Àngels Rius i Bou, Biblioteca de la Abadía de Montserrat[i]
Introducción
La Guerra Civil representó un trauma muy duro para Montserrat, comparable con lo que significó la Guerra del Francés (1808-1814), que destruyó el monasterio y saqueó sus riquezas, pero que en el monasterio no fue costosa en vidas humanas.
- La Guerra Civil y la incautación del monasterio de Montserrat
Cuando estalló la Guerra Civil, la comunidad benedictina de Montserrat estaba formada por 83 monjes sacerdotes, 34 clérigos, 8 novicios coristas, 52 hermanos conversos, 3 novicios conversos, 25 colegiales -aspirantes a monjes sacerdotes-, 1 postulando converso, y 35 monaguillos.
El abad Marcet pudo organizar la salida apresurada, llena de incidentes y persecuciones, de muchos de los monjes de Montserrat, primero a Barcelona y después, algunos de ellos, al extranjero. Quienes se quedaron tuvieron suertes diversas. La Guerra Civil tuvo para la comunidad monástica un balance trágico, ya que murieron asesinados veintitrés monjes a lo largo de la contienda, aunque ninguno de ellos en Montserrat.
El 21 de julio de 1936 el abad Marcet envió a Barcelona a dos médicos que se encontraban en ese momento en el monasterio, el doctor Pere Tarrés, dirigente de la Federación de Jóvenes Cristianos, y el novicio Joan Parellada, con la intención de ir a pedir ayuda a la Generalitat, en concreto a quien, en aquellos momentos, era el consejero de Sanidad, el doctor Corachán, y al consejero de Gobernación, Josep M. España. Consta también que el abad Marcet acudió personalmente a la Generalitat para pedir ayuda (Fig. 1).
El consejero de gobernación, Josep M. España, firmaba el día 21 de julio de 1936 una orden según la cual declaraba «de conveniencia pública el Monasterio de Montserrat, incluidos los edificios anexos» y designaba a los mozos de escuadra para que tomaran posesión. para su conservación y custodia.
Así pues, en el momento en que se inició la Guerra Civil, la Generalitat se incautó del recinto para preservarlo del saqueo y de los incendios a los que se vieron expuestos la mayoría de los edificios religiosos del entorno más inmediato y de toda Cataluña.
El 22 de julio llegó a Montserrat un contingente de mozos de escuadra destinados a la protección del monasterio y, el mismo día, el diputado Joan Solé i Pla, enviado por el consejero de cultura Ventura Gassol, repartía unos carteles para colocar en todas las puertas del monasterio, donde se podía leer: «Edificio apropiado por la Generalitat para el servicio de las instituciones del pueblo», consiguiendo así impedir la actuación de un grupo de anarquistas que querían incendiar la iglesia (Fig. 2) .
El 24 de julio fue nombrado delegado de la Generalitat en Montserrat el escritor Joan Puig i Ferreter, hasta que se convirtió en consejero de Sanidad y de Asistencia Social. Aunque sólo pasó en Montserrat once días, facilitó la evacuación de los últimos 25 monjes que quedaban en el monasterio.
Evacuado el monasterio, había que dotarlo de un uso social para evitar su saqueo e incendio, y así, por orden de la Generalitat del día 24 de julio de 1936, se instaló en Montserrat un hospital para tuberculosos dirigido por el doctor Lluís Sayé, reputado tisiólogo de Barcelona. El hospital para atender a enfermos tuberculosos se mantendría en Montserrat hasta octubre de 1936, cuando fue trasladado de nuevo a Barcelona.
El 4 de agosto de 1936, en sustitución de Joan Puig i Ferreter, fue designado conservador de los edificios de la Generalitat en Montserrat Carles Gerhard, político moderado procedente del partido Unió Socialista de Catalunya, entonces integrado en el PSUC, que para arespetarse adquirir respeto en el complejo panorama del momento se autoproclamó comisario.
Carlos Gerhard fue la figura más decisiva e importante para la preservación y conservación del monasterio y de sus dependencias durante la Guerra Civil. Gracias a su diplomacia, habilidad e inteligencia, supo rodearse de personas que sirvieron a la causa que se le asignó. La presencia de un delegado de la Generalitat se divulgó ampliamente a través de la prensa, destacando el uso social del monasterio para evitar su incendio y profanación por parte de grupos de milicianos exaltados que llegaban a menudo a Montserrat procedentes de los sitios más diversos (Fig. 3).
