En una carta a su biógrafo Thornberry, del 17 de julio de 1970, André Malraux decía: “Mis fuentes han sido siempre los camaradas de combate. Los campos de aviación estaban alejados de las ciudades, y recibíamos pocos periódicos”[i] Y ello es absolutamente cierto, salvo que, sin querer desmentir a Malraux (como bien dice Thornberry), no es descabellado pensar que, ya fuera en el momento de suceder, ya fuera después, el autor tuvo conocimiento de los relevantes reportajes que se hacían, en Toledo, Madrid o Barcelona, por ejemplo, por parte de importantes periodistas de diversas nacionalidades, que además, en muchos casos, compartieron vicisitudes y entablaron amistad con él. Hay que tener en cuenta que Malraux era una figura muy conocida, de alta reputación, y no era raro que los periodistas tuvieran reuniones con él, en las que a buen seguro se hablaba de los sucesos del momento e incluso se intercambiaban crónicas, y que de algunas de ellas podamos seguir el rastro en la novela La esperanza.
En algunos casos, la transcripción es directa, y así se cita, como cuando el personaje de García de La esperanza, lee[ii]:
“PARA PARIS-SOIR: Antes de llegar a la Central, acabo de asistir a una escena de una atroz belleza.
Esta noche, cerca de la Puerta del Sol, han encontrado un niño de tres años que lloraba, perdido en las tinieblas. Ahora bien, una de las mujeres refugiadas en los subsuelos de la Gran Vía ignoraba qué había sido de su hijo, un niñito de la misma edad, rubio como el niño encontrado en la Puerta del Sol. Le dan la noticia.
Corre a la casa donde guardan al niño, en la calle Montera. En la semioscuridad de una tienda con las cortinas bajas, el niño chupa un pedazo de chocolate. La madre avanza hacia él, con los brazos abiertos, pero sus ojos se agrandan, adquieren una fijeza terrible, demente.
No es su hijo.
Permanece inmóvil largos minutos. El niño perdido le sonríe. Entonces se precipita sobre él, lo estrecha en sus brazos, se lo lleva pensando en el niño que no han encontrado”.
Y a continuación cita otro comunicado de la agencia Reuter. Es curioso, al menos en la edición de bolsillo citada, que dichas referencias van en redondilla, mientras que otra, a continuación, perteneciente a un documento encontrado en un oficial hecho prisionero, sí va en cursiva[iii].
Sin embargo, la cita tiene su miga. Dicho suceso estaba incluido en el reportaje que Louis Delaprée mandó telefónicamente para que fuera publicado en Paris-Soir[iv] el 20 de noviembre, pero que quizá por demasiado espeluznante, el párrafo correspondiente fue eliminado, apareciendo solo la primera parte del artículo, con algún otro recorte menor. Afortunadamente, se conservó el original, que fue incluido en el libro Mort en Espagne[v] del que se ha publicado una edición reciente, aunque no completa, en España[vi]. Los repetidos recortes por parte de la dirección de este medio, uno de los de mayor tirada de Francia, causaron constantes fricciones con el periodista.
Así pues, es muy curioso que Malraux cite en La esperanza este fragmento de Paris-Soir, a pesar de que nunca apareció en tal medio. Quizá conociera el original, quizá hablara con Delaprée, o quizá lo leyera en una de las apariciones posteriores, ya que el artículo competo sí fue publicado por Marianne el 25 de noviembre, firmado por Delaprée con el pseudónimo de Jean Roget, y que también está incluido en Morir en Madrid.
Veamos una comparativa entre los escritos de Delaprée y su equivalente en La esperanza, en otro artículo que tampoco fue considerado adecuado por la dirección de Paris-Soir[vii].
DELAPRÉE (Morir en Madrid)
(Página 168) Las primeras bombas destrozan el hospital provincial de San Carlos. Los ancianos que aún pueden valerse por sí mismos salen precipitadamente de los dormitorios, se atropellan por las escaleras, se acurrucan en el fondo de los sótanos, se disputan ferozmente “los mejores sitios” con sus deterioradas fuerzas.
