Capítulos 4.1.2 y 3 de La verdadera historia del rodaje de Sierra de Teruel.
El día 2 se ha recibido, por fin, algo de película virgen. El 3 ha habido un duro bombardeo[i] que incluso ha afectado al vecino Estadio de Montjuich, así que el primer día de rodaje es el jueves 4 de agosto.
Ha sido fácil, ya que estaba todo preparado desde días atrás. La película anteriormente rodada en Orphea, titulada ¡No quiero, no quiero! y basada en una obra cómica de Jacinto Benavente, crítica con la formación que impartían las clases altas, había sido dirigida por Francesc Elías[ii] con gran disponibilidad de medios, al ser delegado de Cinematografía de la Generalitat (a pesar de su tendencia filo-falangista). Los responsables del decorado han preparado un comedor con todo tipo de detalles. Pero ha surgido un problema, que el belga Denis Marion plantea al entrar y ver la disposición de los elementos[iii]:
—¿Creéis que un frigorífico estaría en el comedor, al lado de una armadura, en una sala como esta?
Malraux corta:
—De entrada, la armadura la tiramos. ¿Acaso estamos en una comedia mundana como la que rodó Elías?, ¿Pensáis que vamos a hacer una nueva Drôle de drame[iv]?
—En Francia, estoy seguro de que la nevera no estaría en el comedor. En España, lo ignoro.
Max Aub interviene:
—La nevera se halla siempre en el comedor.
Esta afirmación categórica no tranquiliza Malraux, que solo confía en su propia experiencia:
—Consultemos a los indígenas.
El responsable de atrezo tiene su opinión:
—La nevera es el primer sitio donde buscaría la policía.
—Tú no sabes lo que pasa en casa de los fascistas. El propietario no teme a la policía.
—Entonces, ¿por qué esconde las armas?
Malraux, perplejo, acude a la sensibilidad femenina de las tres secretarias, que conocen el guion por haberlo mecanografiado.
—No es inverosímil que una nevera esté en el comedor —dice Marta.
—Pero no se conservan los salchichones en ella. Se cuelgan al aire libre —apunta Elvira.
—Y por otra parte, los revólveres se oxidarían en su interior —aporta Zoé.
Malraux corta tajante:
—La nevera está condenada. Los revólveres y los salchichones estarán en el bufé. Yo insisto en los salchichones. Causarán una gran sensación cuando se vean en la pantalla: hace meses que los desafortunados no ven ni uno. ¿Alguna objeción?
La anécdota, narrada con detalle por Denis Marion, la primera del largo y atrabiliario rodaje merece que nos detengamos en ella. El guion indica simplemente: DECORADO: Comedor, en casa de un fascista. La armadura es parte del fondo de atrezo de los estudios Orphea, así como el resto del mobiliario pero tal elemento no se menciona en ningún párrafo del guion. Pedro, con una pistola en el bolsillo, acompañado de Barca, encuentran al propietario de la casa en pijama. Lo acorrala y le pregunta: ¿Dónde están las armas? El burgués señala un armario. Pedro y Barca lo abren y encuentran armas y víveres. Barca sostiene un saco, donde Pedro va echando todo lo que han encontrado: salchichones, jamones, pistolas y munición, momento que el fascista aprovecha para huir.
No ha trascendido el nombre de los dos actores que encarnan a los republicanos Pedro y Barca, pero ambos tendrán bastante relevancia en las secuencias siguientes, rodadas posteriormente en estudio, la calle Santa Ana de Barcelona y también en Tarragona, en la serie que explica la aventura de los republicanos que salen de la ciudad para llevar las armas halladas, junto a la dinamita de González, a la asediada Linás.
El rodaje de los cuatro planos de la secuencia en casa del fascista (V) ha precisado de dos días y casi la mitad de la película disponible, al haber tenido que repetirlo dos veces. Antes de seguir con otras secuencias, ha surgido ya el primer impedimento grave. Llevados los negativos a los laboratorios Foto-Film[v] para su revelado ha habido, a mitad del proceso, una alarma que se ha repetido a lo largo de la tarde y noche, significando el corte de la corriente eléctrica, lo que ha estropeado todo el trabajo y el material. ¡Al garete todo el esfuerzo, con lo que costó poner la cámara sobre los raíles que atravesaban todo el comedor![vi] El problema puede ser crónico, puesto que casi a diario hay alarmas y, sean reales o no, se procede a cortar la electricidad en la ciudad.