Llegado a Montserrat, Carles Gerhard quiso reactivar la economía del monasterio, de la que dependían muchos de los trabajadores del santuario y del pueblo cercano de Monistrol o de Esparreguera, y contribuir así a recuperar la tranquilidad social.
Se restableció la producción agrícola de las tierras que dependían del monasterio y se ejerció el control de la economía del santuario para convertirlo de nuevo en un centro de atracción turística visitado por miles de personas.
Todos los esfuerzos de Carles Gerhard estuvieron orientados a normalizar la actividad económica de Montserrat para poder mantener a los empleados que trabajaban en él.
- El hospital militar de Monserrat y sus alrededores
2.1. El hospital de la Colonia Puig
Carlos Gerhard consiguió, durante el mes de noviembre de 1936, el traslado del sanatorio para tuberculosos de Montserrat a una torre incautada de la zona alta de Barcelona y, a cambio, ofreció al recién creado Consejo Superior de Sanidad de Guerra de la Generalidad de Cataluña las instalaciones de la Colonia Puig, un antiguo establecimiento hotelero, a unos tres kilómetros de Montserrat, para establecer un hospital de recuperación de milicianos heridos.
A principios de septiembre de 1936, ante la necesidad cada vez más urgente de habilitar hospitales militares, fue aprobada la creación del hospital de convalecientes de la Colonia Puig, convirtiéndose así dicho hospital en una dependencia militar. Sería la Clínica Militar número 16, que estratégicamente dependía del hospital de evacuación instalado en la ciudad de Manresa, un nudo de comunicaciones importante, con una buena situación estratégica y excelentes comunicaciones ferroviarias.
2.2. El hospital dentro del recinto del monasterio de Montserrat
El recinto del monasterio de Montserrat tuvo a partir del estallido de la guerra civil dos etapas bien diferenciadas. La primera, con una relativa tranquilidad, y la segunda, a partir de abril de 1938 más accidentada, al instalarse en él el hospital militar.
Hasta mediados de marzo en 1938 el recinto de Montserrat gozó de una relativa calma. El conservador del monasterio de Montserrat, Carlos Gerhard, intentaba restablecer la actividad económica, impulsando la producción artesanal, el funcionamiento de las fincas agrícolas y ganaderas administradas por la comisaría y potenciando la actividad turística de Montserrat.
Además de esta actividad económica, también había una actividad de tipo institucional y diplomático. En Montserrat se recibían visitas de autoridades políticas nacionales y extranjeras y también personalidades de la política catalana como el presidente de la Generalitat Lluís Companys y su familia, Antoni M. Sbert, Juan Comorera, Josep Tarradellas, el lendakari del País Vasco José Antonio de Aguirre, acompañado del ministro de justicia Manuel de Irujo, o Carles Pi y Sunyer entre otros.
A finales de marzo de 1938 la situación cambió radicalmente. Se presentaron en Montserrat varios oficiales del ejército, pertenecientes al cuerpo de sanidad, encabezados por el comandante Ruiz, para tomar posesión del monasterio con el fin de atender las necesidades de evacuar a los heridos menos graves y aligerar los hospitales de la primera línea de frente.
Estos nuevos hospitales debían tener capacidad para al menos 1.000 camas, un régimen interno exclusivamente militar y un funcionamiento como si fueran un cuartel. Su función específica era contribuir a la recuperación de los soldados heridos para incorporarlos de nuevo al frente en buenas condiciones físicas y lo antes posible, evitando de paso las deserciones, un verdadero quebradero de cabeza para el ejército.
El día 9 de abril de 1938 Gerhard recibió oficialmente una orden de los Servicios quirúrgicos de la Inspección General de Sanidad, que dependía del Ministerio de Defensa Nacional, donde se le pedía poder instalar un hospital en los edificios de Montserrat.
A regañadientes, Gerhard tuvo que ceder. Se instaló un Centro de Débiles y Convalecientes en pleno corazón de la abadía que, a medida que avanzaba la guerra, fue ocupando más y más dependencias del recinto de Montserrat y del interior del monasterio hasta convertirse en lo que sería el hospital militar número 7, también conocido, a partir de julio de 1938, como Clínica Militar Z al servicio del Ejército del Este.