Los inválidos, los enfermos, se dejan caer al suelo y se esconden bajo las camas. A la mañana siguiente, el personal encontrará a cinco o seis que han enloquecido y tendrán que arrancarlos a la fuerza de esos refugios irrisorios.
Página (169) Una bomba incendiaria cae en el techo de la embajada de Francia, en la calle Villalar. Llegan a tiempo de apagarla, pero los edificios colindantes arden como antorchas. A las cinco de la madrugada, la calle sigue en llamas.
MALRAUX (La esperanza)
(Página 409) Señor: la fábrica de lámparas eléctricas, hacia la carretera de Alcalá, arde. San Carlos y San Jerónimo, arden… Todas las casas alrededor de la embajada de Francia… Muchas casas alrededor de la plaza de las Cortes, alrededor del Palacio…
Entre sirenas de ambulancias que recorrían la ciudad y el ruido incesante de los camiones, milicianos en servicio de turno trataban de arrastrar por la fuerza a los ancianos, refugiados bajo sus camas contra los bombardeos, medio locos, y que no querían soltarse de las patas de hierro. De pronto, al eco amenazador de las ambulancias, las sirenas de alerta recorrían la ciudad a toda velocidad; abandonando las camas, los ancianos corrían hacia la puerta de la escalera que conducía al sótano, con la manta sobre la espalda, salvo uno que llevaba su cama como un caparazón. […]
Una explosión muy cercana hizo saltar los portaplumas sobre las mesas. Las tejas cayeron sobre tejados lejanos y sobre el revuelo de pasos de un grupo que huía. Hubo un segundo de silencio, después un grito estridente rayó la noche, después el silencio.
—Una bomba incendiaria ha caído sobre la embajada de Francia —dijo Guernico de nuevo en el teléfono—. Las bombas de la no intervención.
Es muy posible que Malraux obtuviera de Delaprée una copia del artículo, aunque según los biógrafos su relación no era muy buena.
Veamos otro ejemplo: un artículo publicado por su amigo Ilya Ehrenbourg, en el semanario Regards, el 1 de octubre de 1936[viii], y un fragmento paralelo de La esperanza, relativo al asedio del Alcázar de Toledo.
EHRENBOURG (Regards)
En la entrada del Alcázar, medio destruido, los enemigos se encontraban; oficailes blancos y milicianos. Un oficial dijo: “sois unos desgraciados”. Los obreros respondieron: “Sois vosotros los cabrones. Nosotros defendemos una idea”.
Los milicianos gritaron: “Somos nosotros los que defendemos ideales. Queremos el bienestar para todo el mundo, mientras que vosotros queréis solo el bienestar para los de vuestra banda”. […]
Fui al estado mayor de los milicianos. El comandante Barceló […] estaba inclinado sobre un mapa. Un periodista extranjero le preguntó:
—Es verdad que la esposa de Moscardó está en libertad?, a lo que Barceló respondió: Sí.
—¿Qué es esto: cortesía?
Barceló miró al periodista con asombro y le dijo:
—No, es generosidad.
MALRAUX (La esperanza)
(Página 263) Separados por diez metros como un espacio sagrado, haciendo ademanes tanto más singulares cuanto que no avanzaban, se lanzaban argumentos con los brazos:
—Porque nosotros, a lo menos, combatimos por un ideal, cornudos de mierda— decían los fascistas en el momento en que él llegaba.
—¿Y nosotros? ¿Es que nosotros combatimos por las cajas de caudales, hijos de puta? ¡Y la prueba de nuestro ideal más grande está en que lo es para todo el mundo! […]
—¿La mujer de Moscardó está en Toledo?, preguntó Pradas asegurándose los quevedos.
—En Madrid, respondió Hernández.
—¿Libre?, preguntó Shade, estupefacto.
Pradas se acercó al capitán y dio algunos pasos a su lado, con la barbilla en la mano.
—¿Qué significa enviar esta carta?, ¿cortesía?
