INDICE:
4.1.5.- Los internacionales. Secuencia XXVI
4.1.6.- En la droguería. Clara en Barcelona.
4.- EL RODAJE
El lector que haya seguido La verdadera historia del rodaje de Sierra de Teruel habrá leído ya las vicisitudes de André Malraux con su escuadrilla y posteriormente su actividad en Estados Unidos y España, así como la trayectoria de su principal colaborador: Max Aub. También la gestación de su novela L’espoir y del guion inicial de la película; también como los primeros contactos para agrupar al equipo de rodaje. A partir de ahora, con la mayor abundancia de detalles posible, podrá deambular libremente por la filmación de la película y como la vivieron sus protagonistas y ayudantes. Se tratará de forma novelada pero con el máximo rigor posible, insertando cuadros de texto aclaratorios de posibles dudas y las citas precisas para entroncar el relato con la historia real. Cada capítulo es una historia en sí mismo, que se podrá leer como tal (y así será también insertada paralelamente como entrada del blog) o como parte de una narración continua de aquel rodaje tan accidentado.
NOTA IMPORTANTE: El seguimiento del rodaje de cada secuencia se irá ofreciendo en el posible orden cronológico, no en el de su referencia en el guion. Algunas fechas serán exactas, y en las demás se intentará razonar en una nota aparte como ésta.
4.1.- AGOSTO 1938 -1
4.1.1.- On y va!
Nos encontramos en el caluroso miércoles, 20 de julio de 1938. Barcelona ha sufrido un durísimo ataque aéreo durante la madrugada del día anterior. Los rebeldes celebraron el segundo aniversario de su alzamiento con un bombardeo en la zona del puerto y el barrio antiguo. Los seis Savoia S81 han causado tres muertos y dañando severamente la torre de Santa Eulalia de la catedral[i].
LA FECHA DE INICIO: Max Aub indica que se empezó a rodar el 20 de julio de 1938, mientras que Denis Marion dice que fue el 4 de agosto, después de unos días de parálisis por falta del material preciso. Ambos estaban presentes aquellos días. Así que tomamos el 20 de julio como el de inicio de la actividad (con el discurso de Max Aub) y el 4 como primer día de rodaje efectivo, después de dos semanas de inactividad al no disponer de la película necesaria.
Un grupo heterogéneo, una veintena de personas, se ha agrupado en los estudios Orphea de Montjuich[ii] para el pistoletazo de salida del rodaje de una película que será dirigida por el prestigioso escritor francés, André Malraux. Al estar el majestuoso edificio compartido con un cuartel del Servicio

Militar de Información (SIM)[iii], ha habido algunas reticencias a la hora de entrar. Las palabras iniciales han sido dichas por Max Aub, quién será su brazo derecho durante toda la filmación y ha traducido ya el guion propuesto[iv]. Hecha la presentación, se han repartido unos bocadillos, se quiere fomentar que los futuros miembros del equipo se conozcan. Ya están presentes algunos actores, como José Santpere, Andrés Mejuto, aún vestido de militar, o Julio Peña, amigo del anterior y con experiencia en Hollywood. Algo más tarde llegará Pedro Codina, el tren en el que venía desde su natal Lloret se ha retrasado por una alarma. Hablan entre ellos y curiosean las cámaras y los focos, bajo los comentarios de Louis Page, responsable de la fotografía. Aub, omnipresente, traduce, presenta, comenta. Malraux contempla la escena con satisfacción: no es un mal equipo, de lo mejorcito, al menos por la parte francófona. Los actores, ya se verá. Algunos revolotean alrededor de tres bellas secretarias aportadas por el Comissariat de Propaganda, que están charlando amistosamente con Josette Clotis, la compañera de Malraux: Elvira, que habla un francés excelente, rubia, alta y esbelta, no escatima su franca sonrisa y fácil verbo. También están Marta Santaolalla y Zoé Ramírez[v]. Sin un cometido específico, está también la que fuera directora de La Vanguardia durante unos meses al inicio de la guerra María Luz Morales, amiga de Max Aub.
Al cabo de un rato, mientras la mayoría sigue charlando, se reúne la plana mayor del rodaje: Malraux, Aub, Page, a cargo de la fotografía y su segundo, André Thomas, junto con el belga Denis Marion[vi], que colaboró en el guion y sirve de enlace con el equipo de soporte en París liderado por Roland Tual. También están dos personas aportadas por la Generalitat: la mencionada secretaria Elvira Farreras, que lo va anotando todo, y Manuel Berenguer, cámara de Laya Films. Por parte ministerial: dos personas, Fernando Gómez Mantilla para la producción y el delegado sindical, un tal Lepiani, con semblante hosco, en un rincón. Empieza Malraux:
—Veo un buen equipo. Tenemos que apresurarnos, no podemos perder ni un minuto. Aub, Page, ¿por dónde creéis que podemos empezar?
—Con la película que han anunciado que llega mañana, tendremos película virgen a lo sumo para una semana —corta Page, apretando los labios.

—Pues rodaremos una semana. He llamado al aeropuerto militar[vii], y podemos ir cuando queramos. Lo haremos de buena mañana y aprovecharemos cualquier hueco que nos permita su actividad. Nos han dicho que podemos disponer de un De Haviland para la escena de Schreiner.
Marion apunta:
—Pues entonces, aprovecharemos también el tiempo para los planos de la primera secuencia. Nos dejarán una ambulancia, supongo. El sábado estuve en una entrega de víveres y dinero por parte del partido socialista belga[viii], con el diputado monsieur Martel, y Ruiz, del Comissariat, insistió en que pidamos todo lo que precisemos. Companys estaba presente.
El gesto incrédulo de Max Aub no pasa desapercibido a Malraux.
El despacho donde están es estrecho. Sudan como condenados. Solo disponen de una parte de los estudios, y la vecindad con la policía no es agradable, pero Malraux ha insistido en tener una habitación propia para coordinar y revisar el guion, apartada de los platós de rodaje. En los días que no suben al estudio, disponen también de un despacho en el entresuelo de las oficinas del Comissariat de

Propaganda, sito en la Av. 14 de abril (hoy Diagonal), 442bis. En el mismo edificio, en la segunda planta, se sitúa Laya Films, con una sala de proyección que André piensa utilizar para revisar lo realizado a medida que vaya siendo lado.
—Con las cámaras aquí, ¿por qué no rodamos ya algún plano de estudio? Calentaríamos motores. —Page, preocupado por la escasez de material que presiente, quiere ir al grano.
—De acuerdo, así se podrá concretar mejor lo del aeropuerto, intentando molestar lo menos posible. Si mañana llega la película virgen podremos ventilar aquí la secuencia V en estudio, la del comedor del fascista[ix]. Max, mañana vaya a La Volatería y se ocupa de tenerlo todo preparado para el lunes próximo. Ellos —señala a los franceses— le dirán todo lo que se precisa. Denis, ¿le parece bien?
—He visto que en el plató 2, aún hay el atrezo de la última película que se rodó aquí. ¡Hasta hay una armadura! Tiene razón, podríamos rodar fácilmente la secuencia de la casa del burgués, donde encuentran las armas que luego llevarán a Linás…
—Magnífico —corta Malraux. Mañana mismo. Da a Paule (Paule Boutault, la esposa de Thomas que actúa de script, y que está fuera con el resto del grupo) la lista de los actores que intervienen. A las 9 todos aquí con la cinta que haya llegado.
Aub le comenta mientras salen: —Por cierto, que en esta película, la del comedor, que aún no se ha estrenado, sale quien yo he contratado para el papel de Carral: Miguel del Castillo[x]. La dirigió Francesc Elías, aquel engreído que nos mostró uno de los estudios. Se titula “No quiero, no quiero”. Es guapo, ya veréis —comenta, guiñando un ojo a las secretarias.
El valenciano Vicente Petit y sus asistentes se quedarán preparando el escenario. Los demás, al rato, regresarán al centro de Barcelona, bajando por la montaña mientras charlan alegremente. Por la noche, los franceses y Aub cenarán decentemente en el Ritz, el hotel del director.
Pero la película no llegará. Marion lo comenta amargamente en su libro[xi]: La primera vuelta de manivela no pudo darse hasta el 4 de agosto, a pesar de que los decorados de estudio estaban listos y el equipo a disposición desde una decena de días antes.

