Esther Lázaro Sanz[1]
(Investigadora y dramaturga en la U.A.B.)
A pesar de los estudios dedicados a Sierra de Teruel, con mención especial a esta web y a todo el minucioso trabajo que Antoni Cisteró lleva a cabo para dar a conocer cada vez más datos sobre la película, su rodaje y las personas implicadas en este proyecto francés en suelo español, el papel que María Luz Morales jugó en él sigue siendo un misterio.
De María Luz Morales Godoy (1889, A Coruña – 1980, Barcelona) se destaca siempre como hito en sus semblanzas que fue la primera mujer en dirigir un periódico de tirada nacional, La Vanguardia, durante los primeros meses de nuestra guerra. También fue la primera mujer en formar parte de su redacción y constar en plantilla, desde 1923, aunque ya colaboraba en él desde 1921. Entre 1923 y 1933 ejerció de crítica cinematográfica bajo el galdosiano pseudónimo de Felipe Centeno. Sus críticas llamaron la atención de la filial española de la productora Paramount Films, que se interesó por conocer a don Felipe y se llevó una sorpresa al encontrarse con la señorita Morales. Rápidamente le propusieron trabajar para ellos como directora literaria, puesto que conllevaba, además de dirigir las publicaciones publicitarias de la productora, como la revista Paramount Magazine (más tarde Paramount Gráfico), también encargarse, especialmente a partir de la llegada del cine sonoro, de la adaptación de los diálogos, textos, traducciones… del doblaje de sus películas.[2]
Su nombre se vincula así al mundo del cine desde los años veinte, hecho que sin duda motivó su inclusión en el proyecto de Malraux, probablemente a través de Max Aub. Aunque no sabemos si se conocían de mucho tiempo antes, para mayo de 1938, cuando Malraux y su proyecto aterrizan en Barcelona, María Luz Morales y Aub han coincidido ya tanto en las páginas de La Vanguardia, en las que Max publicará varios artículos entre diciembre de 1937 y mayo de 1938, como en el Consejo Central del Teatro, organismo gubernamental que gestionó la actividad teatral durante la guerra, en el que Aub ejercía de Secretario desde el verano de 1937 (motivo por el que estaba en Barcelona) y Morales constaba como vicepresidenta de la Comisión del Teatro de los Niños y como secretaria de la Comisión de Censura, Lectura y Repertorio. Esa relación con el autor exiliado, su gran prestigio como crítica (desde su fundación en 1933, era la Presidenta honorífica de la Agrupación de Periodistas Cinematográficos), y su trabajo en el mundo del cine con la Paramount justificarían su inclusión en el equipo español de Sierra de Teruel. Además, por supuesto, de su perfecto dominio del francés, lengua de la que traducía a grandes literatos como, por ejemplo, André Maurois.
Sin embargo, llama mucho la atención el silencio alrededor de su participación en la producción de Sierra de Teruel. Por un lado, podría atribuirse a la invisibilización sistémica de las mujeres. Pero cuando acudimos a los principales testimonios acerca del proceso de creación de la película, del rodaje, de los trabajos desarrollados en escenarios catalanes, fuentes como Denis Marion sí hacen referencia a las tres secretarias, Elvira Farreras, Marta Santaolalla y Zoe Ramírez.[3] ¿Por qué no mencionar a María Luz Morales? Tampoco la nombra Max Aub en los varios textos dedicados a Sierra de Teruel que publicará en su exilio mexicano,[4] y ese olvido a su amiga nos parece todavía más grave por lo que señalaremos más adelante.
La única que sí la mencionará será Elvira Farreras, quien, en su testimonio reproducido en 1970, le atribuye el rol de asistente ocasional de Max Aub,[5] y en ese mismo testimonio, pero ampliado e incluido unos años después en el número de la revista Archivos de la Filmoteca [Valenciana] dedicado a Sierra de Teruel, la nombrará en el grupo de intelectuales que participaban en el film junto a Denis Marion y a Aub.[6] Todavía años más tarde, en un artículo a propósito del autor exiliado, Elvira reconocerá que «fue la gran amiga Mª Luz Morales, asesora de la película, la que me introdujo en este apasionante mundo literario y de cine»[7]. No sabemos si se refiere a que fue Morales quien la propuso para su cargo de secretaria o si, habiendo sido recomendada por la esposa de Ricardo Gutiérrez Abascal, como expresa en el texto anteriormente citado,[8] Morales la instruyó, de algún modo, para que se familiarizara con el ambiente y el léxico propios del mundo del cine.