Frunciendo las cejas, con aire más que irónico, perplejo, caminaba al lado del oficial que miraba el suelo donde la sombra de los sombreros mejicanos lanzaba enormes confeti.
—Generosidad, respondió por fin Hernández, volviéndole la espalda.
Artículo de I. Ehrenbourg en Regards, 1-10-1936
Lo dicho hasta ahora no afecta en absoluto la extraordinaria calidad narrativa de La esperanza. En la segunda mitad de 1936, Malraux llevaba una actividad frenética, desde París comprando material y reclutando voluntarios y mercenarios, hasta los aeródromos republicanos donde residía la escuadrilla que organizó. Con Ehrenbourg tenía buena relación y coincidió con él numerosas veces, tanto en Madrid como en Barcelona y posiblemente Valencia. Pero es del todo factible que en algún momento también se encontrara con periodistas o militares los cuáles le contarían anécdotas y hechos, que luego él (habiéndolo anotado o no, consultado un periódico, o no) reflejaría con su estilo propio en la novela.
Este análisis no pretende de ninguna forma ser exhaustivo. Los hechos eran conocidos, y muchos los relataron cada uno a su manera. Sin embargo, sí es curioso ver algunos paralelismos. Quizá el ejemplo más impactante sea la anécdota que genera el nombre de Sang de gauche para el segundo capítulo (Sangre de izquierda), de la segunda parte (El Manzanares) de la novela. Asimismo, fue uno de los títulos iniciales que se barajaron para la película[ix] que finalmente se llamó Sierra de Teruel, y luego, ya en 1945, Espoir.
Veamos la comparación con un artículo de la periodista Andrée Viollís en Le Petit Parisien, del 1 de noviembre de 1936[x].
VIOLLIS ((Le Petit Parisien, 01.11.36 P.3)
Aquí, sobre esta placa minúscula, justo delante del dispensario, resbalo sobre los adoquines teñidos de marrón, con la tierra que habían tirado encima formando grupos negruzcos.
Y el hombre que me sirve de guía, habiendo seguido la dirección de mi mirada, me indica sobriamente:
—Sangre de izquierda.
MALRAUX (La esperanza)
(Página 225) Cuando López salió de la Jefatura, los niños volvían de la escuela, la cartera bajo el brazo. Caminaba, moviendo los brazos como aspas de molino y la mirada abstraída, y estuvo a punto de pisar un charco negro; un anarquista lo apartó, como si López hubiera estado a punto de aplastar a un animal herido:
—Cuidado, hombre —dijo. Y respetuosamente:
—Sangre izquierdista.
LOUIS DELAPRÉE y ANDRÉ MALRAUX.
Louis Delaprée era un periodista conocido, cuya trayectoria está extensamente explicada en la introducción y análisis que hace Martin Minchom en el libro Morir en Madrid[xi]. No era un izquierdista, pero sí un periodista honesto, que se vió acusado de quintacolumnista por algunos medios radicales republicanos y de filocomunista por los rebeldes. Quizá su mejor descripción sea la frase que el periodista dijo a Arturo Barea (a quién conocía al ocuparse este de la censura republicana) acerca de él mismo: “Odio la política, como usted sabe, pero soy un hombre liberal y humanista”.
Al estallar la guerra, su primer desplazamiento como corresponsal de Paris-Soir, uno de los periódicos de mayor tirada en Francia, fue a la zona ocupada por los rebeldes, para pasar posteriormente a la republicana, donde narró, entre otros, el asedio del Alcázar de Toledo y los terribles bombardeos de Madrid, cuya crueldad le causaron un gran impacto. Habiéndolos vivido, en un artículo que fue rechazado y no publicado por el periódico, dijo con gran enfado que el rotativo intentaba rebajar el tremendismo en pos de mayores ventas:
“Cristo dijo: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”. Me parece que, tras la matanza de inocentes en Madrid, habría que decir: “No les perdones, porque sí saben lo que hacen”[xii].