Con gran enfado del director, nervios entre el equipo y excusas hacia las autoridades, se pasarán unos días difíciles, en los que Max Aub, siempre práctico, aprovechará para hacer fotografías de posibles extras entre los campesinos del Prat de Llobregat, y también dará vueltas por Barcelona para localizar exteriores. Se marcarán como adecuados puntos de las calles Petritxol y Santa Ana, en el barrio gótico de Barcelona.
El domingo 24 por la noche, algunos del equipo están discutiendo alrededor de una botella de anís en la habitación de Max Aub en el hotel Majestic. Este clama:
—Los nuestros atacando, pasando el Ebro, y nosotros paralizados por un puñetero rollo de película. Menos mal que Miravitlles está en París y no puede presionarnos.
—¿En París? —ha preguntado Marion.
—Si, ha ido a proyectar la película que hicieron en Laya Films, Catalunya mártir[xii]. Quizá pueda traernos el material, pero no sé cuándo regresa —puntualiza Aub.
El escritor, que la ha visto en Laya Films, les explica que la película que se presenta recoge una idea que también ha desarrollado Malraux en sus discursos de apoyo a la República: no se trata solo de un conflicto español: los bombardeos que se ven en la pantalla, con sus destrozos y víctimas, pueden pasar en París o Londres si se deja avanzar más al fascismo. La guerra de España es un riesgo y un compromiso para todos, concluye con la sonrisa amarga de un incomprendido.
4.1.2.- Empieza el rodaje.
El día 2 se ha recibido, por fin, algo de película virgen. El 3 ha habido un duro bombardeo[xiii] que incluso ha afectado al vecino Estadio de Montjuich, así que el primer día de rodaje es el jueves 4 de agosto.
Ha sido fácil, ya que estaba todo preparado desde días atrás. La película anteriormente rodada en Orphea, titulada ¡No quiero, no quiero! y basada en una obra cómica de Jacinto Benavente, crítica con la formación que impartían las clases altas, había sido dirigida por Francesc Elías[xiv] con gran disponibilidad de medios, al ser delegado de Cinematografía de la Generalitat (a pesar de su tendencia filo-falangista). Los responsables del decorado han preparado un comedor con todo tipo de detalles utilizando lo encontrado ya en el plato. Pero ha surgido un problema, que el belga Denis Marion plantea al entrar y ver la disposición de los elementos[xv]:
—¿Creéis que un frigorífico estaría en el comedor, al lado de una armadura, en una sala como esta?
Malraux corta:
—De entrada, la armadura la tiramos. ¿Acaso estamos en una comedia mundana como la que rodó Elías?, ¿Pensáis que vamos a hacer una nueva Drôle de drame[xvi]?
—En Francia, estoy seguro de que la nevera no estaría en el comedor. En España, lo ignoro.
Max Aub interviene:
—Aquí la nevera se halla siempre en el comedor.
Esta afirmación categórica no tranquiliza Malraux, que solo confía en su propia experiencia:
—Consultemos a los indígenas.
El responsable de atrezo tiene su opinión:
—La nevera es el primer sitio donde buscaría la policía.
—Tú no sabes lo que pasa en casa de los fascistas. El propietario no teme a la policía.
—Entonces, ¿por qué esconde las armas?
Malraux, perplejo, acude a la sensibilidad femenina de las tres secretarias, que conocen el guion por haberlo mecanografiado.
—No es inverosímil que una nevera esté en el comedor —dice Marta.
—Pero no se conservan los salchichones en ella. Se cuelgan al aire libre —apunta Elvira.
—Y por otra parte, los revólveres se oxidarían en su interior —aporta Zoé.
Malraux corta tajante:
—La nevera está condenada. Los revólveres y los salchichones estarán en el bufé. Yo insisto en los salchichones. Causarán una gran sensación cuando se vean en la pantalla: hace meses que los desafortunados no ven ni uno. ¿Alguna objeción?
La anécdota, narrada con detalle por Denis Marion, la primera del largo y atrabiliario rodaje merece que nos detengamos en ella. El guion indica simplemente: DECORADO: Comedor, en casa de un fascista. La armadura es parte del fondo de atrezo de los estudios Orphea, así como el resto del mobiliario pero tal elemento no se menciona en ningún párrafo del guion. Pedro, con una pistola en el bolsillo, acompañado de Barca, encuentran al propietario de la casa en pijama. Lo acorrala y le pregunta: ¿Dónde están las armas? El burgués señala un armario. Pedro y Barca lo abren y encuentran armas y víveres. Barca sostiene un saco, donde Pedro va echando todo lo que han encontrado: salchichones, jamones, pistolas y munición, momento que el fascista aprovecha para huir.
No ha trascendido el nombre de los dos actores[xvii] que encarnan a los republicanos Pedro y Barca, pero ambos tendrán bastante relevancia en las secuencias siguientes, rodadas posteriormente en estudio, la calle Santa Ana de Barcelona y también en Tarragona, en la serie que explica la aventura de los republicanos que salen de la ciudad para llevar las armas halladas, junto a la dinamita de González, a la asediada Linás.

El rodaje de los seis planos de la secuencia en casa del fascista ha precisado de dos días y casi la mitad de la película disponible, al haber tenido que repetirlo dos veces. Antes de seguir con otras secuencias, ha surgido ya el primer impedimento grave. Llevados los negativos a los laboratorios Foto-Film[xviii] para su revelado ha habido, a mitad del proceso, una alarma que se ha repetido a lo largo de la tarde y noche, significando el corte de la corriente eléctrica, lo que ha estropeado todo el trabajo y el material. ¡Al garete todo el esfuerzo, con lo que costó poner la cámara sobre los raíles que atravesaban todo el comedor![xix] El problema puede ser crónico, puesto que casi a diario hay alarmas y, haya o no finalmente ataque aéreo, se procede a cortar la electricidad en la ciudad.
Ante tal desastre, a la mañana siguiente se han reunido para ver que se podía hacer. André ha concluido que el proceso de revelado se deberá hacer en París. Al mediodía ha hablado ya con Roland Tual, que se ha comprometido a hacerlo en los estudios Pathé, en Joinville-le-Pont, como ya había sugerido al concretarse que toda la filmación se haría en una España en guerra[xx].
Max Aub, ante tal infortunio, y hablando de los bombardeos, ha comentado, sin respuesta:
—Es curioso, empezamos a rodar en Montjuich, y el día antes bombardean la montaña. Es muy raro que lo hagan por las defensas antiaéreas del castillo. Ha habido daños en el funicular y en el Estadio[xxi]. Ignoro si los refugiados de Málaga que están allí se habrán visto afectados. Cuando pueda iré a preguntar. Pero no paro de pensar: ¿Venían a por nosotros?, si es así, cabría preguntarse cómo se enteraron tan deprisa de nuestra labor.
JULIO PEÑA: En sus memorias, escritas ya terminada la guerra, cuenta: Los comunistas -muchos extranjeros llegaron para esto- decidieron hacer una película de la actualidad española, titulada L’espoir, una película, más que tendenciosa, infame, llena de truculencias. Y sin opción posible me señalaron para trabajar en ella. Ya faltaba poco, se veía que la guerra tocaba a su término, y entre todos los “enganchados” para este filme comunista nos encontrábamos algunos dispuestos a resistir en aquella forzosa ocupación hasta la entrada de las tropas liberadoras. Fuimos despacio, hicimos todas las diabluras posibles para que L’espoir no se acabara nunca (PEÑA (1943): 24)
No sería descabellado pensar que también informara a sus amigos de la Quinta Columna del proceso de rodaje.
No quiere acusar a nadie, pero al resto del equipo no se les escapa el poco aprecio por la República del galán: Julio Peña[xxii], ausente durante dicho rodaje por no intervenir en la secuencia.
Malraux ha ordenado parar el trabajo en estudio, y se han guardado la parte de negativos que aún no se habían estropeado. Al tratarse de una secuencia fácil y de interior, se ha decidido posponerla para llenar en el futuro algún hueco del calendario. Al cabo, no se aprovecharán ni se volverán a rodar, por lo que la secuencia no aparecerá en la versión final de la película. Se guardará el saco con el heterogéneo armamento para cuando se pueda rodar la secuencia en la que Pedro y Barca lo entregan a los compañeros que se dirigirán a Linás (secuencia VI), por descontado sin los salchichones ni el jamón.