En cualquier caso, no sería de extrañar que, a pesar de la contradicción en las declaraciones, se refiriera a la primera opción, que fue María Luz Morales quien la propuso como secretaria, ya que hizo lo mismo con otra de ellas, Zoe Ramírez, y con Federico Ramírez, que consta como auxiliar de cámara en la ficha técnica de la película ofrecida en Archivos de la Filmoteca y reproducida después en el Catálogo general del cine de la guerra civil,[9] siendo asistente de Manuel Berenguer, quien le recuerda en su testimonio sobre la experiencia fílmica,[10] y como corrobora también su nombre completo en una nota en las libretas de trabajo de Max Aub[11] (aunque Denis Marion considere que los asistentes españoles –a excepción de Berenguer– apenas hicieron acto de presencia).[12] Tanto Zoe como Federico Ramírez Morales eran sobrinos de María Luz, hijos de su hermana mayor Adela, viuda desde 1922 del capitán de dragones (un cuerpo de caballería) Federico Ramírez Quintana, con quien había tenido tres hijos: Federico, Adela y Zoe.
Es probable que María Luz fuera asesora de la película como Max Aub y que trabajaran juntos en algunas de las tareas, especialmente las relacionadas con la producción, la contratación y la traducción. Uno de los biógrafos de referencia de Malraux, Olivier Todd, la menciona también en este sentido al afirmar que el guion de la película lo tradujo Aub «ayudado por María Luz Morales»,[13] como apunta también Farreras al recordar que cuando iba al Hotel Majestic a picar a máquina la traducción del guion para el día siguiente que le dictaba Aub, Morales a veces estaba allí ayudándole,[14] cuando no era ella misma quien le dictaba a Farreras.[15] Sabemos también que probablemente María Luz acompañara a Aub a París en alguno de los viajes para conseguir material, ya que fue en la capital francesa donde conoció a las hijas del escritor, como ella misma recuerda en una carta años más tarde,[16] y el único momento temporal en que Morales y la familia Aub-Barjau pudieron coincidir en París fue en 1938. En cualquier caso, resulta evidente que ella y el dramaturgo trabajaron mano a mano en el film. La encontramos también en las fotografías del rodaje en la calle Santa Anna, abrazada a unos folios, detrás
de Aub y de Malraux o a su alrededor, y también en una fotografía en el Prat de Llobregat, donde es la única mujer entre todo el equipo masculino, sentada en la esquina con un sombrero que no impide que podamos reconocerla. Por tanto, es indudable que María Luz estuvo allí, asistiendo durante el rodaje.
No solo las pruebas fotográficas nos lo indican, sino también su propio testimonio, que recoge en Alguien a quien conocí (Juventud, 1973; reeditado en Renacimiento, 2019). En dicho libro, recopila varios artículos que había publicado en prensa, en el Diario de Barcelona, donde contaba sus encuentros con grandes nombres de la historia del siglo XX. Es lo más parecido a unas memorias que nos dejó. En el texto dedicado a Malraux, ella misma nos cuenta que fue «“alguien a quien conoció” en 1938 esta aprendiza de periodista, [cuando] él era, sobre todo y ante todo, a mis ojos –y a los de cuantos le rodeábamos– el entendido y apasionado cineasta que, en los entonces muy precarios estudios de Montjuich, dirigía […] una película que no llegaría a terminarse, y que así, inacabada, se proyectaría alguna que otra vez –raras veces– mundo adelante, ya con el título de L’Espoir, ya con el de Sierra de Teruel».[17]
Luego relata –con todo lujo de detalles, imposibles de conocer si no los hubiera presenciado– un día cualquiera de trabajo en los estudios de Montjuïc (el 20 de julio de 1938, escribe) y la desenvoltura del director y del equipo cada vez que sonaba la claqueta y él decía «On tourne!».[18] Describe también los principales escenarios donde rodaron las secuencias exteriores, como «el campo de aviación del Prat (donde se llegó a rodar ¡de noche! con gran lujo de focos encendidos… y consiguiente riesgo de bombardeo); las barcelonesas calles del Cali y de Santa Ana (la “Santana”, llamaban los extranjeros a esta secuencia, que se rodó, primero, con gran susto, luego con creciente curiosidad y hasta alborozo de los vecinos…); el Pueblo Español; paisajes de Tarragona y de Cervera, Collbató, Montserrat…».