JULIO PEÑA: En sus memorias, escritas ya terminada la guerra, cuenta: Los comunistas -muchos extranjeros llegaron para esto- decidieron hacer una película de la actualidad española, titulada L’espoir, una película, más que tendenciosa, infame, llena de truculencias. Y sin opción posible me señalaron para trabajar en ella. Ya faltaba poco, se veía que la guerra tocaba a su término, y entre todos los “enganchados” para este filme comunista nos encontrábamos algunos dispuestos a resistir en aquella forzosa ocupación hasta la entrada de las tropas liberadoras. Fuimos despacio, hicimos todas las diabluras posibles para que L’espoir no se acabara nunca (PEÑA (1943): 24)
No sería descabellado pensar que también informara a sus amigos de la Quinta Columna del proceso de rodaje.
Ante tal desastre, a la mañana siguiente se han reunido para ver que se podía hacer. André ha concluido que el proceso de revelado se deberá hacer en París. Al mediodía ha hablado ya con Roland Tual, que se ha comprometido a hacerlo en los estudios Pathé, en Joinville-le-Pont, como ya había sugerido al concretarse que toda la filmación se haría en una España en guerra[vii].
Max Aub, ante tal infortunio, y hablando de los bombardeos, ha comentado, sin respuesta:
—Es curioso, empezamos a rodar en Montjuich, y el día antes bombardean la montaña. Es muy raro que lo hagan por las defensas antiaéreas del castillo. Ha habido daños en el funicular y en el Estadio[viii]. Ignoro si los refugiados de Málaga que están allí se habrán visto afectados. Cuando pueda iré a preguntar. Pero no paro de pensar: ¿Venían a por nosotros?, si es así, cabría preguntarse cómo se enteraron tan deprisa de nuestra labor.
No quiere acusar a nadie, pero al resto del equipo no se les escapa el poco aprecio por la República del galán: Julio Peña[ix], ausente durante dicho rodaje por no intervenir en la secuencia.
Malraux ha ordenado parar el trabajo en estudio, y se han guardado la parte de negativos que aún no se habían estropeado. Al tratarse de una secuencia fácil y de interior, se ha decidido posponerla para llenar en el futuro algún hueco del calendario. Al cabo, no se aprovecharán ni se volverán a rodar, por lo que la secuencia no aparecerá en la versión final de la película. Se guardará el saco con el heterogéneo armamento para cuando se pueda rodar la secuencia en la que Pedro y Barca lo entregan a los compañeros que se dirigirán a Linás (secuencia VI), por descontado sin los salchichones ni el jamón.
Se termina la semana sin progresar en el rodaje. El sábado, el equipo técnico ha visitado el Pueblo Español[x], curiosa colección de edificios copiados de todas las partes del país, que fue inaugurado en ocasión de la Exposición Internacional de 1929, al igual que los palacios que pueblan la montaña, como el de los Estudios Orphea (que había sido el Palacio de la Química), a pocos pasos, lo que será muy práctico a la hora de rodar exteriores.
A Malraux, la visita le hace recuperar el ánimo. Ahorrarán desplazamientos y ganarán tiempo. Sí, en especial en la secuencia del paso de las líneas del frente por parte del campesino de Linás. En caso de necesidad podrá sustituir los exteriores que se pensaban rodar en Cervera, quizá demasiado cerca del frente de batalla. Pero también podrán rodarse algunos interiores, puesto que hay salas amplias en algunos de los edificios emblemáticos, como el que reproduce el Ayuntamiento de Valderrobres (Huesca).
Josette está radiante, ve a su amado recuperarse del primer contratiempo con más energía que nunca. Además, el domingo llega su amiga íntima Suzanne, que le traerá un montón de artículos de belleza, queso Roquefort, tabaco… todo que le ha pedido y que en una Barcelona en guerra es imposible encontrar.
