(1.7.- La verdadera historia del rodaje de Sierra de Teruel )
Domingo, 11 de julio de 1937. Un sol de justicia es inclemente con el grupo de personas, mayoritariamente hombres, que suben fatigosamente las callejuelas que llevan al castillo de Peñíscola.
Han aguantado impertérritos los discursos de bienvenida dados por el gobernador de Castellón y el director de Minas (¿a qué su presencia?), y las respuestas del mexicano José Mancisidor y el cubano Juan Marinello, uno de los más activos participantes en el II Congreso de Escritores para la defensa de la cultura que se ha estado celebrando en Valencia y Madrid y que ahora se dirige a Barcelona de paso para París donde concluirá. Después de visitar el palacio del Papa Luna, descienden aliviados para regresar a sus automóviles. Max Aub y algunos más, que conocen el sitio, se han adelantado y esperan ya tomando una cerveza en el Alberge del Parador de Turismo de Benicarló. Es su pérgola cubierta, a la izquierda de la entrada, con vistas al jardín y la piscina, comentan los avatares del congreso.
—Van a llegar exhaustos —dice Max mirando fijamente el vaso empañado, coronado de espuma.
Su interlocutor, André Chamson, el escritor editor de la prestigioso semanario de izquierdas Vendredi[i], sonríe benévolo. Paladean la paz que reina en el recinto. Nadie diría que se está en guerra, que durante el evento se ha conquistado Brunete y Villanueva de la Cañada, que se está luchando en Albarracín, que de aquella línea azul que tienen enfrente pueden surgir en cualquier momento los Savoia-Marchetti que bombardean casi a diario la zona republicana. Max no puede dejar pasar la ocasión para comentarlo.
—Estamos en guerra, amigo André, estamos en guerra. Casi tengo remordimientos por gozar de este momento de paz.
—La guerra, sí —responde en francés, y con una sonrisa más amplia, añade—, pero las oleadas de discursos no son precisamente un regalo. Qué ganas tengo de estar de nuevo en París. Y aún nos queda Barcelona.
—Sí, con sus interminables sesiones folklóricas y discursos sobre las interminables cualidades de todo lo catalán. Con la recepción de esta noche tendré suficiente. Yo me marcho mañana, he de estar presente en la inauguración del Pabellón de la República en la Exposición Internacional. Posiblemente mi último acto allí.
—¿Cómo? —tercia Denis Marion, el belga amigo de ambos, conferenciante en la sesión del jueves anterior en el Auditórium de la Residencia de Estudiantes.
FRAGMENTO DEL PARLAMENTO DE DENIS MARION (Madrid, 8.7.1937):
La justicia, dijo un pesimista, llega siempre a su hora, es decir, demasiado tarde. Demasiado tarde para sanar las llagas de los heridos, demasiado tarde para dar piernas y brazos a los mutilados, demasiado tarde para abrir los ojos muertos de los muchachos destrozados por las bombas. Pero nunca demasiado tarde para impedir el triunfo de la moral, nunca demasiado tarde para que una nueva generación aprenda que debe su felicidad, que debe incluso la vida, al valor y a la sangre que derramáis por ella.
Deja su vaso sobre la mesa y se sienta. Max sigue:
—Sí, voy a regresar a Barcelona. Machado me ha dicho que cuenta conmigo para el Consejo Nacional del Teatro y, que quieres que te diga, al menos estaré aquí, compartiendo algún riesgo, escribiendo, ayudando en lo que pueda. La diplomacia no es lo mío.
—¿Y Peua, y las niñas? —Marion conoce a la señora Aub.
—Quedarán en París. No quiero arriesgarlas de nuevo.
Un cuarto comensal se une al grupo. con un libro en la mano, magro, circunspecto, tampoco ha sido atrapado en la ratonera hirviente de Peñíscola.
—Hola José. ¿Qué, tampoco te interesan los castillos?
José Bergamín blande el libro como espada y lo deja sobre la mesa: “Retour de l’URSS” d’André Gide. Previendo el discurso, Max, que lo conoce bien desde sus colaboraciones en Cruz y Raya, ke suplica:
—No, por favor. Mira el Mediterráneo. Hasta podrías bañarte en la piscina. No tendrás muchas ocasiones —ironiza. Además, los otros estarán por llegar.