El centro sanitario empezó albergando a 1.300 soldados hasta llegar a principios de enero de 1939 a tener 2.700. Lo que sumaba 3.000 camas, si se tenían en cuenta las instaladas en los llamados acantonamientos del antiguo monasterio de Santa Cecilia, Can Maçana, la Colonia Puig y las ermitas de Sant Jeroni y de Sant Joan, así como la masía de Can Martorell.
El primer director de este hospital fue el doctor Vilà, con quien el comisario de la Generalitat en Montserrat intentó pactar las bases para una relación cordial entre las dependencias del monasterio y el hospital militar.
Posteriormente el doctor Vilà fue destituido por discrepancias con el capitán Ruiz, el jefe de la intendencia del centro, y fue sustituido a primeros de junio por el doctor Riu Porta, que había estado trabajando en la Colonia Puig (Fig. 4).
2.3. Complejidad y estructura del hospital militar de Montserrat
El teniente médico Josep Riu Porta, pues, fue el encargado de organizar este hospital, que pasó de ser en un primer momento un Centro de Débiles y Convalecientes a convertirse en un verdadero complejo hospitalario con diferentes dependencias.
Los heridos llegaban a Manresa a través de dos líneas de tren procedentes de Barcelona, enlazando en Monistrol con el cremallera hasta llegar a Montserrat; también se utilizaba el funicular aéreo.
A medida que las necesidades lo requerían se fueron ocupando y modificando gran parte de los edificios de Montserrat: celdas, albergue, refectorio, enfermería de los monjes, diversos talleres y departamentos de la escolanía. Si bien se respetaron los ámbitos culturales, artísticos y religiosos. Al final de la guerra se utilizaron algunas dependencias, por ejemplo el refectorio, como recinto para realizar operaciones quirúrgicas, según algunos testigos orales que, al recuperar el monasterio pudieron observar el estado deplorable en el que había quedado la estancia, con todo tipo de material médico abandonado.
De la estructura del complejo hospitalario ha sobrevivido un interesante documento gráfico en el ANC, titulado «Clínica Militar Z: emplazamiento de los grupos funcionales y dependencias diversas» Se trata de una parte de un plano, donde se reproduce la distribución de las dependencias hospitalarias del recinto montserratino (Fig. 5).
Aparte, tenemos el testimonio detallado del doctor Riu Porta, que describe la estructura del centro hospitalario de Montserrat de la siguiente manera:
Un centro de recepción. Los soldados llegaban principalmente con el cremallera y eran recibidos en un centro de recepción y clasificación en la entrada del recinto donde los médicos distribuían los ingresados según las características patológicas que presentaban.
Un primer grupo funcional formado por los soldados hospitalizados distribuidos en dos pabellones:
- Pabellón A: con capacidad para 175 camas, con servicios de cirugía, quirófano, rayos X y sala de yesos.
- Pabellón B: con capacidad para 305 camas, destinado a medicina general.
Los médicos, cirujanos que trabajaban en los hospitales de Manresa, disponían de unas normas de conducta para el tratamiento de los heridos de primera urgencia redactadas por el doctor Fontanet, cirujano y consultor del Ejército del Este. En este informe se establecía cómo debían atenderse, en el marco de un equipo quirúrgico avanzado, los diferentes tipos de lesiones: hemorragias, choques traumáticos, heridas de abdomen, tórax o fracturas de extremidades.
Un segundo grupo funcional estaba destinado a la recuperación de soldados. Era un centro de convalecencia y readaptación donde existían unos servicios de terapéutica ocupacional con diversos talleres. Estaba dividido en tres subgrupos:
- Subgrupo I: destinado a soldados con heridas superficiales. Ocupaban los pabellones B, C y G. Tenía capacidad para 636 camas. Recibían los tratamientos en el botiquín y acudían al centro de readaptación.
- Subgrupo II: soldados internados con impotencia funcional. Ocupaban los pabellones E y F. Tenía capacidad para 343 camas. Internados con alguna impotencia funcional, asistían regularmente a las secciones de recuperación funcional.