Dedican el domingo a rondar por Barcelona. Suzanne Chantal contará en un libro: “Nos tumbamos en el césped de la Plaza de Cataluña, esperando los aviones de bombardeo que no llegarán hasta el alba”[xi]. Por la tarde, buena parte del equipo irá al cine Ascaso[xii], cerca de la Plaza Cataluña, a ver “La señorita de Trévelez”, donde actúa Nicolás Rodríguez, contratado por Max Aub para el papel de Mercery[xiii] en la película.
Anochece cuando se reúne de nuevo el equipo en la habitación de Malraux en el hotel Ritz. Mientras comparten un rillette de veau, se aseguran de que lo tienen todo a punto para el rodaje en el aeropuerto. Ha habido una nueva alarma de bombardeo, sin que afecte a la zona.
4.1.3.- La Volatería.
El lunes día 8 se han encontrado en el despacho de Producciones Malraux, en la Diagonal, para coger los coches e ir hacia El Prat. Primer contratiempo: No se presenta José Santpere, que alega un resfriado. Su avanzada edad, pasados los sesenta, y su delicada salud[xiv], hacen que Max no insista. Está seguro de poder contar con él en las secuencias clave. Sí han venido Pedro Codina y Julio Peña, que unidos a diversos extras, en dos coches, emprenden el camino hacia el campo de aviación de La Volatería, seguidos por el camión con las cámaras y focos.
Max Aub se encarga de informar al jefe del puesto:
—Le indico el guion: Un grupo de aviadores ve la llegada de un avión con el motor ardiendo. Van al hangar para coger extintores y, junto a una ambulancia, corren hacia donde se ha producido un aterrizaje forzoso que daña el aparato. Desde el interior de este, se oyen golpes de los aviadores que intentan abrir la portezuela para salir. Les costará. Habrá algún herido y un muerto. El comandante sale ileso —el actor no ha podido venir por estar enfermo, aclara—, y se dirigirá al puesto de mando para informar por teléfono. El resto, sacarán al muerto del aparato y lo llevarán en una camilla hasta las oficinas.
Apretando los labios, el capitán se inclina sobre sus rodillas y, mirando fijamente a Malraux, le dice:
—Ambulancia: sí. Extintores es un concepto no muy preciso, pero algo habrá, y también una camilla. También puedo dejarle algunos soldados para que hagan de relleno, pero ni soñar en que le suministre un avión en llamas y tampoco, claro, uno que esté dañado. Cuando hay algún desperfecto los llevamos a Sabadell. Por descontado, ayudaremos en todo lo que podamos, veo que llevan bastante material de rodaje. Tendrán hasta las cuatro de la tarde. Luego tenemos tarea militar. Casi cada atardecer los fascistas vienen desde Mallorca. En cuanto a las oficinas…
Malraux responde a Max que ha traducido:
—Lo del avión en llamas lo entiendo. Cuando hicimos el guion nos dejamos llevar por el detalle. Pero no importa, alguna imagen de archivo conseguiremos. Habla con Berenguer para ver que tienen en Laya Films. En cuanto al avión que se estrella y del que rescatan a los heridos y al muerto, supongo que, por desgracia, alguno habrá en el futuro[xv]. Si nos llaman cuando suceda, al día siguiente estamos aquí y lo filmamos. Por lo que respecta a las oficinas, no será problema, este fragmento tenemos previsto rodarlo en los estudios de Barcelona.
Aub traduce, con un temblor en la voz, temeroso de la respuesta de su interlocutor.
La cara del militar es indescriptible. ¿Serán tan inocentes como aparentan?, ¿derrotistas, quizás? El tema no tendrá mayor recorrido, al agravarse paulatinamente las condiciones de rodaje y también las bélicas. No se rodarán los planos en los que aparece, ya en tierra, el avión siniestrado.
Codina interrumpe, para alivio del jefe:
—Si Santpere no está, podríamos empezar por mis secuencias.
Sin esperar la respuesta de Malraux, Aub se dirige al comandante del puesto:
—¿El De Havilland que nos prometieron está listo?
—Sí, eso sí. Bajo los árboles.
—¿Y tendrían un piloto para una acrobacia?