[19] Recuerda también la figura clave de Max Aub durante el rodaje y las gestiones, las vicisitudes y complicaciones de la producción en unos tiempos tan precarios como los que se vivían en la Barcelona ya arrasada por los salvajes bombardeos de marzo de ese año, los retrasos que suponían los ataques enemigos o los viajes a París para revelar lo rodado y conseguir materiales para continuar, desde las propias cintas vírgenes hasta «incluso ¡el maquillaje para los intérpretes!».[20] Y recuerda también el rodaje de algunas de las secuencias más emotivas, a su parecer, como el descenso de la montaña que cierra el film, el descenso por esa cumbre de Montserrat que se convierte en la sierra turolense y que conmueve en su sobriedad, como asegura Morales.[21]
Además de la semblanza biográfica de André Malraux y de la reseña de sus Antimemorias, nuestra autora aprovechará ese extenso artículo para dejar su testimonio personal de la experiencia compartida con el intelectual francés en 1938 y, a la vez, para ofrecer su crítica de la película (que seguramente no logró ver) y brindar al público de la por entonces todavía España franquista la historia de esa historia terrible y maravillosa que fuera Sierra de Teruel y el desafío de rodar una película sobre la guerra civil española durante la guerra civil española. A pesar de los años transcurridos, no dejan de ser atrevidas para la prensa franquista algunas de las frases que Morales va colando entre recuerdos y que, por lo visto, también la censura literaria pasó por alto, ya que autorizó el libro sin tachaduras.[22]
Como sabemos, el rodaje se interrumpió con la llegada de las tropas franquistas a Barcelona a finales de enero de 1939. Morales, que no se fue al exilio como la mayoría de sus amistades, fue represaliada por el franquismo, encarcelada durante cuarenta días en la cárcel de Les Corts, depurada profesionalmente y relegada al ostracismo, al insilio, hasta que en 1948 pudo volver a publicar con su firma en la prensa, en el Diario de Barcelona. El prestigio que la precedía se mezclaba con su estigma de republicana, pero eso no impidió que, pasados los años del primer franquismo, terminara por encontrar su hueco en la intelectualidad del momento y su imagen se rehabilitara, llegando a recibir varios premios y reconocimientos del régimen por su trayectoria en las décadas de 1960 y 1970. No obstante, en su fuero interno añoró siempre los años republicanos y las amistades que se marcharon con la diáspora, como denota la correspondencia personal que hemos podido recopilar hasta la fecha.[23]
En cuanto a su vinculación cinematográfica, destaca su magna El cine. Historia ilustrada del séptimo arte, una obra en tres volúmenes con excelentes imágenes, publicados en la editorial barcelonesa Salvat en 1950, de consulta imprescindible para cualquier interesado en la historia del cine. En la práctica, participó en la adaptación de su novela sentimental Tres fines de semana, llevada a la gran pantalla por Víctor Aguado en 1961 bajo el título de El amor empieza en sábado[24] y protagonizada por la actriz austríaca Erika Remberg y por el actor uruguayo-mexicano –hijo de la escritora feminista canaria Mercedes Pinto– Gustavo Rojo, que en aquel momento eran marido y mujer. Casualidades de la vida, Rojo había trabajado en México con Max Aub, en las películas Amok (Antonio Momplet, 1944) y Barrio de pasiones (Adolfo Fernández Bustamante, 1948), en las que el autor exiliado hizo de dialoguista y adaptador, respectivamente; y, junto con sus hermanos los también actores Rubén Rojo y Pituka de Foronda, formó parte en 1944 del elenco de la compañía El Bú, fundada y dirigida por Aub en la capital mexicana.[25]
María Luz Morales no volvería a ver a André Malraux, a pesar de que pudiera haberlo hecho en alguno de sus viajes a París en los años posteriores, pero el cargo de ministro le imponía demasiado. Sí, en cambio, a Elvira Farreras, con quien mantuvo la amistad a lo largo de los años; y a Max Aub y a Perpetua Barjau, su mujer, a la que Morales habría conocido, además de en París, en una visita suya durante el rodaje, con quienes pudo reencontrarse en 1969, para que Aub anotara de ella en su La gallina ciega: «María Luz Morales, treinta años después, igual a María Luz Morales de treinta años antes. Tan simpática e inteligente».[26]
NOTAS:
[1] Este artículo se enmarca en los proyectos de investigación-creación transdisciplinares IN/EXILIUM y FEMMEM.
