En el momento de la sublevación de julio de 1936, ni unos ni otros pensaban que aquello derivaría en una contienda de casi tres años y centenares de miles de muertos. Una vez delimitadas las zonas de influencia, las ciudades donde había triunfado el golpe y las que no, se apreciaba un cierto equilibrio, que fue roto casi inmediatamente por la imperdonable No Intervención, por la que la República española se vio privada del material bélico necesario, mientras que los rebeldes veían incrementar sus recursos sin que se pusiera objeción a la rotura del pacto. Uno de los ejemplos más claros fue en la aviación, donde André Malraux tuvo bastante que ver.
Al jefe de la aviación republicana, Ignacio Hidalgo de Cisneros, le indignaba la posición de Francia, que hubiera sido la puerta de entrada del material requerido. Me permito reproducir unos fragmentos de sus memorias[i] añadiendo comentarios recogidos de otras fuentes, que le contradicen. «En aviación, la única adquisición que logramos en los cuatro primeros meses de guerra fueron doce «Dewoitine» de caza y seis «Potez» de bombardeo… eran de modelo bastante anticuado y llegaron sin armamento…Estos aviones pudimos traerlos de Francia a España por sorpresa, pero cuando se enteró nuestro «amigo» León Blum, jefe del gobierno francés, puso el grito en el cielo y ordenó una vigilancia especial y severísima en la frontera«. Apunto que dichos aviones (prácticamente los únicos en el periodo inicial) fueron los conseguidos gracias, en parte, al compromiso de André Malraux.
A mi entender, la posición de Blum no fue exactamente esta, a pesar de que prevaleció su debilidad parlamentaria y la presión de los británicos. En su libro Un verano imperdonable, el periodista Gilbert Grellet reproduce esta conversación entre Blum y sus ministros[ii], que refleja lo aquí dicho. Cabe notar que el ministro del Aire, Pierre Cot, fue el gran aliado de Malraux, al que secundaba su jefe de gabinete, el futuro mártir de la Resistencia Jean Moulin, mientras que el gran avalador de la política de no intervención fue Alexis Leger en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Quai d’Orsay con Ivon Delbos al frente.
«BLUM —Muy bien. Démonos algunos días y esperemos las primeras reacciones antes de tomar una decisión definitiva (sobre la No Intervención). Mientras tanto, el que reanudemos las entregas va a mostrar a Berlín y Roma que no estamos jugando y que ellos han de tener tanto interés como nosotros en no envenenar las cosas. Cot, ¿cuántos aviones podría usted hacer entregar a Madrid durante los próximos días?
COT —No lo sé, quizá unos cuarenta o cincuenta. No tenemos muchas reservas y, además, no serán los aparatos más modernos. Por ello, tengo serias dudas sobre la eficacia de esta ayuda, que llega demasiado tarde. Era preciso hacerla desde el principio, tal como propuse en el último Consejo. Y nadie garantiza que esta idea de la “no-intervención” o de la “no-injerencia” funcionará».
O sea que se suponía que el autorizar el envío de aviones sería una presión para llevar a Alemania e Italia a pensárselo dos veces antes de apoyar a Franco (evidentemente no lo hicieron ni una sola). El dilema empujó a Blum a plantearse incluso su dimisión, lo que dada la debilidad del Frente Popular hubiera significado una subida al poder de opciones derechistas, empeorando aún más la situación respecto a la II República española.
Cabe mencionar también que existía un acuerdo comercial entre los gobiernos español y francés previo al conflicto, por el cual el segundo se comprometía en una cláusula confidencial a suministrar material bélico por un montante de 20.000.000 de francos[iii]. Solo con el cumplimiento de dicho contrato, la situación hubiera sido bastante distinta,
En esta primera etapa, la disponibilidad de armamento y de militares por parte de los dos bandos era bastante igualada. No es aquí el lugar para un análisis detallado, pero ofrezco algún dato ilustrativo.
Alpert indica, en lo referente a hombres en el momento de estallar el conflicto[iv]:
Infantería | Artillería | Caballería | Ingenieros | |
Republicanos | 14.595 | 7.064 | 1.213 | 3.996 |
Rebeldes | 18.181 | 7.543 | 2.756 | 1.759 |
Salta a la vista el equilibrio, una de las razones de la larga duración de la guerra. Ello no hubiera sido así si durante las primeras semanas de guerra se hubiera procedido a suministrar a la República el armamento, en especial aviones, que requería y para el que estaba dispuesta a pagar precios superiores a los de mercado.