Se termina la semana sin progresar en el rodaje. El sábado, el equipo técnico ha visitado los alrededores del estudio: los diversos palacios de la exposición de 1929 y el estadio (lleno de refugiados de Málaga) así como algunas calles del vecino Pueblo Seco[xxiii]. De fuera, ven el Pueblo Español, curiosa colección de edificios copiados de todas las partes del país, que fue inaugurado en ocasión de la Exposición Internacional de 1929, al igual que los palacios que pueblan la montaña, como el de los Estudios Orphea (que había sido el Palacio de la Química), a pocos pasos, lo que será muy práctico a la hora de rodar exteriores.
A Malraux, la visita le hace recuperar el ánimo. Ahorrarán desplazamientos y ganarán tiempo. Sí, en especial en la secuencia del paso de las líneas del frente por parte del campesino de Linás. En caso de necesidad podrá sustituir los exteriores que se pensaban rodar en Cervera, quizá demasiado cerca del frente de batalla. Pero también podrán rodarse algunos interiores, puesto que hay salas amplias en algunos de los edificios emblemáticos, como el que reproduce el Ayuntamiento de Valderrobres (Huesca).
Josette está radiante, ve a su amado recuperarse del primer contratiempo con más energía que nunca. Además, el domingo llega su amiga íntima Suzanne, que le traerá un montón de artículos de belleza, queso Roquefort, salchichones, tabaco…[xxiv] todo que le ha pedido y que en una Barcelona en guerra es imposible encontrar.
Dedican el domingo a rondar por Barcelona. Suzanne Chantal contará en un libro: “Nos tumbamos en el césped de la Plaza de Cataluña, esperando los aviones de bombardeo que no llegarán hasta el alba”[xxv]. Por la tarde, buena parte del equipo irá al cine Ascaso[xxvi], cerca de la Plaza Cataluña, a ver “La señorita de Trévelez”, donde actúa Nicolás Rodríguez, contratado por Max Aub para el papel de Mercery[xxvii] en la película.
Anochece cuando se reúne de nuevo el equipo en la habitación de Malraux en el hotel Ritz. Mientras comparten un rillette de veau traído por Suzanne, se aseguran de que lo tienen todo a punto para el rodaje en el aeropuerto. Ha habido una nueva alarma de bombardeo, sin que afecte a la zona.
SABER +: Secuencia V: La nevera.
4.1.3.- La Volatería.
El lunes día 8 se han encontrado en el despacho de Producciones Malraux, en la Diagonal, para coger los coches e ir hacia El Prat. Primer contratiempo: No se presenta José Santpere, que alega un resfriado. Su avanzada edad, pasados los sesenta, y su delicada salud[xxviii], hacen que Max no insista. Esta seguro de poder contar con él en las secuencias clave. Sí han venido Pedro Codina y Julio Peña, que unidos a diversos extras, en dos coches, emprenden el camino hacia el campo de aviación de La Volatería, seguidos por el camión con las cámaras y los focos.

Max Aub se encarga de informar al jefe del puesto:
—Le indico el guion: Un grupo de aviadores ve la llegada de un avión con el motor ardiendo. Van al hangar para coger extintores y, junto a una ambulancia, corren hacia donde se ha producido un aterrizaje forzoso que daña el aparato. Desde el interior de este, se oyen golpes de los aviadores que intentan abrir la portezuela para salir. Les costará. Habrá algún herido y un muerto. El comandante sale ileso —el actor no ha podido venir por estar enfermo, aclara—, y se dirigirá al puesto de mando para informar por teléfono. El resto, sacarán al muerto del aparato y lo llevarán en una camilla hasta las oficinas.
Apretando los labios, el capitán se inclina sobre sus rodillas y, mirando fijamente a Malraux, le dice:
—Ambulancia: sí. Extintores es un concepto no muy preciso, pero algo habrá, y también una camilla. También puedo dejarle algunos soldados para que hagan de relleno, pero ni soñar en que le suministre un avión en llamas y tampoco, claro, uno que esté dañado. Cuando hay algún desperfecto los llevamos a Sabadell. Por descontado, ayudaremos en todo lo que podamos, veo que llevan bastante material de rodaje. Tendrán hasta las cuatro de la tarde. Luego tenemos tarea militar. Casi cada atardecer los fascistas vienen desde Mallorca. En cuanto a las oficinas…
Malraux responde a Max que ha traducido:
—Lo del avión en llamas lo entiendo. Cuando hicimos el guion nos dejamos llevar por el detalle. Pero no importa, alguna imagen de archivo conseguiremos. Habla con Berenguer para ver que tienen en Laya Films. En cuanto al avión que se estrella y del que rescatan a los heridos y al muerto, supongo que, por desgracia, alguno habrá en el futuro[xxix]. Si nos llaman cuando suceda, al día siguiente estamos aquí y lo filmamos. Por lo que respecta a las oficinas, no será problema, este fragmento tenemos previsto rodarlo en los estudios de Barcelona.
Aub ha traducido, con un temblor en la voz, temeroso de la respuesta de su interlocutor.
La cara del militar es indescriptible. ¿Serán tan inocentes como aparentan?, ¿derrotistas, quizás? El tema no tendrá mayor recorrido, al agravarse paulatinamente las condiciones de rodaje y también las bélicas. No se rodarán los planos en los que aparece, ya en tierra, el avión siniestrado.
Codina interrumpe, para alivio del jefe:
—Si Santpere no está, podríamos empezar por mis secuencias.
Sin esperar la respuesta de Malraux, Aub se dirige al comandante del puesto:
—¿El De Havilland que nos prometieron está listo?

—Sí, eso sí. Bajo los árboles.
—¿Y tendrían un piloto para una acrobacia?
La inquietud del militar va en aumento. ¿Acrobacias?
—Me explico: el argumento trata de un nuevo candidato a piloto, un alemán veterano que hace dos décadas que no maneja un avión. Debe parecer que lo prueba y acaba estrellando el avión —su interlocutor con unos ojos como platos, mudo—. Pero no se inquiete. Hemos pensado —mira a Marion y a Malraux, que asiente, que si un piloto puede hacer descender el avión a ras de suelo, lo filmamos, cortamos, y luego, cuando aterrice correctamente, rodamos el avión capotado. Solo tendríamos que ponerlo en posición casi vertical, pero sin dañar nada en absoluto, cubriendo la hélice con arena. Sería un momento. El cine puede hacer maravillas.
A Aub no le pasa desapercibida la sonrisa evocadora de André. El oficial, callado, pensando. Al cabo de unos instantes eternos, se levanta:
—Manolo lo hará, es muy bueno. Se ajustará en lo posible, luego ustedes verán como lo montan. Y en cuanto al avión capotado… Quizá podamos levantar la parte trasera y fijar el motor y la hélice con un montón de tierra. Pero eso, si acaso, lo haríamos nosotros cuando podamos. Ni hablar de que sus hombres toquen el avión.
Y ya marchando, murmura: Una película, vaya, vaya.

Page y sus ayudantes están colocando ya la cámara Debrie Super-Parvo, cerca de la pista de aterrizaje, mientras Berenguer, que ha sido cedido por Laya Films inicialmente como foquista a pesar de su experiencia rodando el desembarco de Bayo en Mallorca o la conquista de Teruel, va mirando aquí y allá con una Eyemo de mano. En aquel momento, un grupo de soldados sale haciendo instrucción de detrás del reducido acuartelamiento, y él lo filma. Servirá luego.
Ha llegado el capitán con el tal Manolo, ya equipado. Miran curiosos el montón de cajas, paneles y focos, con la cámara presidiendo. A un gesto de mando, el piloto se dirige a los árboles que limitan con la playa del Prat, donde hay algún aparato camuflado.
Al rato, el ruido de un motor anuncia que el De Havilland arranca. Despega y, mientras la cámara va rodando, da dos vueltas al campo, con pases rasantes cuando está delante de ella. En el segundo llega a tocar el suelo, levantando una polvareda con las ruedas. Luego aterriza pausadamente.
—¡Magnífico! —exclama Malraux. Los demás aplauden. El avión ha quedado cerca del bosquecillo. Saludando con el brazo, Manolo se retira.
Con la excitación del primer trabajo en exterior, no se han dado cuenta que se les ha pasado la hora de comer. No lo habían previsto, son los primeros días y aún no hay un equipo definido para el suministro. Lo dejan por hoy. La cocina del aeropuerto les da unos bocadillos.
Mientras van guardando los utensilios, se oyen unas ráfagas de ametralladora.
—¿Qué pasa? —pregunta inquieto Marion. Page levanta la cabeza sobre la caja de película que está cerrando.
Un soldado que pasa por allí responde sonriente:
—No tengáis miedo. Son ejercicios de tiro.
Aub que lo ha oído, inquiere:
—¿Los hacéis cada día?, mañana por ejemplo.
—Sí, claro, por la tarde. Las mañanas son más complicadas. Y ahora, con lo del Ebro[xxx]…
Lo hablarán ya en el despacho de la Diagonal. Es una buena ocasión para rodar el conjunto de escenas de Schreiner en el campo de aviación. En el guion, después del fracaso en su intento por pilotar de nuevo, pide ser integrado en la milicia, pero viendo unas pruebas de tiro, solicita ensayar, con gran éxito. Dirá: —Esto todavía sé hacerlo.