- Subgrupo III: se destinaba soldados casi recuperados. Ocupaban los pabellones H e I. Tenía capacidad para 300 camas. Asistían a las secciones de cinesiterapia y de terapéutica ocupacional.
Tenían a su disposición tres comedores y en cada uno de los pabellones una sala de lectura.
También estaba el pabellón P destinado a la hospitalización de soldados con cierta graduación, con un total de 215 camas, y el pabellón C, con 250 camas, destinado a prisioneros de guerra, que estaban bajo cierta vigilancia y que recibían un trato similar a los demás soldados.
Finalmente estaba el tercer grupo funcional: Centro de Endurecimiento (Cuartel) con capacidad para 750 camas. En cada piso había una compañía y todo el conjunto formaba un batallón.
En la planta baja de este centro estaban las oficinas, despachos, cuerpo de guardia, enfermería, biblioteca y sala de recreo. El centro funcionaba con una gran disciplina propia de un cuartel. Por ese centro pasaban todos los hospitalizados cuando ya se habían recuperado de sus lesiones. Estaban unos ocho días hasta que podían reincorporarse al frente. Como complemento recibían clases de educación física a base de gimnasia higiénica, helioterapia y paseos; también juegos, deportes, exhibiciones gimnasia, marchas militares y acantonamientos (Fig. 6).
El personal de la Clínica Z estaba formado por: 1 director, 1 comisario político, 1 encargado de los servicios médicos, 30 oficiales médicos, 60 practicantes, 350 sanitarios, 1 responsable del destacamento, 1 responsable del Centro de Endurecimiento (cuartel), 1 profesor de educación física, 9 monitores que ejercían como auxiliares de educación física, 1 administrador oficial de intendencia, auxiliares administrativos y comisarios delegados del comisariado general.
A principios de junio de 1938 el doctor Riu Porta fue trasladado desde la Colonia Puig hasta Montserrat.
En pocas semanas hubo una actividad frenética para adecuar el hospital de Montserrat y sus dependencias a los nuevos usos exigidos por el desenlace final de la guerra. El 20 de julio se solicitaba que se habilitaran nuevas celdas para la adecuación del hospital en la plaza del monasterio.
2.3.1. El Centro de Débiles y Convalecientes. La Clínica Militar Z
Este Centro de Débiles y Convalecientes se llamaba Clínica Militar Z porque era el destino final para la recuperación de los soldados con el fin de poderlos reincorporar a sus unidades una vez eran dados de alta.
Los enfermos llegaban a Manresa mediante los trenes de evacuación procedentes de las líneas de frente y una vez en Manresa, y en la misma estación de tren, los pacientes se clasificaban según la localización de la lesión: brazos, piernas, cabeza, y a continuación se distribuían los heridos por los hospitales de la ciudad en función de las lesiones y el pronóstico. Los de larga recuperación se destinaban al hospital de Montserrat.
2.3.2. El Centro de Readaptación Funcional
Al mismo tiempo que se organizaba la estructura básica del hospital con los pabellones A y B ya comentados, surgió la idea de crear un Centro de Readaptación Funcional, pensado y puesto en práctica por el doctor Joan Navés Janer, hombre deportista y corpulento que, procedente del hospital de evacuación de Manresa, organizó la sección de traumatología, con quirófano, rayos X, y la sección de readaptación funcional para la recuperación física de los soldados con el fin de devolverlos al servicio activo. En él funcionaban las secciones de mecanoterapia, fototerapia, electroterapia, termoterapia, cinesiterapia y masoterapia y daba servicio a los soldados del segundo grupo funcional (Fig. 6).
2.3.3. Centro de Terapéutica Ocupacional. Los talleres
A medida que iba creciendo el hospital y se adaptaban los espacios a las necesidades propias de una dependencia militar, surgió la idea de utilizar las instalaciones y los talleres que ya existían en el monasterio para proveer de herramientas y material a los soldados que trabajaban para adecuar los distintos espacios del recinto. Fue así como se utilizó el taller de zapatería, que sirvió para fabricar calzado para los soldados, la cerrajería, la carpintería, y también la imprenta, que proveía de todo tipo de impresos de carácter administrativo para la gestión de las diferentes dependencias del hospital. Los talleres sirvieron para tener ocupados a los soldados que, voluntariamente, iban a trabajar supervisados por el equipo técnico y médico.