La inquietud del militar va en aumento. ¿Acrobacias?
—Me explico: el argumento trata de un nuevo candidato a piloto, un alemán veterano que hace dos décadas que no pilota. Debe parecer que lo prueba y acaba estrellando el avión —su interlocutor con unos ojos como platos, mudo—. Pero no se inquiete. Hemos pensado —mira a Marion y a Malraux, que asiente, que si un piloto puede hacer descender el avión hasta ras de suelo, lo filmamos, cortamos, y luego, cuando aterrice correctamente, rodamos el avión capotado. Solo tendríamos que ponerlo en posición casi vertical, pero sin dañar nada en absoluto, cubriendo la hélice de arena. Sería un momento. El cine puede hacer maravillas.
A Aub no le pasa desapercibida la sonrisa evocadora de André. El oficial, callado, pensando. Al cabo de unos instantes eternos, se levanta:
—Manolo lo hará, es muy bueno. Se ajustará en lo posible, luego ustedes verán como lo montan. Y en cuanto al avión capotado… Quizá podamos levantar la parte trasera y fijar el motor y la hélice con un montón de tierra. Pero eso, si acaso, lo haríamos nosotros cuando podamos. Ni hablar de que sus hombres toquen el avión.
Y ya marchando, murmura: Una película, vaya, vaya.
Page y sus ayudantes están colocando ya la cámara Debrie Super-Parvo, cerca de la pista de aterrizaje, mientras Berenguer, que ha sido cedido por Laya Films inicialmente como foquista a pesar de su experiencia rodando el desembarco de Bayo en Mallorca o la conquista de Teruel, va mirando aquí y allá con una Eyemo de mano. En aquel momento, un grupo de soldados sale haciendo instrucción de detrás del reducido acuartelamiento, y él lo filma. Servirá luego.
Ha llegado el capitán con el tal Manolo, ya equipado. Miran curiosos el montón de cajas, paneles y focos, con la cámara presidiendo. A un gesto de mando, el piloto se dirige a los árboles que limitan con la playa del Prat, donde hay algún aparato camuflado.
Al rato, el ruido de un motor anuncia que el De Havilland arranca. Despega y, mientras la cámara va rodando, da dos vueltas al campo, con pases rasantes cuando está delante de ella. En el segundo llega a tocar el suelo, levantando una polvareda con las ruedas. Luego aterriza pausadamente.
—¡Magnífico! —exclama Malraux. Los demás aplauden. El avión ha quedado cerca del bosquecillo. Saludando con el brazo, Manolo se retira.
Con la excitación del primer trabajo en exterior, no se han dado cuenta que se les ha pasado la hora de comer. No lo habían previsto, son los primeros días y aún no hay un equipo definido para el suministro. Lo dejan por hoy. La cocina del aeropuerto les da unos bocadillos.
Mientras van guardando los utensilios, se oyen unas ráfagas de ametralladora.
—¿Qué pasa? —pregunta inquieto Marion. Page levanta la cabeza sobre la caja de película que está cerrando.
Un soldado que pasa por allí responde sonriente:
—No tengáis miedo. Son ejercicios de tiro.
Aub que lo ha oído, inquiere:
—¿Los hacéis cada día?, mañana por ejemplo.
—Sí, claro, por la tarde. Las mañanas son más complicadas. Y ahora, con lo del Ebro[xvi]…
Lo hablarán ya en el despacho de la Diagonal. Es una buena ocasión para rodar el conjunto de escenas de Schreiner en el campo de aviación. En el guion, después del fracaso en su intento por pilotar de nuevo, pide ser integrado en la milicia, pero viendo unas pruebas de tiro, solicita ensayar, con gran éxito. Dirá: —Esto todavía sé hacerlo.
Su participación como ametrallador del avión siniestrado en la supuesta sierra de Teruel, dará lugar a una de las escenas más emotivas, ya al final de la película. Pero no adelantemos acontecimientos.