Su participación como ametrallador del avión siniestrado en la supuesta sierra de Teruel, dará lugar a una de las escenas más emotivas, ya al final de la película.
Al día siguiente, martes día 9, el equipo de rodaje ha llegado de madrugada. Así, habrán podido filmar el plano en el que unos soldados, que han colaborado agradecidos por romper la rutina, corren detrás de una ambulancia, un par de planos de la secuencia I. No lo saben, pero serán los únicos que aparecerán en la película definitiva, junto con alguna imagen de archivo. Luego, la actividad se centrará en los planos con Codina/Schreiner, que ha llegado casi a las 10 de la mañana. Hace un sol magnífico. Malraux comenta con los militares los hechos recientes: en Francia, el presidente Daladier ha visitado los servicios de defensa antiaérea de la frontera, que han sido reforzados en la región Cerbere/Banyuls[xxxi]. Hay preocupación por acciones de la aviación rebelde en territorio francés.
Al llegar, con la ayuda divertida y entusiasta de unos reclutas, han puesto casi vertical el De Havilland. Codina, sudando bajo su uniforme, actúa correctamente. Sin embargo, su marcado acento catalán hará inviable la versión de audio. Aub se ofrecerá a doblarlo, con su acento extranjero, dado que se trata de un aviador alemán.
Siguen. Ha habido suerte y, aunque tarde, Santpere ha podido acudir a la cita del segundo día, vistiendo su uniforme de comandante, lo que causará una anécdota divertida. Se rueda la secuencia XXV, en la que el comandante Peña Se acerca en un coche al avión, habla con Schreiner y luego desaparece, va a descansar al acuartelamiento mientras el alemán sube al avión, que un recluta arrancará volteando la hélice, plano que enlazará con las acrobacias de Manolo el día anterior.
Malraux está exultante. En un par de días, habrán rodado planos de las secuencias XXV y XXVII, así como algunos de la I. Mientras los técnicos van recogiendo el material, él va al encuentro de Santpere.
–¡No dirás lo que le ha dicho a un recluta! —le comenta Julio Peña, intentando congraciarse con el director, después de haber estado toda la mañana deambulando por las instalaciones, sin acercarse al rodaje.
El hecho es el siguiente: Acabado el plano en el que recibe a Schreiner, Peña/Santpere ha ido al interior del cuartel para resguardarse del fuerte sol de agosto. En el camino, se ha cruzado con un grupo de reclutas. Uno de ellos, cuadrándose ante el uniforme, ha comentado a un compañero: “Mira, parece Santpere, tiene la misma cara”. A lo que el actor ha respondido, mirándole fijamente a los ojos: “La misma cara y el mismo culo”. Su buen hacer en los vodeviles del Paralelo sigue intacto a pesar de la edad[xxxii]. Todos ríen. Después de una primera semana de angustia por la falta de película virgen, el proyecto ha empezado bien. A pesar de la guerra.
Regresan ya anochecido. Al día siguiente, enfriando el entusiasmo, pasarán todo el día en los estudios

Orphea, contemplando el intensísimo bombardeo de la zona del puerto. Les han telefoneado del aeropuerto indicando que no sería posible atenderles en todo el día. En Barcelona, han sido alcanzadas las instalaciones de la Campsa, generando una gran humareda[xxxiii]. Algunos han subido hasta el castillo de Montjuich para verlo. Dirá años más tarde Elvira, la secretaria: “Cuando se rodaba en estudio, como estaba situado en la montaña de Montjuich, y justo al lado de la loma estaban los depósitos de gasolina que abastecían a los barcos, los cuales continuamente eran blanco de los bombardeos aéreos, entonces, los más miedosos, yo entre ellos, salíamos del edificio y nos tirábamos a tierra sobre el césped del parque. Un día, los Junkers acertaron de pleno en los tanques de gasolina y la humareda del petróleo quemado cubrió media ciudad durante unos días”[xxxiv]. Las situaciones de peligro se repetirán varias veces.
En el hotel, comentarán la noticia de La Vanguardia, según la cual el gobierno francés ha comunicado a Londres que si persiste el silencio de los facciosos sobre las negociaciones referentes a la retirada de “voluntarios” extranjeros en suelo español (cuya retirada había aceptado la República el 26 de julio), le será difícil mantener las medidas de control tomadas en la frontera. Malraux habla con Marion sobre la posibilidad de que las entregas de material mejoren, a lo que Aub, con una mueca irónica, comenta: A buenas horas.
Uno de los problemas que plantean los estudios Orphea, además de la distancia y la vecindad con la policía militar, es su falta de insonorización, lo que, en caso de bombardeo, o simplemente de ejercicios de artillería, puede provocar la inutilidad de lo que se esté rodando. Con el tiempo, y después de muchas rabietas, se decidirá doblar el sonido en Francia, en cuanto sea posible. Por si acaso, sin embargo, si llega, seguirán grabando con la cinta de sonido de que dispongan.
En uno de los muchos momentos de nerviosismo, Aub sugiere que se alternen los rodajes de exteriores con los de interiores, en los estudios, donde quizá se precise menos película. En concreto, dice, podemos ir avanzando en el guion si rodamos la secuencia II, con los honores a Marcelino muerto. Son cuatro planos, si la gente responde, quizá podamos apañarnos con la virgen que queda. Yo traería a los extras de El Prat que ya tengo localizados. Malraux accede.
Max, que ha estado en El Prat y Cornellá buscando y fotografiando caras para posibles extras, irá a dichas localidades y contratará, a cambio de algún vale de comida y algo de dinero, a una treintena de personas de la zona, lo que generará reticencias sindicales[xxxv]. Quedan el sábado para rodar. Ya saliendo, Malraux coge por el brazo a Aub:
—¿Cuándo llegará más película?, ¿ha preguntado a Miravitlles? Así no podemos seguir.
SABER +: ¡Empezamos bien!
4.1.4.- En estudio.
Max Aub, subido a una silla, intenta dirigir la orquesta. Los extras, llegados en un camión militar que les han prestado, se aglomeran a su alrededor. Detrás suyo, la cámara, los focos, unos rieles por el suelo, los técnicos extranjeros que les cohíben. En un rincón, los actores se lo miran expectantes. Están Santpere, Peña, Rodríguez, y dos o tres más de menor nivel, sin un papel concreto, pero que por amistad o recomendación del sindicato, también han sido contratados. Desde las primeras tomas ha habido algún roce con el sindicato de actores por la contratación de extras, anunciando un malestar que aflorará en diversas ocasiones durante los meses de rodaje. Cuando las autoridades españolas, a la hora de acceder a financiar la película, exigieron que, en caso de contratar técnicos extranjeros, estos estuvieran doblados por un español, se contrató a varios, entre ellos, un tal Lepiani[xxxvi], por recomendación del asistente de producción, Fernando Gómez Mantilla[xxxvii]. Muchos de ellos se están limitando a cobrar el sueldo, medrando y evitando así ser llamados a filas. Pero algunos plantean unos problemas laborales que enervan a Malraux y precisan de toda la mano izquierda de Max Aub.