FRAGMENTO DE RETOUR DE L’URSS DE ANDRÉ GIDE[ii]:
Y como siempre acaece que sólo reconocemos el valor de ciertas ventajas después de haberlas perdido, nada mejor que una estancia en la URSS (o en Alemania, huelga decirlo), para ayudarnos a apreciar la inapreciable libertad de pensamiento que gozamos todavía en Francia, de la que a veces abusamos.
Denis Marion también quiere eludir la controversia que ha minado lo que llevan de congreso.
—Parece que lo de Albarracín va en serio. Teruel será nuestro en unos días. Además, Brunete. Franco no podrá acudir a todo.
Se calla que, vencido el puerto de Somiedo, los rebeldes están entrando en Cantabria. Aub recalca:
—Menuda ovación cuando se anunció que entrábamos en Brunete. El Congreso cogió otro aire.
Ya en Valencia, en el acto inicial, se habían oído palabras de entusiasmo, que daban sentido a la misión de tantos intelectuales comprometidos.
PALABRAS DE JULIO ÁLVAREZ DEL VAYO (Comisario general de la Guerra). Valencia, 4.7.1937.
Nosotros estamos seguros de la victoria, porque estamos seguros del porvenir de la Europa democrática frente al fascismo, porque sabemos, como decía nuestro presidente Negrín, cuántos millones están a nuestro lado, cuántos hombres sienten la causa de España como causa propia. Movilizadlos a todos, congresistas de este comicio de defensa de la cultura, es vuestro deber, como lo habéis venido cumpliendo hasta aquí y que ahora cumpliréis con un doble entusiasmo cuando piséis el pueblo de Madrid.
Al día siguiente, llegados por la tarde cerca de Madrid, se habían detenido en Canillejas para un acto de bienvenida:
PALABRAS DE JOSÉ MIAJA (General jefe del Ejército del Centro), leídas por el coronel Redondo). 5.7.1937
No nos engañemos: esta guerra, el mundo está convencido de ello, es del fascismo contra la democracia; se desarrolla en Espala por haber encontrado en ella terreno abonado. El fascismo internacional encontró en nuestro suelo unos elementos que, nacidos en ella, no la amaban ni la sentían, Sólo el odio a la democracia los pudo llevar a esta traición para con su patria.
El martes, día 6, ya en Auditorio de la Residencia de Estudiantes, que tantos intelectuales había generado y albergado, después de escucharse el Himno de Riego, con todos los presentes en pie y el puño en alto, se iniciaron las sesiones congresuales., con Rafael Alberti y José Bergamín entre otros en la mesa de la mañana, presidida por el cubano Juan Marinello, y por el periodista checo Egon Erwin Kirsch durante la tarde. Fue durante este sesión cuando se anunció la toma de Brunete.
PALABRAS DE MIJAIL KOLSOV (corresponsal del periódico ruso Pravda) 6.7.1937.
¿Cómo debe manifestarse el escritor en su contacto con la guerra civil española? Es claro que tienen razón los que argumentan que el escritor debe combatir el fascismo con el arma que maneja mejor: es decir, con la palabra. Ha hecho Byron con su vida más por la liberación de toda la Humanidad que con su muerte por la liberación de una sola Grecia.
Un detalle de cortesía fue ofrecido el día siguiente por el músico y militar Gustavo Durán (en el que se inspirará André Malraux para su personaje Manuel, protagonista de L’espoir), al hablar en francés, en correspondencia por los esfuerzos hechos por los ponentes franceses de hacerlo en español.
Han ido llegando al Albergue Parador de Turismo los congresistas provenientes de la agobiante visita a Peñíscola. Se esparcen por el jardín, a la caza de inexistentes sombras. A la mesa de Aub, al abrigo de la pérgola, se han incorporado otros compañeros, entre ellos Iliá Ehrenburg, corresponsal de Pravda. Sabiendo de su admiración por Malraux, Iliá, en su perfecto francés, señala:
—¡Uf! Ya tenía ganas de llegar. Solo faltaba la guardia presentando armas a lo largo del recorrido. ¿No tienen piedad de los intelectuales? Aunque eso sí, buenas palabras de Malraux el miércoles en el cine Salamanca. Y a ti —dirigiéndose a Bergamín—, un elogio merecido.