En noviembre de 1938, el poeta de la generación del 27 Manuel Altolaguirre[ii] fue destinado a Montserrat como soldado del IX cuerpo del Ejército del Este. Cuando vio el taller de imprenta que los monjes tuvieron que dejar en Montserrat impulsó un imprenta donde, con ayuda de los soldados, imprimió la revista Los Lunes de El Combatiente: Hoja semanal de literatura (1938- 1939), que era un suplemento cultural de El Combatiente del Este, y otros impresos menores, conjuntamente con los libros España en el corazón de Pablo Neruda (1938 y 1939), Cancionero menor para los combatientes de Emilio Prados (1938) y España, aparta de mí este cáliz: poemas de César Vallejo (1939).
La idea de imprimir un tipo de ediciones literarias que se escaparan de las ediciones típicamente de carácter militar o ideológico fue, según se desprende de una carta de Mantecón a Pedro Aguirre Cerdá, entonces presidente de Chile, una iniciativa de los soldados del Ejército del Este, que «han querido testimoniar su afecto [a las voces amigas de América Latina] iniciando una serie de ediciones literarias. Libros editados en imprentas cercanas a los frentes con papel fabricado por soldados, compuestos e impresos por ellos mismos»[iii]. (Fig. 7).
2.3.4. El Centro de Endurecimiento
El doctor Joaquim Ral i Banús fue quien puso en práctica el Centro de Endurecimiento. Fue monitor de gimnasia del Comisariado de Educación Física y Deportes de la Generalidad de Cataluña, con un proyecto innovador basado en la aplicación de los ejercicios físicos y la fisioterapia como instrumento de rehabilitación para los soldados con el fin de reintegrarlos a el ejército en buenas condiciones físicas y morales.
El centro de endurecimiento se situó en el edificio conocido, todavía hoy, con el nombre de Nuestra Señora, de una altura de seis pisos. En cada piso estaba instalada una compañía y todas juntas formaban un batallón. En la planta baja había distintos servicios como oficinas, despachos, cuerpo de guardia, enfermería, biblioteca y sala de recreo. Tuvo una capacidad inicial de 750 camas. En el exterior existían instalaciones deportivas como campo de baloncesto, frontón, tenis, atletismo, gimnasio e incluso un velódromo al aire libre en la parte superior del edificio.
Se trataba de un programa de actividades diarias, dirigidas por antiguos compañeros de la Escuela de Monitores de la Generalitat, basado en sesiones de gimnasia higiénica, masajes y juegos gimnásticos que se celebraban en el garaje del monasterio. Se complementaban con excursiones, marchas y escaladas libres, juegos de pelota y sesiones de ciclismo en el mencionado velódromo. Todo bajo control médico y con una gran disciplina militar.
Su gran mérito fue que, por primera vez, hubo un hospital que se ocupó de la recuperación somática y funcional de los heridos a través de procesos de rehabilitación y de gimnasia con el fin de reincorporar a los soldados al frente cuanto antes mejor.
2.4. La evacuación de Montserrat
El 15 de enero de 1939, el director del hospital militar de Montserrat, doctor Riu Porta, hizo saber al comisario de la Generalidad, Carlos Gerhard, que había recibido la orden urgente de evacuar el hospital por parte de quien era el Jefe de Sanidad del Ejército del Este, el comandante Díaz. Tenía órdenes expresas de hacer volar con dinamita todo lo que quedara en el monasterio. Contraviniendo las órdenes del comandante, el doctor Río Porta, católico practicante, acordó con el comisario político Frederic Muñoz, militante del PSUC, que por su parte no tenían ninguna intención de poner en práctica ese mandato, ya que el monasterio no era un lugar ni estratégico ni militar.
Los servicios de evacuación del Ejército del Este estuvieron en un primer momento a cargo del comandante médico Ramon Monegal, hasta que desapareció. Entonces el doctor Carles Díaz encomendó aquella misión al doctor Ríu Porta, que el día 27 de enero de 1939 recibió la orden de tomar posesión de la dirección de evacuación del Ejército del Este, al tiempo que fue ascendido a comandante.
