, Paris, 6 août 1937, pp.1-4.
[v] Sólo se publicará La veillée à Benicarlo en septiembre de 1939, en una traducción de Jean Camp.
[vi] Max Aub, Diarios 1939-1952, edición, estudio introductorio y notas Manuel Aznar Soler, México, Conaculta, 2000, pp. 70-71.
[vii] Max Aub, Manuscrito Cuervo, Historia de Jacobo, Segorbe, Fundación Max Aub y Universidad de Alcalá de Henares, 1999, p.48
[viii] Max Aub, Manuscrito Cuervo, Opus, Cit., p.100.
[ix] Carta fechada el 27 de octubre de 1942. Archivos Juan Negrín. Agradecemos a Carmen Negrín que nos ha proporcionado esta carta.
[x] Max Aub, Morir por cerrar los ojos, Barcelona, Aymá S.A. editora, 1967, pp.90-91.
[xi] Max Aub, Morir por cerrar los ojos, Opus, Cit., p.176
[xii] En 1944 se publicó en México la primera edición de Diario de Djelfa con los 27 poemas
[xiii] Max Aub, Diario de Djelfa, Valencia, Edicions de la Guerra y Café Malvarrosa 1998, p. 21
[xiv] Faetón: en la mitología griega, Faetón es hijo de Helios, el Sol. Murió de un relámpago por haber perdido el control del carro de su padre sin por lo tanto lograr incendiar el mundo.
[xv] Max Aub, «Ya hiedes Julián Castillo», Diario de Djelfa, Opus, Cit., p.39
[xvi] Max Aub, Hablo como hombre, Segorbe, Fundación Max Aub, 2002, pp. 111 y 113.