Un ayudante mueve la percha de sonido, otro enciende un foco. Max, sin girarse, grita levantando las manos:
—No, no miréis. Sois gente del pueblo que ha acudido a las honras fúnebres de un heroico aviador, estáis compungidos, incluso —duda—, en cierta forma, orgullosos de compartir el momento con la escuadrilla internacional. Quietos, a lo sumo seguís con la vista al comandante cuando entre. Así, distribuidos. Esta mesa, que no se vea.
En una habitación contigua, Santpere repasa su discurso. Para él, estos breves fragmentos que exige la película no son nada comparado con las parrafadas que ha debido aprenderse en su larga trayectoria teatral. “Marcelino, diecisiete combates en España…” recita andando arriba y abajo.
Entran una camilla, donde se tiende el que interpretará a Marcelino Rivelli[xxxviii]. El aún claqueta Lepiani se pone delante de la cámara y recita: “Sang de gauche[xxxix], secuencia segunda, primera toma”.
La cámara, con Thomas al mando y Page atento a su espalda, encuadra el rostro del fallecido. Lentamente, abre el campo. Algún militar, uno sentado, aldeanos, incluso un niño, miran al yacente. Los de atrás se mueven: llega el comandante Peña. Majestuoso, mira a su alrededor e inicia el obituario de Marcelino.
A media alocución, Malraux dicta: Corten. Se dirige a Santpere:
—Tomamos desde otro ángulo. Solo tenemos una cámara, así que inicia el discurso otra vez. Luego ya pegaremos lo que convenga.
Se oye la voz aguda de Lepiani: Sang de gauche, secuencia segunda, toma dos. Desde la izquierda de Santpere, en un plano medio, se va desplazando lentamente la cámara en un trávelin circular para dar sensación de conjunto. A su espalda, unas mujeres cariacontecidas. La cámara desciende hasta el rostro del difunto. “Corten”.
El rodaje se ha desarrollado satisfactoriamente dada la inexperiencia de los extras y el nerviosismo inicial. Solo se ha tenido que repetir una breve toma. Al final, algunos planos de enlace, con grupos de aldeanos, muy al gusto del cine soviético que el director admira. El último, sin embargo, será rodado tiempo

después[xl]. En él, dos ancianas se dicen:
—Solo una hora después de la muerte, empieza a verse el alma.
—Ya debe de hacer una hora.
Este viernes 12 ha resultado más provechoso de lo que se vaticinaba. Después de La Volatería, había dudas de donde seguir y con qué secuencias, sabiendo de los pocos metros de película de los que se disponía. La sugerencia de Aub ha sido fructífera.
El fin de semana ha sido caótico, aunque ha acogido una buena noticia. Aunque esté siendo habitual y se avisara por la prensa, un ensayo de tiro antiaéreo ha sorprendido a muchos barceloneses. Se insiste en que continuarán también el lunes. En lo positivo: Met Miravitlles ha invitado a comer a Malraux y Aub en

La Puñalada, en el Paseo de Gracia, cercana a sus oficinas. Tras un preámbulo en el que les comenta el viaje del alcalde, Hilari Salvadó, al Congreso por la Paz en París[xli], les da la noticia. Ha conseguido de las autoridades el permiso para cerrar durante unas horas la calle Santa Ana, salvo, claro está, que haya bombardeo o necesidades militares de cualquier tipo. Quizá la semana siguiente puedan llevarlo a cabo. Levanta la copa, y brindan los tres. Luego, con cara de circunstancias, Aub se dirige al comisario de Propaganda:
—Es una ocasión única. Gracias, gracias de verdad. Pero hay una duda: no estamos seguros de tener la suficiente película virgen. Hay retrasos en la entrega.
—Vería de conseguir algo de Laya Films —dice con un aire de suficiencia, no exento de arrogancia. Ya sabes que estoy aquí para todo. Vuestro proyecto es imprescindible para la República.
Bajando por Paseo de Gracia, al dejar a Aub en el Majestic, se han tomado una última copa. Luego André sigue solo hasta el Ritz, donde le espera Josette, que ha cenado con su amiga Chantal que llegó de París, con viandas, perfumes y un par de vestidos, que por un momento la resarcen de la dureza de la guerra.
El lunes no se rueda. Han estado analizando como aprovechar mejor la poca película que queda, por si acaso. El equipo de rodaje se ha reunido en el Comissariat, para planear las siguientes acciones, en un despacho escaso para la decena de personas presentes que fuman compulsivamente.
Denis Marion, que conoce en profundidad el guion previo, apunta:
—Seria conveniente ir atando secuencias. Parece que nos han facilitado el rodaje de la VII en la calle Santa Ana en unos días determinados. No dejemos para más tarde las previas dentro de la droguería, la IV y VI. ¿Alguien tiene alguna idea de dónde rodarlas? Tampoco olvidemos la secuencia del dormitorio de los aviadores (XXVI), que en cierto modo está relacionada con lo que rodamos en La Volatería.
—Los interiores los podríamos rodar en Orphea, pero las entradas y salidas deberían ser en una calle real —apunta Malraux.
En diversas fuentes se cita la dificultad que significó el traslado de los utensilios de una droguería hasta los estudios Orphea (Archivos de la Filmoteca I.3. (1989): 313). Surgen muchas dudas, ya que hubiera sido más fácil encontrar un local más amplio, donde rodar al completo las dos secuencias, y por otro lado, mientras que la entrada y salida de los republicanos se realiza en una cestería, el interior donde planean la ayuda a Linás muestra una droguería.
Max Aub se levanta, reflexiona y luego suelta:
—Conozco una tienda que nos dejarían rodar en su interior. Conocí a su dueño en Crevillente. Está en una calle no lejos de Santa Ana, estrecha, también fácil de cortar. Y goloso, añade: hay unas granjas donde se sirve un chocolate suizo de ensueño. Sí, la calle Petritxol podría sernos útil. Por cierto, en la calle Santa Ana está la iglesia del mismo nombre que se incendió en el 36. Convendría que no se viera.
Quedan que él, acompañado de Page y Thomas, irán a ver la Cestería Lledó Mas, en el número 15 de dicha calle[xlii]. Pasarán también por la calle Santa Ana para determinar los mejores enfoques, evitando la iglesia.
—Pasen —les dice el encargado. Viste un guardapolvo raído. Está eufórico de que cuenten con él. El señor Lladó le dejó al cargo cuando se fue, casi dos años antes, a Francia. Le será fiel y el dueño recuperará el negocio a su regreso, ya finalizada la guerra.
Thomas y Page, mirando a través de un recuadro que forma con las manos, se paran en la entrada; cuchichean. Alta de techo, unos cinco metros de ancho, quizá diez o doce de fondo… No parece suficiente para rodar la escena de interior. Se lo exponen a Max.
—Bueno, vosotros sois los expertos. Pero el guion dice que el comisario avanza, de madrugada, por una calle estrecha hasta entrar. Esto no se puede rodar en Montjuich.
—Bueno, tampoco es obligado seguir el orden del guion. Santa Ana es prioritario, no siempre tendremos el permiso. ¡Ojalá que podamos terminar en un día! Pero sepamos que el estudio siempre lo tenemos a mano para ir rellenando huecos.
SABER +: Ya debe hacer una hora.
4.1.5.- Los internacionales. Secuencia XXVI
Centrados en rodar en estudio, el martes 16 de agosto de 1938, han convocado a varios actores de reparto para la secuencia XXVI[xliii], en la que unos cuantos aviadores reflexionan sobre las razones de estar enrolados en la escuadrilla[xliv]. En la pantalla aparecerá un dormitorio, mientras por la ventana (en un montaje), se verá el avión de Schneider volar dificultosamente, hasta que capotará al intentar aterrizar. Como actores principales, están Nicolás Rodríguez[xlv] y Andrés Mejuto, siempre pendiente de que le