Un solo dato sobre los mandos donde, según Salas[v], también hubo un cierto equilibrio:
Generales: | Fusilados | Expulsados | Pasados | En activo |
República | 15 | 7 | 2 | 22 |
Bando rebelde | 6 | 10 | 2 | 17 |
Por lo que respecta a la Aviación, Salas nos informa que[vi]:
“Después del golpe de estado, quedaron en Zona nacional unos 100 aviones con el siguiente desglose: Unos 60 Breguet Br-19 de reconocimiento; 10 cazas Nieuport Ni-52; 3 Fokker F-VII y un De Havilland “Dragon” (el que llevó a Núñez de Prado a Zaragoza) de bombardeo, una docena de avionetas y quince hidros (5 Savoia S-62 y 10 Dornier Do-Wal de bombardeo)
En la Zona gubernamental permanecían unos 200, de ellos 60 Breguet-19, 50 Nieuport-52, 5 Fokker F-VII, 4 De Havilland “Dragon”, 4 Douglas DC-2, 3 Hawker Fury, 27 Vickers, 20 Dornier Do-Wal y 20 Savoia S-62, además del orden de cincuenta avionetas e hidros militares de escuela y más de 100 avionetas civiles”.Ello contrasta con la opinión de Hidalgo de Cisneros[vii], que considera que el 80% de los aparatos quedaron en el bando gubernamental, aunque la gran mayoría eran o Breguet 19 (ya utilizado en la guerra del Rif en los años 20), o Nieuport 52, también anticuado y en proceso de sustitución al estallar la guerra. Sea como sea, se trataba de modelos bastante obsoletos, que no tuvieron relevo por parte de la República hasta la llegada de la ayuda rusa, mientras que sí lo hubo de inmediato en el bando rebelde. El autor matiza también que sólo el 35% de los jefes y oficiales de aviación quedaron con la República.
Así, dado que la gran mayoría era aviones antiguos y faltos de mantenimiento, lo que fue desequilibrando la balanza fueron los aviones de combate recibidos por los rebeldes por parte de Alemania e Italia, que no cumplieron con los acuerdos de la No Intervención, que habían firmado al igual que Francia o Gran Bretaña.
Ya en los últimos días de julio de 1936, la negativa a atender el pedido presentado por Jiménez de Asúa, que después de las primeras negativas francesas intentó que se tramitara a través de México, fue decisiva. Después de muchos aplazamientos y excusas, finalmente, a pesar de haberse entregado ya un cheque de 13 millones de francos, Delbós. Ministro de Exteriores, denegó su imprescindible firma. Se trataba del material “disponible en el parque de artillería de Burdeos y listo para embarcar” compuesto de 2.000 fusiles Level, 2 millones de cartuchos, cincuenta ametralladoras con su munición, 8 cañones del 75, 5.000 bombas de diez kilogramos y otras 5.000 de veinte kilogramos y: 14 Dewoitine y seis Potez[viii]. Finalmente, mediante negociaciones en paralelo en las que intervino decisivamente André Malraux, amigo personal de Cot y Moulin, así como de directivos de Potez, fueron dichos aviones los que pudieron llegar a España a primeros de agosto.
Ofrezco aquí un párrafo del historiador (militar que se presentó voluntario en las filas de Franco) Salas Larrazábal[ix], que ilustra lo dicho:
“En los meses de septiembre y octubre también aumentan de forma considerable las fuerzas aéreas que apoyan a las tropas de Mola. Entre agosto y septiembre llegaron a la zona nacional 21 Fiat de caza: los seis He-51 se incrementan con diez más recibidos en septiembre, constituyéndose tres escuadrillas. Estas escuadrillas barrieron materialmente del cielo a los Nieuport gubernamentales e incluso a los Dewoitine… En bombardeo, el final del puente aéreo dejó libres a los Ju-52 y se constituyeron cinco escuadrillas, tres con tripulación española y dos con personal alemán… Hubo además un grupo de S-81 y los grupos de cooperación He-46 y Ro-37. En total unos 100 aviones en vuelo que adquieren la superioridad del aire, a pesar de Potez y Dewoitine. Esta superioridad aérea fue conseguida por los nacionales a mediados de septiembre y mantenida hasta la llegada de material ruso, superior en número y calidad”.
Así pues, mientras el flujo de aviones hacia los rebeldes se acentuaba, la República tuvo que afrontar la contienda con viejos aviones que ya tenía en los aeródromos que quedaron en su bando, y los pocos llegados de Francia antes del 8 de agosto[x].