[2] Servén Díez, Carmen, “Literatura, periodismo y cine: María Luz Morales en La Vanguardia”, en Carmen Servén e Ivana Rota (eds.), Escritoras españolas en los medios de prensa (1868-1936). Sevilla: Renacimiento, pp. 268-275.
[3] Marion, Denis, André Malraux. Paris: Seghers, 1970, pp. 60-61.
[4] Dichos textos, diseminados en revistas y publicaciones varias (el Boletín de información de la UIE, Hablo como hombre o la edición mexicana del guion en castellano de Sierra de Teruel, por ejemplo), fueron recogidos en Archivos de la Filmoteca. Revista de estudios históricos sobre la imagen, 3 (noviembre/diciembre 1989).
[5] En Marion, Denis, op. cit., p. 145.
[6] Farreras, Elvira, «Elvira Farreras», Archivos de la Filmoteca, 3 (noviembre/diciembre 1989), p. 290.
[7] Farreras i Valentí, Elvira, «Max Aub y Barcelona», La Vanguardia, 5 agosto 1995, p. 15.
[8] Farreras, Elvira, op. cit., p. 288 y en Marion, Denis, op. cit., p. 140.
[9] Archivos de la Filmoteca, 3 (noviembre/diciembre 1989), p. 49 y en Amo García, Alfonso del e Ibáñez Ferradas, María Luisa, Catálogo general del cine de la guerra civil. Madrid, Cátedra, 1996. En esa ficha se consigna a Morales junto a Farreras y Santaolalla como secretarias de Malraux, en lugar de a Zoe Ramírez. El dato parece claramente erróneo en vista del resto de fuentes.
[10] Berenguer, Manuel, «Manuel Berenguer», Archivos de la Filmoteca, 3 (noviembre/diciembre 1989), p. 283.
[11] Nota reproducida en Llorens Marzo, Luis, «La relación entre Max Aub y André Malraux en el marco de la génesis del Laberinto mágico», en Ottmar Ette, Mercedes Figueras y Joseph Jurt (eds.), Max Aub-André Malraux. Guerra civil, exilio y literatura. Guerre civile, exil et littérature. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2005, p. 85.
[12] Marion, Denis, op. cit., p. 13.
[13] Todd, Olivier, André Malraux, una vida. Barcelona: Tusquets, 2002, p. 298.
[14] En Marion, Denis, op. cit., p. 145.
[15] Farreras, Elvira, op. cit., p. 292.
[16] Dicha carta se reproduce en Lázaro Sanz, Esther, «Max Aub y dos damas de la cultura barcelonesa: María Luz Morales y Elisabeth Mulder», en José-Ramón López García, Manuel Aznar Soler, Juan Rodríguez y Esther Lázaro (eds.), Puentes de diálogo entre el exilio republicano de 1939 y el interior. Sevilla: Renacimiento, 2021, p. 363.
[17] Morales, María Luz, Alguien a quien conocí. Sevilla: Renacimiento, 2019, p. 251.
[18] Ibíd., p. 253.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd., p. 256.
[21] Ibíd., p. 258.
[22] El expediente de censura de la primera edición de Alguien a quien conocí (caja 73/03651, expediente 13371/73) ha podido consultarse en el fondo de censura literaria del Archivo General de la Administración.
[23] Algunas han sido reproducidas y estudiadas en Lázaro Sanz, op. cit., pp. 359-370.
[24] Servén Díez, Carmen, op. cit., p. 275.
[25] Lázaro Sanz, Esther, «La familia Coconeta y El armario de Elena: dos micropiezas desconocidas de Max Aub», 452º F, 26 (2022), p. 100.
[26] Aub, Max, La gallina ciega. Sevilla: Renacimiento, 2021, p. 181.