revoquen el permiso y deba incorporarse al ejército, razón por la cual se intenta adelantar las secuencias en las que deba estar presente. Algunos extras habituales pululan también por allí, como los que interpretan a Pujol o a Mercery.
Se han situado en la habitación donde descansan los miembros del cuerpo de guardia del edificio. Sobre cada camastro, hay un número.
Lepiani lo mira detrás de la cámara; está contento, por una vez todos los intervinientes son del sindicato, recomendados por él. No cómo los del viernes anterior, la mayoría campesinos traídos por Max Aub, sin ninguna experiencia, que hubo que estar conduciendo como a un rebaño. Ensayos, repeticiones: pérdida de tiempo.
Para empezar, se tomarán los planos generales. Varios aviadores, ocho en total, echados en sus camastros, en actitud relajada. El guion preveía una mesa central para García[xlvi], pero se ha considerado que ocupaba demasiado espacio y se ha suprimido. Este, interpretado por Nicolás Rodríguez, está mirando por la ventana las evoluciones de Schneider. Mejuto ha sugerido estar tocando la armónica, lo que ha sido aceptado de inmediato por Malraux. El tiempo apremia, así que se decide ir rodando sobre la marcha, táctica que posteriormente se evitará al máximo, dada la escasez de película y la poca pericia de algunos participantes.
Entra un sargento que pregunta si están preparados para el ejercicio de tiro. Ha olvidado la ametralladora que debía poner en manos de García. Malraux, con cara seria, ha dicho:
—Bueno, dejémoslo así. Póngala en un rincón para después. Usted Rodríguez, se la entregará para el ejercicio. Ahora, vamos a por el segundo plano general. Thomas, no mueva la cámara. Mejuto, debe estar ya incorporado. Se levanta y, mientras entra el sargento de nuevo, se reúne con dos compañeros en la ventana. Comentarán el vuelo del alemán.
A penas diez segundos, pero que ha habido que repetir dos veces. El sargento se ha equivocado en las pocas palabras que tenía que decir. Aub ha mirado con ira a Lepiani.
No ha sido fácil, pues se precisaban varios movimientos simultáneos: el sargento entra diciendo que los blancos están listos (lo que conectará con la secuencia XXVIII), mientras García recoge la ametralladora de un rincón, y el que interpreta a Mercery[xlvii] recoge una fotografía colgada detrás de su cama y la deposita en un estante, todo ello al mismo tiempo que Mejuto se ha levantado y dirigido a la ventana.
—Ahora vamos a por los planos medios.
—Nos falta Saïdi —apunta Denis Marion. Ayer no pensamos en atribuir el papel a ningún actor de los del sindicato.
André le pone una mano en el hombro y responde:
—Lo podemos dejar en suspenso —el oír mencionar el sindicato de actores pone a Malraux en guardia. De hecho, solo se le debería escuchar mientras García manipula la foto de la pared, así que ya podríamos la voz en el montaje. Pero no me acaba de gustar el pasaje en el que se burlan de la esposa de un voluntario, y menos de la de Mercery. En la novela era secundario, pero la devoción por su mujer quedaba muy clara. Lo he de pensar. Se puso en el guion por considerarlo una anécdota de compañerismo, de buen humor, pero no estoy seguro de ello. Si acaso, lo filmamos cuando haya ocasión. No será difícil encontrar un actor que lo interprete. Son dos frases y si no ponemos a García dibujando, sería un plano medio de quien sea con la cámara fija. De todas formas, no quiero dejar de incluir a este voluntario, en el fondo un homenaje al Jean Belaïdi que tanto aprecié.
Y dirigiéndose al operador:
—Ahora que estamos enfocando a la ventana, rodemos al “aburrido”, ha sido una sugerencia de Max. Si no rodáramos lo de Mercery, serviría para dar sensación de asueto. Usted, póngase de espaldas a la ventana.
El extra que encarna a Pol, con correaje y los brazos en jarras, dice, lentamente:
—Yo vine porqué me aburría.
Luego, con un simple giro de cámara, se enfoca a García que pregunta a Mercery:
—¿De qué partido eres?
—Independiente, camarada, siempre independiente.
Lo han rodado sin ensayar, es ya la hora de comer las habituales lentejas, esta vez con algo de chorizo, y los sindicados están pendientes de ello. Ha salido bien.
—¡Bravo! —Lo han hecho ustedes muy bien. Por la tarde, después de comer -remarca no con cierta sorna— pueden irse ustedes. Mejuto, quédese usted para el plano medio de su intervención.

Tantos recuerdos. La escuadrilla en Cuatro vientos, en Albacete, en Torrente y Chiva. Algunos murieron, como Viezzoli[xlviii], o Belaïdi, fallecido en el Potez que cayó en Valdelinares[xlix] y que en la película se llamará Saïdi, si sale. Héroes luchando contra un contexto internacional adverso, con poco material, incluso el menosprecio de la estructura militar. Sí, André piensa que es de justicia que lo plasme en la pantalla, que el mundo lo sepa. Acabe como acabe esta maldita guerra.
Por una vez, habrá sido un día redondo. Se ha rodado gran parte de la secuencia XXVI, con un plano añadido y a falta de decidir si se incluye la anécdota en la que García, mientras habla Saïdi, pinta unos bigotes en el retrato de Mme. Mercery, con gran enfado de este, que al darse cuenta exclama: “¡García, desdichado! La foto de madame Mercery”, a lo que el aludido respondería jocoso: “¿La preferirías sin barba?”.
Una alarma ha cortado la buena disposición. Mejuto deberá volver al día siguiente para rodar su corto diálogo con García, que no aparecerá. Un brazo delante de la cámara servirá de racord.
SABER +:
La escuadrilla Malraux. Madrid, Albacete, Valencia.
Historia del Potez Ñ y Valdelinares.
4.1.6.- En la droguería. Clara en Barcelona.
El jueves 18, a primera hora, están todos ya en Orphea, en un sótano aislado de eventuales ruidos. Apretados, ansiosos, nerviosos. Algunos comentando la prensa del domingo, donde ponen de relieve el rechazo a los bombardeos franquistas en la prensa británica[l]. Se han seleccionado los actores que interpretarán al grupo de republicanos que intentarán salir de la ciudad (Teruel), ahora controlada por los facciosos, en ayuda de la asediada Linás. Aub les ha hecho un resumen. Han llamado también al encargado de la cestería Lladó Más, que dará continuidad al conjunto de la escena. También a Luís, un tramoyista del paralelo, que es cojo. Ha sido idea de Max: en el caso de que el grupo cambie alguno de sus componentes (por incomparecencia, o por deficiente actuación), el que el grupo moviéndose por las calles (¿Cuándo podrán rodar en Santa Ana?) sea cerrado por un cojo centrará la atención del espectador, facilitando el racord.
No caben. Malraux ordena:
—Ruego a todo el personal que no sea imprescindible, que abandone la sala. Así no podemos movernos.
Josette se agarra al brazo de su amiga Suzanne y, después de darle un beso, le dice al director:
—Pues nosotras nos vamos a dar una vuelta. El día está muy cubierto y es posible que no haya bombardeo. Elvira me ha prometido que nos va a enseñar el barrio antiguo. Dice que es precioso.
—Magnífico. Venga, venga, solo los necesarios. Tú, Barca, coge el saco. Ponte detrás de la puerta con Pedro.
Les llama por el nombre de su personaje[li].