PALABRAS DE ANDRÉ MALRAUX. Madrid, 7.7.1937
Bergamín, en un discurso admirable, decía hace dos días: España está sola. Es muy cierto: el gobierno de España, con respecto a los restantes gobiernos y especialmente en relación con aquellos que pocos meses antes de la rebelión de Franco hablaban aquí de no comprar armas más que en Francia, para negarlas cuando los perros tomaron las suyas, vive hoy una trágica soledad.
—Sí, y contó la anécdota del obrero canadiense, mil veces oída —apunta el español, que no sigue al ver una mueca de disgusto en Denis Marion.
—Lo que quizá no sepáis es que por un pelo no lo cuenta —apunta el ruso, después de sorber su cerveza, con algo de espuma en las comisuras de los labios.
Y, con detalles quizá hiperbólicos, relata cómo casi se matan al estar a punto de chocar con un camión de munición, en su camino entre Valencia y Madrid.
—En Madrid André estuvo bien. Lástima que Gustavo Durán tuviera que traducir su rico francés, lo que ralentizaba el ritmo. Pocas mujeres, pero de gran nivel. Presidió Teresa, pero también hablaron algunas. Recuerdo a Anna Louise Strong, la americana, cuando se preguntaba lo que ha sido el leif motiv del congreso: ¿qué podemos hacer los escritores por la causa de España?
Llega el aludido, sudando, agitado. Acaba de oír las últimas palabras de Max:
—Si os sirve, yo por mi parte estoy en plena creación de una novela. La llamaré La esperanza. Saliendo de aquí voy a la paz de Vernet. ¡Qué ganas tengo de llegar
—En Ce soir publicaremos fragmentos significativos —tercia Louis Aragon, que no se separa de él—. El libro, para Gallimard.
El eco de unos aplausos que llega del comedor anuncia que la mesa está servida. Un par de asistentes van a buscar a los esparcidos por el jardín y la playa del Morrongo.
Levantándose, Max aprovecha la ocasión para decirle a André:
—No podré estar en algunos actos de Barcelona. Tengo un avión para París al mediodía. La Expo. Nos veremos en la clausura.
—Ah, sí, la Exposición. Vaya retraso, ¿no?
Sin esperar respuesta, el francés, con Marion y Ehrenburg, se fueron hacia el comedor. Aub, rezagado, solo pudo oír:
—Lo hable en Hollywood. Qué necesario es que los pueblos conozcan lo que aquí está pasando.
A lo que Marion, fundiéndose en el barullo hambriento, añadió:
—Experiencias no te faltarán. Algunas me han contado Nothomb…
De los últimos en sentarse a la mesa, Max tuvo de contertulios a dos chilenos, Huidobro y Romero, un costarricense, Vicente Sáez y al sindicalista ferroviario español, Ángel Gallegos. Poco interés por lo que él pueda explicarles de París y sus cuitas por internacionalizar la causa republicana, en especial el pabellón que se inaugurará mañana. Les hablará de teatro, su pasión.
La Exposición internacional de las artes y de las técnicas aplicadas a la vida moderna, se había inaugurado en París el 25 de mayo, casi dos meses antes. En ella habían acudido 44 países de la más diversa posición política, como podía apreciarse en los pabellones de Rusia y Alemania, uno frente al otro flanqueando el Sena, a la sombra del nuevo palacio de Chaillot, que había sustituido al derruido del Trocadero. Significaría para la II República el mayor esfuerzo económico, en su nueva etapa de divulgación internacional de la injusta situación de bloqueo que sufría. Max Aub ha participado muy activamente, destacando su negociación con Picasso para el pago del Guernica, pero su aportación ha ido mucho más allá.
Por suerte, Vicente Huidobro se ha sentado a su izquierda tratando de alejarse de la ubicación de otro chileno, Pablo Neruda, con el que mantiene un rifirrafe constante desde hace años. Él, comunista a machamartillo, ha criticado siempre el posicionamiento más abierto del otro poeta, once años más joven, tachándolo de “antifascismo de salón”. Ni la iniciativa de apaciguamiento de Tristan Tzara dos meses antes, con una carta idéntica para ambos firmada por varios de hoy asistentes al congreso ha conseguido un acercamiento. Huidobro está cansado de sermones, intenta relajarse y escucha empáticamente a Max Aub.
—Han sido unos meses de locura[iii]. Araquistaín nos ha apoyado en todo, pero ha habido demasiados intervinientes, recelos, desidias más o menos intencionadas. Total, que vamos a inaugurar con dos meses de retraso. Y con nuevo embajador, que está poniendo todo patas arriba o, mejor dicho, de su lado.