Al día siguiente, la actividad se centrará en los planos con Codina/Schreiner. Hace un sol magnífico. Mientras el equipo técnico monta los paneles y la cámara alrededor de una ametralladora Hotchkiss de 7 mm, Malraux comenta con los militares los hechos recientes: en Francia, el presidente Daladier ha visitado los servicios de defensa antiaérea de la frontera, que han sido reforzados en la región Cerbere/Banyuls[xvii] Hay preocupación por acciones de la aviación rebelde en territorio francés.
Al llegar, con la ayuda divertida y entusiasta de unos reclutas, han puesto casi vertical el De Havilland. Codina, sudando bajo su uniforme, actúa correctamente. Sin embargo, su marcado acento catalán hará inviable la versión de audio. Aub se ofrecerá a doblarlo, con su acento extranjero, dado que se trata de un
aviador alemán. Siguen. Ha habido suerte y Santpere ha podido acudir a la cita del segundo día, vistiendo su uniforme de comandante, lo que causará una anécdota divertida. Se rueda: El comandante Peña Se acerca en un coche al avión, habla con Schreiner y luego desaparece, va a descansar al acuartelamiento.
La operación con la ametralladora es más compleja. Codina nunca ha manejado tal tipo de artefacto, y actúa encogido. Nicolás Rodríguez, que ha acudido vestido de uniforme, le da algunos consejos. Para demostrar la habilidad en el tiro de Schreiner, un soldado disparará mientras se filman las dianas.
Malraux está exultante. En un par de días, habrán rodado los seis planos de la secuencia XXV y algunos de la I. Mientras los técnicos van recogiendo el material, él va al encuentro de Santpere.
–¡No dirás lo que le ha dicho a un recluta! —le comenta Julio Peña, intentando congraciarse con el director, después de haber estado toda la mañana deambulando por las instalaciones, sin acercarse al rodaje.
El hecho es el siguiente: Acabado el plano en el que recibe a Schreiner, Peña/Santpere ha ido al interior del cuartel para resguardarse del fuerte sol de agosto. En el camino, se ha cruzado con un grupo de reclutas. Uno de ellos, cuadrándose ante el uniforme, ha comentado a un compañero: “Mira, parece Santpere, tiene la misma cara”. A lo que el actor ha respondido, mirándole fijamente a los ojos: “La misma cara y el mismo culo”. Su buen hacer en los vodeviles del Paralelo sigue intacto a pesar de la edad[xviii]. Todos ríen. Después de una primera semana de angustia por la falta de película virgen, el proyecto ha empezado bien. A pesar de la guerra.
Regresan ya anochecido. Al día siguiente, enfriando el entusiasmo, pasarán todo el día en los estudios Orphea, contemplando el intensísimo bombardeo de la zona del puerto. Les han telefoneado del aeropuerto indicando que no sería posible atenderles en todo el día. En Barcelona, han sido alcanzadas las instalaciones de la Campsa, generando una gran humareda[xix]. Algunos han subido hasta el castillo de Montjuich para verlo. Dirá años más tarde Elvira, la secretaria: “Cuando se rodaba en estudio, como estaba situado en la montaña de Montjuich, y justo al lado de la loma estaban los depósitos de gasolina que abastecían a los barcos, los cuales continuamente eran blanco de los bombardeos aéreos, entonces, los más miedosos, yo entre ellos, salíamos del edificio y nos tirábamos a tierra sobre el césped del parque. Un día, los Junkers acertaron de pleno en los tanques de gasolina y la humareda del petróleo quemado cubrió media ciudad durante unos días”[xx]. El hecho se repetiría varias veces.
En el hotel, comentarán la noticia de La Vanguardia, según la cual el gobierno francés ha comunicado a Londres que si persiste el silencio de los facciosos sobre las negociaciones referentes a la retirada de “voluntarios” extranjeros en suelo español (cuya retirada había aceptado la República el 26 de julio), le será difícil mantener las medidas de control tomadas en la frontera. Malraux habla con Marion sobre la posibilidad de que mejoren las entregas de material, a lo que Aub, con una mueca irónica, comenta: A buenas horas.