Junto con Carles Gerhard, acordaron que se llevarían todo el material que utilizaban en el hospital, como camas, colchones, muebles, etc., para montar otro en Camprodon, pasando primero por Ripoll, y que abandonarían el lugar dejando el monasterio cerrado y con todos los objetos de valor en su interior, exceptuando alguna obra de arte que la Generalitat había trasladado, junto con otras colecciones similares, como salvaguarda del patrimonio. Desde Camprodon se dirigieron, los días 9 y 10 de febrero, hacia la frontera con Francia por el collado de Ares, con los últimos contingentes de heridos atendidos por los sanitarios, que no abandonaron sus puestos hasta que el día 11 de febrero entraron en Prats de Molló.
El doctor Josep Riu Porta regresó a España después de obtener algunos avales de personas destacadas, entre ellas el padre Beda María Espona, monje del monasterio de Montserrat, quien afirmó por escrito que, durante una visita que hizo de incógnito a Montserrat durante la guerra, el doctor Riu le había dicho: «Padre, si a pesar de todo, que espero que no sucederá, quieren volar el Monasterio, a mí me encontrarán entre las ruinas junto a la Sagrada Imagen a la que quiero salvar aunque me cueste la vida». Se reincorporó a su trabajo de médico. Murió en mayo de 2004.
- Vida política y social en Montserrat durante la Guerra Civil: artistas, personal médico y sanitario, trabajadores, mozos de escuadra, políticos, niños, soldados, refugiados y espías
El escritor Artur Bladé trabajó como enfermero en el hospital de Montserrat. En sus obras describe el sitio como un lugar donde había cuatro o cinco ambientes diferentes. El hospitalario, con los soldados convalecientes; el militar, con los directores y personal del hospital; el administrativo, representado por Carles Gerhard, diputado en el Parlament, y también un ambiente artístico, encarnado por dos destacadas figuras, el pintor Hermen Anglada-Camarasa y el escultor Josep Viladomat, que se instalaron en Montserrat, lejos del ruido y los peligros de Barcelona. El propio Bladé dejó plasmada en su obra literaria el impacto de la guerra y la estancia en Montserrat, tanto en su diario personal como en poemas como «Montserrat 1938», «Clínica» o «Qué mirador el de Montserrat».
La primera quincena de octubre de 1938, André Malraux y Max Aub estuvieron rodando la película Sierra de Teruel. Es posible que, en el momento en que se hizo el rodaje, los soldados que participaron en la película procedieran del hospital militar de Montserrat, donde llegó a haber unos 3.000 soldados alojados.
Elvira Farreras de Gaspar, que fue la secretaría de André Malraux, y que se encargaba de pasar sus peticiones a Jaume Miravitlles que era director del Comisariado de Propaganda, explica en el reportaje sobre la estancia de André Malraux en Catalunya[iv] que en el fragmento de la película donde bajan los heridos por la montaña de Collbató participaron más de 3.000 personas, entre soldados «que nos dejaron» y gente del pueblo.
En cuanto a médicos y sanitarios, el hospital militar acogió a un numeroso equipo formado por más de cuatrocientas personas, como ya hemos explicado anteriormente.
Cabe mencionar también la presencia, durante toda la guerra, de un grupo variable de trabajadores al servicio de las dependencias que funcionaban, muchos de los cuales ya habían trabajado anteriormente en el santuario. Se trataba de un conjunto de unas setenta u ochenta personas entre el personal del monasterio y las haciendas. Entre ellos destacaba Joan Busquets, que era un antiguo trabajador del monasterio que al empezar la guerra se convirtió en la mano derecha de Puig i Ferreter y sobre todo de Carles Gerhard, conocedor como era de la vida política y social de Monistrol y de las relaciones, a veces tensas, entre este municipio y el monasterio de Montserrat. Tuvo una actitud decisiva en la evacuación de los monjes del monasterio en el momento en que Puig y Ferreter estuvo al frente de la comisaría y posteriormente durante el establecimiento del hospital militar.
Estaba también el hermano Carlos (Gabino) Areso, monje que formó parte de la comunidad y que se quedó en el monasterio. El hermano Areso fue contratado por la Generalitat como vigilante y guía para los visitantes. Se dedicaba a controlar las dependencias monásticas y a mostrar el recinto a los turistas o visitas oficiales que iban a Montserrat.