Llega José Telmo, hablando con otro actor. Ha interpretado ya películas conocidas, como Barrios bajos (Pedro Puche, 1937), en el papel del protagonista, El Valencia. Aub le recriminará el retraso. El es González, un papel importante en la película: el del asturiano experto en explosivos que ayudará decisivamente en Linás[lii].
—Venga, no hay tiempo. Carral[liii] y el delegado militar, al despacho.
El despacho, desde donde se ve parte de la supuesta droguería. En la puerta, el rótulo “Gerencia”. Estantes con archivadores y en la pared, la caja de mariposas, lo primero que enfoca la cámara. Fuera de plano, un extra fortachón a punto.
—Sangre de izquierda. Secuencia cuatro. Plano primero.
—Acción.
El extra golpea con fuerza la pared para que algunas de las mariposas atravesadas por un alfiler caigan dentro del marco. Lo repiten tres veces. En el primer intento cayeron todas.
La cámara retrocede hasta tomar un plano de los rostros de Carral y el comisario político, hablando de la situación. El encargado de Lledó Más pasa detrás de ellos faenando.
—Corten. Buena. Ahora, la cámara irá del comisario a Carral.
En un momento dado, llaman a González. Un trávelin circular muestra como éste deja lo que está haciendo en la droguería y se asoma a la puerta del despacho. Otros atareados, uno subido en una escalera. González relata la escasez de armas que hay en Linás, en un plano medio de los tres. José Telmo habla excesivamente remiso, arrastrando las palabras, no encaja con la idea que pueda tener el espectador de un minero asturiano bregado en mil lances. El último plano debería repetirse.
—Ahora se intercala la secuencia que ya rodamos en casa del fascista. Vamos a por la de la droguería. Cambiad la cámara de sitio —Aub, interpretando a la perfección lo que Malraux, con su pobre español, no podría.
—¿No comemos? Salta Lepiani, lo que provoca una mirada airada de Aub.
Afortunadamente, la interrupción coincide con la llegada de un mensajero: Miravitlles les convoca en el Ayuntamiento para hablar de la calle Santa Ana.
—Bien. Comed, comed. Lo dejamos por hoy. Nos llaman. Thomas, Page, Aub, Marion, vengan conmigo. ¿Saben dónde habrán ido Josette y aquellas dos?
—No. Fueron a dar una vuelta. Quizá las encontremos. Si no, ya las veremos en el hotel.
El viernes 19 no se ha podido avanzar nada. De madrugada, ha habido un intenso bombardeo que ha afectado las Ramblas, muy cerca de la calle Petritxol[liv] y la de Santa Ana. Un Malraux encolerizado, con unos rollos de película virgen Agfa cedidos por Miravitlles sobre la mesa, pide a su equipo soluciones para evitar más días en blanco. Aub, conciliador, intenta calmar los ánimos:
—Es curioso que suceda en plena visita de los miembros de la Comisión Británica de encuesta, para ver en vivo los efectos de los bombardeos en la población civil. Y además, en las Ramblas, cerca de donde pensábamos rodar —mueca de sospecha—, y también de la catedral. ¡Tan católicos que son!
—Sugiero que nos centremos en el rodaje en estudio —tercia Page. Por descontado, el interior del local de Petritxol no nos sirve. A lo sumo, la entrada y salida.
—La puerta la puede abrir el encargado, Suspira por salir en el cine —interrumpe Aub.
—Bueno —corta Malraux—, nos ha costado tanto la droguería que quiero completarla cuanto antes. Pero hoy no va a poder ser.
Al oír que no se rodará, José Telmo se marcha sin despedirse, rezongando.
Todos tienen presente el inicio atrabiliario del rodaje de las mencionadas secuencias. El montaje del atrezo había sido arduo. Días antes, Malraux había pedido:
—Demos prioridad a la discusión de los republicanos en la droguería, teniendo siempre presente que, en cuanto podamos, salimos de estampida hacia la calle Santa Ana. Elvira, por favor, léanos el inicio del guion[lv]:
—“Decorado: la trastienda de la droguería”.
—Lo importante, la decoración. Una droguería, vale. Pero también una caja con mariposas, un mostrador y una mesa en la tienda, y otra en el interior de un despacho —interrumpe Aub, que se conoce el guion de memoria y prevé los problemas de atrezo. Malraux lo mira con aprecio.

—Y una damajuana. Que la busque Petit —añade Malraux, pensando en el hábil decorador valenciano. El goteo, el paso inexorable del tiempo.
Aub murmura: “solo faltaba eso. Si vamos añadiendo cosas, no cabremos ni en Orphea”. Luego, a todos:
—Una droguería, vale. Tendremos que buscar botes de pintura, algún bidón…
—No, no. Llevemos una droguería. ¡Entera! —ordenó el director.
La discusión se alargó más de la cuenta. Nadie salió satisfecho. El que menos, Max Aub, que con una camioneta de Laya Films y dos ayudantes, tuvo que ir hasta los aprovisionamientos del ejército para conseguir el suficiente material para llenar el espacio del estudio. Antes lo había intentado en una droguería del Guinardó, pero su dueño rehusó.
Al cabo de dos días, apareció Petit con un busto de mujer. Con grandes carcajadas, Aub le dijo que no, que no querían una dama, sino una damajuana: ¡una garrafa!, exclamó arrastrando enfáticamente su erre gutural[lvi].
Finalmente, la segunda secuencia relativa al encuentro de los voluntarios de Teruel en una droguería, con los planos en los que se reparten las armas halladas en casa de un fascista, podrá rodarse a principios de la semana siguiente, antes de emprender el soñado pasaje de la calle Santa Ana.
Para ello han podido explicar en el Comissariat de Propaganda las necesidades del rodaje en una calle pública. Quedan que el jueves 25, a las 9 de la mañana, si no hay alarma, cerrarán la calle Santa Ana hasta la 1 del mediodía. Dispondrán de media docena de policías para regularlo. Les piden, sin embargo, que no efectúen disparos para evitar alarmas entre la población. Acceden. Luego, Malraux y Aub irán al ministerio de Propaganda, para ver de obtener algunos francos con los que pagar más cinta virgen. Les darán largas.
Por la noche, ya en el hotel, Josette está excitada. En la vuelta que ha dado con Suzanne y Elvira por el barrio antiguo, han encontrado un lugar magnífico para rodar. No sabe qué, pero magnífico. Un palacete en la calle Montcada[lvii], con un patio, una escalera, podría ser la casa del fascista, u otro sitio. Pero es magnífico, le dice a André con los brazos alrededor del cuello. El reposo del guerrero, ahora también script, y localizadora de exteriores. Se besan.
Pero el idilio se verá truncado. Al día siguiente, Elvira recibirá una llamada telefónica inquietante. Clara, la esposa de André, llama desde Port-Bou; quiere llegar a Barcelona[lviii]. La secretaria se lo dice a Malraux. Este responde:
—Sí, es mi esposa. Querrá hablar del divorcio. Dile que la irán a buscar. Llama a Met (Miravitlles) y dile que haga lo posible.
Se lo temía. Clara ha decidido adentrarse en un país en guerra en plena crisis (ver recuadro, y aquí las citas[lix]). Josette le dice a su amiga Chantal[lx]: “André fait assez de gueule. Il flaire Clara dans les coins”.
Clara estará solo dos días en Barcelona, alojándose en el hotel Majestic[lxi], el mismo que Aub, mientras que André y Josette permanecen en el Ritz. No habrá reconciliación. A los habituales celos, se une el enfado de ella por el hecho de que André no asistió al entierro de su madre después de que se suicidara. Al límite de sus fuerzas, ella le dirá[lxii]: “Estoy intoxicada de usted. No tiene el derecho de abandonarme, ya que usted es imprescindible”.