Las trayectorias de Delaprée y Malraux se cruzan en un momento dramático. El periodista regresaba a París el 8 de diciembre de 1936, cuando su avión fue atacado y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Pastrana, cerca de Guadalajara. A Delaprée, herido en una pierna, lo llevaron al hotel Palace de Madrid, convertido en hospital, donde le operó el doctor Henny, enviado de la Cruz Roja, siendo trasladado después al Hospital San Luís de los Franceses, donde falleció el día 11. Sería enterrado en París, en la iglesia de Nôtre Dame des Victoires, después de serle otorgada la Legión de Honor a título póstumo, el 18 de diciembre de 1936.
No entraremos aquí a comentar las razones del ataque aéreo, dado que se hizo mucha propaganda por parte de ambos bandos, y está detallada en el libro citado. Sin embargo, sí es oportuno sacar a relucir los groseros ataques que la extrema derecha, que llegó a atribuir a André Malraux parte de la responsabilidad del hecho. Robert Brassillach, que después de la contienda mundial sería fusilado por colaboracionista, al comentar un mitin en La Mutualité tiempo después, se asombraba en las páginas de Je Suis Partout: “sin duda no me esperaba que Malraux hablara de Louis Delaprée, asesinado por esta aviación roja de la que él es el jefe”[xiii]. Esta campaña enojó sumamente a Malraux, hasta el punto de que durante una entrevista durante su visita a Canadá al año siguiente, al pedirle un periodista que aclarara las circunstancias de la muerte de Delaprée, entró en cólera y respondió agriamente[xiv].
Un último apunte que se relaciona con otras entradas de nuestro VISORHISTORIA: Según la introducción de Delapré[xv], cuando el periodista fue enviado por Paris-Soir a España, la embajada en París remitió una carta de recomendación, el 1 de octubre de 1936, pidiendo que se le facilitara su cometido, dirigida a: ¡MAX AUB! El mundo es un pañuelo.
SABER +:
HISTORIA Y FICCIÓN (o como se narran algunos hechos)
EL BAILE DE LOS CRÉDITOS (sobre el título de la película de Malraux)
—-NOTAS—-
[i] THORNBERRY, Robert S (1977). André Malraux et l’Espagne. Ginebra, Librairie Droz, Página 102.
[ii] MALRAUX, André (1995). La esperanza. Madrid, Ed. Cátedra. Página 430.
[iii] MALRAUX (1995) Página 432. No así la francesa, ambas en cursiva.
[iv] Paris-Soir, 20.11.1936, página 7, y no, como indica erróneamente Thornberry, el 26 de diciembre. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76420010
[v] DELAPRÉE, Louis (1937) Mort en Espagne. Paris, Éditions Pierre Tisné. Páginas 164-166
[vi] DELAPRÉE, Louis (2009). Morir en Madrid. Madrid, Editorial Raíces. Página 165.
[vii] DELAPRÉE (2009). ”Yo acuso -Madrid bajo las bombas” Página 167.
[viii] https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76546988. Publicado en EHRENBURG, Ilya (1998). Corresponsal en España. Madrid, Ed. Prensa Ibérica. Página 28.
[ix] https://www.visorhistoria.com/el-baile-de-los-creditos-1/
[x] https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k6640014
[xi] MINCHOM, Martín. “Delaprée, la voz silenciada de la Guerra Civil”, introducción a DELAPRÉE, Louis (2009). Morir en Madrid. Madrid, Editorial Raíces. Páginas 13-96
[xii] DELAPRÉE (2009). Página 123. El artículo (“Yo acuso. Madrid bajo las bombas”), fue publicado en el semanario Marianne, el 25.11.1936, bajo el pseudónimo de Jean Roget. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7650842b Página 3.
[xiii] Le Devoir, 4.4.1937. Citado en THORNBERRY, op. cit. Pág. 55 (nota 148)
[xiv] TODD, Olivier (2001). André Malraux, una vida. Paris, Gallimard. Pág 269. La respuesta fue: Si yo le acusara de haber matado a su abuela, ¿me respondería?
[xv] DELAPRÉ (2009). Página 47