El hermano Areso se ocupaba también de las visitas oficiales, como los políticos, que entraban en la basílica y a menudo eran obsequiados con conciertos de órgano, ofrecidos por el propio comisario Carlos Gerhard. Areso explica disgustado la visita de Joan Comorera, secretario general del PSUC, y la interpretación en el órgano de La Internacional, el himno del movimiento obrero que se convirtió en una canción reivindicativa e incluso de guerra.
Otro grupo de personas destacadas fue la dotación de mozos de escuadra que estuvieron en Montserrat hasta el final de la guerra.
El 21 de julio de 1936, por orden del consejero de Gobernación Josep M. España, llegaron a Montserrat 15 mozos de escuadra a las órdenes del cabo Pere Mongay i Pomé. La misma tarde tuvieron que hacer frente a personal civil armado que subió con cuatro camiones cargados de combustible, dispuestos a saquear y quemar el monasterio (Fig. 7).
El número de mozos de escuadra que hubo en Montserrat fue variando a lo largo del tiempo entre 9 y 14. En el libro de registro de celdas constan sus nombres, la ciudad o pueblo de donde procedían y el número de familiares que estaban en la celda.
Por Montserrat pasaron políticos de alto nivel, tanto de la política española como algunos representantes de la Generalitat o de distintos partidos políticos. El presidente de la Segunda República Española, Manuel Azaña, tuvo su casa presidencial en el monasterio entre noviembre de 1936 y enero de 1937.
También tenían habitación reservada el presidente de la Generalitat Lluís Companys y algunos consejeros de la Generalitat como Antoni M. Sbert. Pasaron por Montserrat políticos como Joan Comorera; Josep Tarradellas, y hubo visitas oficiales del gobierno de la Generalitat como la del lendakari Aguirre, durante el traslado de gobierno vasco a Barcelona, en otoño de 1937.
El 1 de febrero de 1938 tuvo lugar en Montserrat la penúltima sesión de las Cortes de la República, presidida por Diego Martínez Barrio, junto al doctor Juan Negrín, presidente del consejo de ministros de la República, y los miembros de su gobierno (Fig. 8).
Convocada y organizada en secreto, la sesión se desarrolló en el refectorio de la comunidad. Se decoraron las paredes desnudas con tapices procedentes del Museo del Prado, con alegorías de Don Quijote, y destacaron las intervenciones del doctor Negrín y de Dolores Ibárruri.
Montserrat se convirtió, pese a las circunstancias, en un «oasis» relativamente tranquilo la mayor parte del tiempo que duró la guerra. Muchos de los nuevos residentes encontraban en la montaña un reducto de paz muy alejado de las bombas que amenazaban Barcelona y sus alrededores. Parecía que la realidad de la guerra estaba presente, pero desde la abadía se contemplaba de lejos el desarrollo de la contienda.
Los hijos de estas familias formaban un grupo que a menudo jugaban y se entretenían por las plazas y por los caminos que bordeaban la montaña. Conocemos la presencia de los hijos del comisario Carlos Gerhard, Carlos y María Teresa; Blandy, hija del ingeniero del aéreo Friedrich Gründel, y los hijos de la dotación de los 15 mozos de escuadra, como Maria Cinta Castelló y su hermano Ramonet, Lola Pujol, Montserrat y Luisa Buxons o Gloria Pujol. También los hijos del escultor Viladomat o Taty, la hija del pintor Anglada-Camarasa; también Emili, el hijo de Joan Busquets, y Joan Martí, hijo de Joan Martí i Cortada, ambos colaboradores del comisario de la Generalitat, así como de otros niños de las familias que estaban en Montserrat , como podían ser los hijos de la guardia personal del presidente Azaña durante su estancia en el monasterio.
Las memorias de Carles Gerhard Hortet, hijo del comisario de la Generalitat, o las de María Cinta Castelló, hija del mozo de escuadra Ramon Castelló, ofrecen diferentes puntos de vista complementarios de lo que fue la vida en Montserrat para unos niños que, a pesar de la guerra, pasaron allí unos años inolvidables jugando y campando libremente a sus anchas por las dependencias del monasterio, aventuras y distracciones que en otras circunstancias habrían sido del todo impensables.