A pesar de todo, la escuadrilla que André Malraux consiguió traer a España y mantener en combate durante unos siete meses, no gustó a todo el mundo. En especial, al jefe de la Aviación de la República, Ignacio Hidalgo de Cisneros[xi]: «En cuanto al grupo de aviadores que vinieron con Malraux (que no se daba cuenta que no se puede jugar a los aviadores sin serlo, y mucho menos en una guerra) …, salvo tres o cuatro que eran verdaderamente antifascistas… los demás eran unos aventureros a los que les tenía sin cuidado nuestra lucha. Unos auténticos mercenarios, atraídos por el fantástico sueldo que se les pagaba que durante su permanencia en nuestro país nunca hicieron nada de provecho, y en cambio nos dieron muchos quebraderos de cabeza«. Cabe reseñar, sin embargo, que el propio Malraux consiguió relevar a casi todos los mercenarios (contratados ante la premura de la operación de traer a España los aparatos) por voluntarios a partir de su estancia en Albacete, a principios de noviembre, lo que Hidalgo no parece recordar en sus memorias.
Se puede comprender el poco aprecio que un oficial de carrera de ideología comunista tenía a un grupo heterogéneo, bullanguero que, además, no siempre seguía disciplinadamente las instrucciones recibidas. Sin embargo, también es verdad que quizá hubieran podido hacer más con una mayor coordinación, en especial antes de la llegada del material y los aviadores rusos.
Un ejemplo claro nos lo da el biógrafo Curtis Cate, ya en la época del rodaje de Sierra de Teruel[xii]: “Malraux tuvo que esperar tres meses antes que el general Hidalgo de Cisneros, el nuevo jefe del Estado Mayor del Aire (que despreciaba al “amateur” Malraux) aceptase prestarle un piloto veterano y uno de los pocos Potez aún activos para la filmación del despegue nocturno”. Imaginemos la tremenda inquietud del director, esperando durante meses, mientras la guerra iba avanzando hacia su fin, a poder tener, durante unas pocas horas, el avión preciso para las secuencias clave del combate aéreo (rodado previamente en estudio, en un medio avión de contrachapado).
Para precisar más, leamos a otro biógrafo: Jean Lacouture[xiii]: «León Blum acepta cerrar los ojos (a la ayuda de Cot y Moulin a Malraux) hasta primeros de agosto (el 8 firma la No Intervención) … Obtienen una veintena de aparatos Potez-540 (se equivoca en el número), que pasarán a España antes del día 8 de agosto, pronto seguidos por una decena de Bloch-200. En el transcurso de los días siguientes, Malraux aún conseguirá de aquí y de allá algunos aviones, en especial Bréguet, achetés au marché des puces (en el mercadillo)».
Es difícil a posteriori, juzgar la eficacia que pudo tener la Escuadrilla España organizada por Malraux, pero desde luego, la animadversión de la aviación republicana hacia un grupo formado por voluntarios y mercenarios no ayudó en nada. Se trataba, en número, de algo más del 10% de los aviones disponibles, y desde luego, sin ser últimos modelos, algo mejores que muchos de los existentes, activo nada desdeñable. Al menos, quede para la historia el esfuerzo del escritor, consiguiendo aviones en pleno desbarajuste de julio de 1936, con parte del débil gobierno francés en contra y la aviación republicana cuanto menos escéptica sobre su eficacia, para posteriormente, con mayor o menor fortuna, enfrentarse a fuerzas superiores y mejor equipadas, a riesgo incluso de perder su vida.
NOTAS:
[i] HIDALGO DE CISNEROS, Ignacio (1977) Cambio de rumbo – II. Barcelona, Ed. Laia. Páginas 213-215,
[ii] GRELLET, Gilbert (2017). Un verano imperdonable. Madrid, Guillermo Escolar. Página 112.
[iii] GRELLET (2017): 37.
[iv] ALPERT, Michael (1977). El ejército republicano en la guerra civil. Barcelona, Ibérica de Ediciones y Publicaciones. Página 25.
[v] SALAS, Ramon (1973). Historia del ejército popular de la República. Madrid, Editora Nacional. Tomo I. Página 188.
[vi] SALAS, Ramon (1972) La guerra de España desde el aire. Barcelona, Ariel. Página 63.
[vii] HIDALGO DE CISNEROS (1977): 186.
[viii] CAMPOS, Miguel I. (2022) Armas para la República. Barcelona, Crítica. Página 32.
[ix] SALAS (1973): 519.
[x] Ver la relación completa con fechas de llegada en: HOBSON, Gerald (2000). Armas para España. Barcelona, Península. Apéndice I, página 355. Dos o tres aviones más se recibieron a finales de agosto, pero “sin sus armas, que nunca se entregaron”.
[xi] HIDALGO DE CISNEROS (1977): 212
[xii] CATE, Curtis (1993). Malraux. Paris, Flammarion. Página 332.
[xiii] LACOUTURE, Jean ((1976) Malraux, une vie dans le siècle. Paris, Ed. du Seuil. Página 215-6.