La marcha de su esposa, propiciada por el fuerte bombardeo del día 19, alivia a Malraux. Reunidos en Producciones Malraux, en la avenida 14 de abril, harán un repaso de la situación. Han empezado el rodaje, sí, ya tienen algunas de las secuencias iniciales, no completas pero las tienen, aún a expensas de ver el revelado que se está haciendo en París. Pero los inconvenientes se acumulan. Uno no menor son las baterías del equipo de sonido. Han mandado un técnico a París, pero a pesar de la ayuda de Roland Tual, no da resultado. Como veremos, conseguirán finalmente que se remitan unas a primeros de septiembre. Otro tema es el de un avión, mejor dicho: el medio aparato, donde rodar los planos de interior del Potez. Tardarán mucho en tener uno de verdad de los pocos que quedan. Entre Vicente Petit, el responsable del decorado, y los hermanos Miró, del atrezo, están construyendo uno de contrachapado, que esperan tener listo a mediados de septiembre. Les ayudará Ollier, un mecánico comunista enrolado en la escuadrilla España en Albacete[lxiii], que luego quedó por Barcelona y, al saber del rodaje, se ofreció para lo que fuera. Malraux aprecia su colaboración preciosa, en especial por haber trabajado antes de la guerra en la fábrica de aviones Bloch, propiedad de un amigo de André y del ministro del Aire, Pierre Cot, que tanto le ayudaron al montar la escuadrilla.
De camino al hotel, Max le dice a André:
—¿Estás seguro de que Sang de gauche puede ser un buen título? Es fúnebre. No lo veo muy adecuado para el mercado americano –sabe que es el sueño de Malraux, aunque a estas alturas lo considera ya irrealizable.
—Era una idea que ya incorporé a la novela[lxiv]. Me la sugirió Andrée Violis[lxv]. Hasta guardé el recorte de periódico en el que citaba la anécdota. Ya veremos. También me gusta “Sierra de Teruel”, al fin y al cabo, es donde sucede la mayor parte de la trama. Ya veremos, ya veremos.
SABER +: Droguería o cestería.
NOTAS:
[i] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004). Perill de bombardeig -Barcelona sota les bombes (1936-1939). Barcelona, Albertí editor, SL. Página 267.
[ii] https://www.visorhistoria.com/orphea-y-sierra-de-teruel/
[iii] MARION, Denis (1996). Le cinéma selon André Malraux. Paris, Cahiers du cinéma. Página 68
[iv] https://www.visorhistoria.com/la-verdadera-historia/#pel%C3%ADcula.Introducci%C3%B3n
[v] FARRERAS, Elvira y GASPAR, Joan (1997). Memòries. Art i vida a Barcelona (1911-1996). Barcelona, La Campana. Página 38
[vi] Seudónimo de Marcel Defosse, permanecerá en el entorno de la película incluso después de terminar el rodaje. https://www.visorhistoria.com/une-perle-troisieme-copie/
[vii] Ver: https://www.visorhistoria.com/rodando-en-el-aeropuerto/
[viii] La Vanguardia, 380731, página 9.
[ix] Secuencia V, no incorporada a la versión final. La secuencia VI se inicia con Pedro y Barca entrando con un saco donde llevan las armas encontradas en la casa del fascista.
[x] https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-actores-2/
[xi] MARION, Denis (1970). André Malraux. Paris, Seghers, Cinéma d’aujourd’hui. Página 19.
[xii] https://www.youtube.com/watch?v=2YPDKnkVgOU Audio en francés.
4.1.2.
[xiii] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004). Página 280.
[xiv] SANCHEZ OLIVEIRA, Enrique (2003). Aproximación histórica al cineasta Francisco Elías (1890-1977). Sevilla, Universidad de Sevilla. ¡No quiero, no quiero! No se estrenó hasta finalizada la guerra.
[xv] MARION, Denis (1996). Página 49 y siguientes.
[xvi] Película dirigida por Marcel Carné en 1937 y producida por Édouard Corniglion-Molinier, amigo de Malraux y colaborador en la última etapa de Sierra de Teruel. Tendría un papel crucial en el salvamento de una copia de esta.
[xvii] https://www.visorhistoria.com/los-secundarios-imprescindibles-los-guerrilleros/
[xviii] Declaraciones de Manuel BERENGUER en: Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca nº 3 (1989) Valencia, Generalitat Valenciana. Página 282
[xix] Archivos de la Filmoteca nº 3(1989) Página 60.
[xx] Curioso el relato que hace la esposa de Tual, Denise, sobre el paso de película por la frontera cerrada a causa de la No Intervención. Ver: https://www.visorhistoria.com/historia-y-ficcion/
[xxi] ARAÑÓ, Laia y CAPDEVILA, Mireia (2018) Topografia de la destrucció. Els bombardeigs de Barcelona durant la guerra civil (1936-1939). Barcelona, Ajuntament. Página 177, para el bombardeo del 3.8.38.
[xxii] https://www.visorhistoria.com/un-topo-en-el-rodaje/
[xxiii] https://www.visorhistoria.com/rodando-en-el-pueblo-espanol/
[xxiv] Le habrá dicho en una carta: “No hay tabaco… Soñamos con pollo frío y lenguados Mornay. Tráigame (ya sabe que me marché como una loca, las manos vacías) pastillas de jabón Guerlain, un Skin Tonic, jabón de afeitar Listerine, agua dentrífica, etcétera”. CHANTAL Suzanne (1976). Un amor de André Malraux. Josette Clotis. Barcelona, Grijalbo. Página 114
[xxv] CHANTAL (1976): Un amor de André Malraus, Josette Clotis. Barcelona, Grijalbo. Página 114
[xxvi] Después de la guerra se llamó Cine Vergara, en la calle del mismo nombre. La Vanguardia, 2.8.1938. P.7
[xxvii] No sería así. Ver: https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-los-actores-1/
[xxviii] Fallecería al año siguiente. https://dbe.rah.es/biografias/82325/josep-santpere-i-pey
[xxix] No se rodará, quedando la Secuencia I muy distinta de lo previsto. Analizado en: https://www.visorhistoria.com/secuencia-i-3-el-avion-derribado-2/
[xxx] El ejército de la República había cruzado el Ebro el 25 de julio. Después de un avance exitoso, la situación se estaba estancando.
[xxxi] La Vanguardia, 5.8.1938, página 4.
[xxxii] Anécdota contada por su hija Mary, en TV3: Cinema de mitjanit. (11.7.1986)
[xxxiii] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004). Página 281.
[xxxiv] Declaraciones de Elvira Farreras en: Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca nº 3 (1989) Página 289
[xxxv] https://www.visorhistoria.com/las-tribulaciones-laborales/
4.1.4.
[xxxvi] MARION, Denis (1996) : 63. Lepiani acabaría despedido, aunque seguiría recibiendo el sueldo. Lo sustituyó Rigueira, también del sindicato, que trabajo como claqueta.
[xxxvii] Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca I nº 3 (1989) Valencia, Generalitat Valenciana. Página 49.
[xxxviii] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-1-viezzoli/ para la historia real del suceso.
[xxxix] Uno de los títulos que se tomaron en consideración. Ver: https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-1/
[xl] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-hora/
[xli] La Vanguardia, 14.8.1938 P. 5
[xlii] https://www.visorhistoria.com/secuencias-iv-y-vi-la-drogueria/
[xliii] MALRAUX, André (1968). Sierra de Teruel. México, Editorial Era. Página 92 y ss.
[xliv] En octubre de 1936, con la escuadrilla radicada en Albacete, Malraux aprovecho la circunstancia para relevar a los mercenarios que habían cubierto la primera etapa, no sin abundante polémica y disgusto por parte de las autoridades militares republicanas, por voluntarios de diversas nacionalidades. Un análisis detallado en el Anexo 1 de THORNBERRY, Robert S. (1977) André Malraux et l’Espagne. Ginebra, Librería Droz. Página 206 y siguientes.
[xlv] https://www.visorhistoria.com/la-incognita-de-nicolas-rodriguez/
[xlvi] André Malraux-Max Aub. Guion de “Sierra de Teruel”. AMA. Sign: C 32-14. Secuencia XXVI-1: “García va a sentarse encima de una mesa”.
[xlvii] https://www.visorhistoria.com/una-perla-cherchez-la-femme/
[xlviii] https://www.visorhistoria.com/secuencia-ii-viezzoli/
[xlix] https://www.visorhistoria.com/historia-del-potez-n-y-valdelinares/
4.1.6.
[l] La Humanitat, 21.8.1938.
[li] No se conoce el nombre de los actores que los interpretaron. Con este método, se hará más fácil seguir el relato.
[lii] Sin embargo, no aparecerá en los créditos de ninguna de las versiones de la película o el guion. https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-actores-2/
[liii] Miguel del Castillo. https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-actores-2/
[liv] Según MARION (1996): 17, Tuvieron que para el rodaje los días 8,9,10 12 y 20 de agosto, por curtes de corriente eléctrica.
[lv] MALRAUX, André (1968). Sierra de Teruel. México, Editorial Era.
[lvi] Declaraciones de Elvira Farreras. En: Seis meses de rodaje (dir. Felip Solé). TV3. Tarasca. 2004. https://www.visorhistoria.com/anexos/videos/
[lvii] Se trata del palacio que en la actualidad acoge el Museo Picasso, en la calle Montcada, 15.
[lviii] Archivos de la Filmoteca I.3 (1989). Página 291.
[lix] MALRAUX, Clara (1976). La fin et le commencement (Le bruit de nos pas V). Paris, Grasset. / BONA, Dominique (2010). Clara Malraux, biographie. Paris, Grasset.
[lx] THEILLOU, Françoise (2023). Je pense à votre destin -André Malraux et Josette Clotis 1933-1944. Paris, Grasset. Página 67.
[lxi] TODD, Olivier (2001). André Malraux, une vie. París, Gallimard. Página 284.
[lxii] BONA (2010); 321.
[lxiii] NOTHOMB, Paul (2001). Malraux en España. Barcelona, Edhasa. Página 86.
[lxiv] MALRAUX, André (1995) La esperanza. Madrid, Ed. Cátedra. Página 225.
[lxv] Le Petit Parisien. 01.11.1936 P. 1