Por la prensa sabemos de la estancia de algunos soldados en el hospital de Montserrat. Desde las cabeceras de diarios como Treball, se informaba de su estado de salud y se pedía que se les escribiera.
Otro grupo de personas que estuvo en Montserrat fue un numeroso contingente de refugiados, que habían llegado a Cataluña huyendo de los bombardeos de las zonas en conflicto, coincidiendo con el traslado del gobierno central desde Valencia a Barcelona.
Montserrat no fue ajeno a estos hehos, y Gerhard lo describe como «uno de los momentos en los que ya llegué a temer en serio por la conservación ulterior del famoso y vetusto monasterio». Finalmente se instaló en el Hotel Marcet, entonces en desuso, un centro de acogida de refugiados, el número 45 según la documentación, donde consta el nombre y apellidos de 457 personas refugiadas.
También había lugar para los espías al servicio del ejército sublevado, que redactaron informes secretos para dar a conocer la instalación de un Centro de Endurecimiento en Montserrat. En este informe proporcionaban datos para un posible asalto de Montserrat en el momento en que la guerra estuviera a punto de finalizar. Informbana con todo tipo de detalles de la situación geográfica y de las características del relieve de la montaña. Se describían los transportes en activo que había en aquel momento: dos funiculares teleféricos, entre los que destaca el de San Jerónimo «quizás el más atrevido del mundo», dos funiculares ordinarios que van a San Juan ya la Cueva, el cremallera y el aéreo que va de Monistrol a Montserrat. Destacaban el valor estratégico del funicular de San Jerónimo.
- Recuperación del monasterio
Tras el paréntesis de la guerra civil, el 1 de febrero de 1939 tuvo lugar la toma de posesión oficial de Montserrat por parte de los monjes que, poco a poco, fueron recuperando y adecuando el santuario para dedicarlo al culto a la Virgen de Montserrat (Fig. 10).
- Bibliografía básica
BLADÉ i DESUNVILA, Artur (2007). Versos de guerra i del exili. Barcelona: Publicacions de l’Abadía de Montserrat.
CASTELLÓ, Maria Cinta (2016). Els mossos que van salvar Montserrat: un d’ells, el meu pare. Barcelona: Llbres de l’Índex.
GERHARD, Carles (1982). Comissari de la Generalitat a Montserrat (1936-1939). Barcelona: Publicacions de l’Abadía de Montserrat.
MASOT i MUNTANER, Josep (1984). La Guerra Civil a Montserrat. Barcelona: Publicacions de l’Abadía de Montserrat.
RÍU PORTA, Josep (1979). Hospital militar a Montserrat: 1938-1939. Montserrat: Publicacions de l’Abadía de Montserrat.
PARA SABER + :
SECUENCIA XXXIX: DÓNDE Y CÓMO SE RODÓ.
NOTA: Este articulo es un extracto del interesantísimo libro de la autora (en catalán):
RIUS I BOU, Àngels (2023). Impremta i biblioteca a l’hospital militar de Montserrat (1936-1939).- Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
[i] Àngels Rius i Bou: Impremta i biblioteca a l’hospital militar de Montserrat (1936-1939).– Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2023.- (Biblioteca Abat Oliba; 315).- ISBN: 9788491912576. El el libro se puede adquirir en la web de Publicacions de l’Abadia de Montserrat: http://www.pamsa.cat
[ii] Altolaguirre era amigo de Max Aub, desde los tiempos de la redacción de Cruz y Raya. En la impremta que tenia a Madrid, acogió a Serafin F. Ferro, que interpretaría a Saïdi a Sierra de Teruel (ver: https://www.visorhistoria.com/el-deseo-truncado-serafin/)
[iii] TORRES H. MANTECON, Marco Aurelio (2006) “Poetas en guerra: Neruda y Vallejo en un curioso sello editorial: Las Ediciones Literarias del Comisariado del Ejército del Este (1938-1939)”. En: Congreso Internacional “La Guerra Civil Española. 1936-1939). Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. P. 5.
[iv] Televisió de Catalunya. Sèrie “Tarasca”. Set mesos de rodatge 2004, Ver en: https://www.visorhistoria.com/anexos/videos/