Capítulo 4.1.5. de «La verdadera historia del rodaje de Sierra de Teruel«.
Centrados en rodar en estudio, el martes 16 de agosto de 1938, han convocado a varios actores de reparto para la secuencia XXVI[i], en la que unos cuantos aviadores reflexionan sobre las razones de estar enrolados en la escuadrilla[ii]. En la pantalla se verá un dormitorio, mientras por la ventana (en un montaje), se verá el avión de Schneider volar dificultosamente, hasta que capotará al intentar aterrizar. Como actores principales, están Nicolás Rodríguez[iii] y Andrés Mejuto, siempre pendiente de que le revoquen el permiso y deba incorporarse al ejército, razón por la cual se intenta adelantar en secuencias en las que deba estar presente. Algunos extras habituales pululan también por allí, como los que interpretan a Pujol o a Mercery.
Se han situado en la habitación donde descansan los miembros del cuerpo de guardia del edificio. Sobre cada camastro, hay ocho, un número.
Lepiani lo mira detrás de la cámara; está contento, por una vez todos los intervinientes son del sindicato, recomendados por él. No cómo los del viernes anterior, la mayoría campesinos traídos por Max Aub, sin ninguna experiencia, que hubo que estar conduciendo como a un rebaño. Ensayos, repeticiones: pérdida de tiempo.
Para empezar, se tomarán los planos generales. Varios aviadores, ocho en total, echados en sus camastros, en actitud relajada. El guion preveía una mesa central para García, pero se ha considerado que ocupaba demasiado espacio y se ha suprimido. Este, interpretado por Nicolás Rodríguez, está mirando por la ventana las evoluciones de Schneider. Mejuto ha sugerido estar tocando la armónica, lo que ha sido aceptado de inmediato por Malraux. El tiempo apremia, así que se decide ir rodando sobre la marcha, táctica que posteriormente se evitará al máximo, dada la escasez de película y la poca pericia de algunos participantes.
Entra un sargento que pregunta si están preparados para el ejercicio de tiro. Ha olvidado la ametralladora que debía poner en manos de García. Malraux, con cara seria, ha dicho:
—Bueno, dejémoslo así. Póngala en un rincón para después. Usted Rodríguez, se la entregará para el ejercicio. Ahora, vamos a por el segundo plano general. Thomas, no mueva la cámara. Mejuto, debe estar ya incorporado. Se levanta y, mientras entra el sargento de nuevo, se reúne con dos compañeros en la ventana. Comentarán el vuelo del alemán.
A penas diez segundos, pero que ha habido que repetir dos veces. El sargento se ha equivocado en las pocas palabras que tenía que decir. Aub ha mirado con ira a Lepiani.
No ha sido fácil, pues se precisaban varios movimientos simultáneos: el sargento entra diciendo que los blancos están listos (lo que conectará con la secuencia XXVIII), mientras García recoge la ametralladora de un rincón, y el que interpreta a Mercery[iv] recoge una fotografía colgada detrás de su cama y la deposita en un estante, todo ello al mismo tiempo que Mejuto se ha levantado y dirigido a la ventana.
—Ahora vamos a por los planos medios.
—Nos falta Saïdi —apunta Denis Marion. Ayer no pensamos en atribuir el papel a ningún actor de los del sindicato.
André le pone una mano en el hombro y responde:
—Lo podemos dejar en suspenso —solo oír mencionar el sindicato de actores pone a Malraux en guardia. De hecho, solo se le debería oír mientras García manipula la foto de la pared, así que ya podríamos la voz en el montaje. Pero no me acaba de gustar el pasaje en el que se burlan de la esposa de un voluntario, y menos de la de Mercery, en la novela era secundario, pero su devoción por su mujer quedaba muy claro. Lo he de pensar. Se puso en el guion por considerarlo una anécdota de compañerismo, de buen humor, pero no estoy seguro de ello. Si acaso, lo filmamos cuando haya ocasión. No será difícil encontrar un actor que lo interprete. Son dos frases y si no ponemos a García dibujando, sería un plano medio de quien sea con la cámara fija.
Y dirigiéndose al operador:
—Ahora que estamos enfocando a la ventana, rodemos al “aburrido”, ha sido una sugerencia de Max. Si no rodáramos lo de Mercery, serviría para dar sensación de asueto. Usted, póngase de espaldas a la ventana.
El extra que encarna a Pol, con correaje y los brazos en jarras, dice, lentamente:
—Yo vine porqué me aburría.
Luego, con un simple giro de cámara, se enfoca a García que pregunta a Mercery:
—¿De qué partido eres?
—Independiente, camarada, siempre independiente.
Lo han rodado sin ensayar, es ya la hora de comer las habituales lentejas, esta vez con algo de chorizo, y los sindicados están pendientes de ello. Ha salido bien.
—¡Bravo! —Lo han hecho ustedes muy bien. Por la tarde, después de comer -remarca no con cierta sorna— pueden irse ustedes. Mejuto, quédese usted para el plano medio de su intervención.
Tantos recuerdos. La escuadrilla en Cuatro vientos, en Albacete, en Torrente y Chiva. Algunos murieron, como Viezzoli[v], o Belaïdi, caído en el Potez que cayó en Valdelinares[vi] y que en la película se llamará
Saïdi, si sale. Héroes luchando contra un contexto internacional adverso, con poco material, el menosprecio de la estructura militar. Sí, André piensa que es de justicia que lo plasme en la pantalla, que el mundo lo sepa. Acabe como acabe esta maldita guerra.
Por una vez, habrá sido un día redondo. Se ha rodado gran parte de la secuencia XXVI, con un plano añadido y a falta de decidir si la anécdota en la que García, mientras habla Saïdi, pinta unos bigotes en el retrato de Mme. Mercery, con gran enfado de este, que al darse cuenta exclama: “¡García, desdichado! La foto de madame Mercery”, a lo que el aludido respondería jocoso: “¿La preferirías sin barba?”.
Una alarma ha cortado la buena disposición. Mejuto deberá volver al día siguiente para rodar su corto diálogo con García, que no aparecerá. Un brazo delante de la cámara servirá de racord.
SABER +:
La escuadrilla Malraux. Madrid, Albacete, Valencia.
LA INCÓGNITA DE NICOLÁS RODRIGUEZ
SECUENCIA XXVI (vídeo, 1’33»)
NOTAS:
[i] MALRAUX, André (1968). Sierra de Teruel. México, Editorial Era. Página 92 y ss.
[ii] En octubre de 1936, con la escuadrilla radicada en Albacete, Malraux aprovecho la circunstancia para relevar a los mercenarios que habían cubierto la primera etapa, no sin abundante polémica y disgusto por parte de las autoridades militares republicanas, por voluntarios de diversas nacionalidades. Un análisis detallado en el Anexo 1 de THORNBERRY, Robert S. (1977) André Malraux et l’Espagne. Ginebra, Librería Droz. Página 206 y siguientes.
[iii] https://www.visorhistoria.com/la-incognita-de-nicolas-rodriguez/
[iv] https://www.visorhistoria.com/una-perla-cherchez-la-femme/
[v] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-viezzoli/
[vi] https://www.visorhistoria.com/historia-del-potez-n-y-valdelinares/