Uno de los problemas que plantean los estudios Orphea, además de la distancia y la vecindad con la policía militar, es su falta de insonorización, lo que, en caso de bombardeo, o simplemente de ejercicios de artillería, puede provocar la inutilidad de lo que se esté rodando. Con el tiempo, y después de muchas rabietas, se decidirá doblar el sonido en Francia, en cuanto sea posible. Por si acaso, sin embargo, si llega seguirán grabando con la cinta de sonido de que dispongan.
La semana no acaba tan bien como empezó. En un momento de nerviosismo, Aub sugiere que se alternen los rodajes de exteriores con los de interiores, en los estudios. En concreto, dice, podemos ir avanzando en el guion si rodamos la secuencia II, con los honores a Marcelino muerto. Son cuatro planos, si la gente responde, quizá podamos apañarnos con la virgen que queda. Malraux accede.
Max, que ha estado en El Prat y Cornellá buscando y fotografiando caras para posibles extras, irá a dichas localidades y contratará, a cambio de algún vale de comida y algo de dinero, a una treintena de personas. Quedan el sábado para rodar. Ya saliendo, Malraux coge por el brazo a Aub:
—¿Cuándo llegará más película?, ¿has preguntado a Miravitlles? Así no podemos seguir.
SABER +:
RODANDO EN EL AEROPUERTO: Localizaciones de los aeropuertos cercanos a Barcelona.
SECUENCIA V: LA NEVERA. Profundizando en esta secuencia que no aparece en el montaje final.
JOSÉ SANTPERE: Análisis de su biografía.
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NOTAS:
[i] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004). Página 280.
[ii] SANCHEZ OLIVEIRA, Enrique (2003). Aproximación histórica al cineasta Francisco Elías (1890-1977). Sevilla, Universidad de Sevilla. ¡No quiero, no quiero! No se estrenó hasta finalizada la guerra.
[iii] MARION, Denis (1996). Página 49 y siguientes.
[iv] Película dirigida por Marcel Carné en 1937 y producida por Édouard Corniglion-Molinier, amigo de Malraux y colaborador en la última etapa de Sierra de Teruel. Tendría un papel crucial en el salvamento de una copia de esta.
[v] Declaraciones de Manuel BERENGUER en: Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca nº 3 (1989) Valencia, Generalitat Valenciana. Página 282
[vi] Archivos de la Filmoteca nº 3(1989) Página 60.
[vii] Curioso el relato que hace la esposa de Tual, Denise, sobre el paso de película por la frontera cerrada a causa de la No Intervención. Ver: https://www.visorhistoria.com/historia-y-ficcion/
[viii] ARAÑÓ, Laia y CAPDEVILA, Mireia (2018) Topografia de la destrucció. Els bombardeigs de Barcelona durant la guerra civil (1936-1939). Barcelona, Ajuntament. Página 177, para el bombardeo del 3.8.38.
[ix] https://www.visorhistoria.com/un-topo-en-el-rodaje/
[x] https://www.visorhistoria.com/rodando-en-el-pueblo-espanol/
[xi] CHANTAL, Suzanne (1976). Un amor de André Malraux. Josette Clotis. Barcelona, Grijalbo. Página 114.
[xii] Después de la guerra se llamó Cine Vergara, en la calle del mismo nombre. La Vanguardia, 2.8.1938. P.7
[xiii] No sería así. Ver: https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-los-actores-1/
[xiv] Fallecería al año siguiente. https://dbe.rah.es/biografias/82325/josep-santpere-i-pey
[xv] No se rodará, quedando la Secuencia I muy distinta de lo previsto. Analizado en: https://www.visorhistoria.com/secuencia-i-3-el-avion-derribado-2/
[xvi] El ejército de la República había cruzado el Ebro el 25 de julio. Después de un avance exitoso, la situación se estaba estancando.
[xvii] La Vanguardia, 5.8.1938, página 4.
[xviii] Anécdota contada por su hija Mary, en: Solé, Felip (Dir.) (1986) Set mesos de rodatge. TV3: Cinema de mitjanit. (emitida el 11.7.1986)
[xix] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004). Página 281.
[xx] Declaraciones de Elvira Farreras en: Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca nº 3 (1989) Página 289
Interesantisimo documento sobre el film, sobre la guerra entorno, sobre Max Aub y sobre Malreaux y el cine en esas circunstancias. Gracias.