—Pero es un hito importante. Miles de visitantes lo verán.
—Sí, y también las mentiras franquistas en el pabellón del Vaticano, que ellos llaman “Pavillon Catholique Pontifical[iv]”.
—Ni punto de comparación. El arte está con la República.
—Puede, pero tienen un altar regalado por Franco frente a un enorme mural del catalán José María Sert. ¡Imagínate! Aludiendo a la intervención de Santa Teresa en la sublevación.
—¿Santa Teresa fusilando en las cunetas?
Los dos ríen sin ganas. Aub, encarando su plato de apetitosa paella, dice a media voz:
—El cambio de embajador, justo antes de la inauguración. Tantos cambios, tantos… El que no sabe dónde va, llega a otra parte.
Con el sólido arroz aún a medio digerir, llegarán a Barcelona. Sin tiempo de respirar un poco en el hotel Majestic, en el propio vestíbulo, ya tendrán un acto de bienvenida a cargo de la Alianza de Intelectuales por la defensa de la cultura. Una breve cena será el puente a otro acto en el Palacio de la Música, lo que los llevará a la cama pasada medianoche.
Al día siguiente, somnoliento, Max Aub repasará el discurso que debe dar la tarde de aquel lunes 12 de julio en la inauguración del Pabellón de la República Española en la Feria Internacional de París[v].
“Parece imposible, en la lucha que mantenemos, que la España republicana haya podido construir este edificio. Hay en ello, como en todo lo nuestro, algo de milagro. No hablo de la construcción en sí, resultado del trabajo de nuestros arquitectos Lacasa y Sert, y del vuestro. El hombre inventó el trabajo y éste a su vez nos ha moldeado. Lo demás es parálisis, podredumbre y muerte…”
No será así. La tarde del lunes, hablarán solo el comisario general de la Exposición internacional, Mr Edmond Labbé, y el recientemente nombrado embajador de España, Àngel Ossorio y Gallardo.
FINAL DEL DISCURSO DE OSSORIO Y GALLARDO DURANTE LA INAUGURACIÓN DEL PABELLÓN[vi].
Un designio histórico liga hoy el destino de los pueblos y se necesitaría ser ciego para no advertir este vaticinio tan claro: España aplastada, Francia cercada. Estamos corriendo un mismo peligro y nos salvaremos los dos pueblos o pereceremos los dos.
¡Rechacemos esta última hipótesis amarga! Todos los amenazados y perseguidos de hoy salvaremos unidos el tesoro que la historia nos confió. Y en un mañana alegre y pacífico disfrutaremos el orgullo de haber comprendido que el mundo no se mueve por la fuerza sino por el espíritu.
Max Aub podrá, eso sí, leer su al día siguiente, martes y trece, en la recepción dada en la Embajada para celebrar la inauguración del pabellón, a las 21:30[vii]. Termina así:
¡Ojalá que, al cerrar, en su día, sus puertas, destruyamos este edificio con la alegría que nos proporcione una victoria decisiva sobre el fascismo!
Gran escritor, Aub no era, como queda patente, un profeta. El edificio sí se destruyó, aunque años después fue reconstruido en Barcelona[viii], en 1992, con motivo de los Juegos Olímpicos celebrados en la ciudad. Hoy en día alberga una interesantísima biblioteca dedicada a la República, la Guerra de España y el exilio.
SABER +: UNA PAUSA EN BENICARLÓ, 1937.
——–NOTAS———————
[i] https://books.openedition.org/pur/38404?lang=es
[ii] AZNAR SOLER, ED. (2018). Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Valencia, Institució Alfons el Magnànim. Página154.
[iii] https://www.visorhistoria.com/lio-en-la-embajada-paris-1936/
[iv] https://revistas.udc.es/index.php/aarc/article/view/aarc.2013.3.0.5100
[v] “PALABRAS DICHAS (EN FRANCÉS) EN LA INAUGURACIÓN DEL PABELLON ESPAÑOL DE LA EXPOSICIÓN DE PARÍS, EN LA PRIMAVERA DE 1937 En: AUB, Max (2002). Hablo como hombre. Segorbe, Fund. Max Aub. Pàg.: 41. Error al indicar primavera, a no ser que se hubiera pronunciado en la fecha de la inauguración inicial de la propia Exposición, en mayo de 1937.
[vi] http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/12751827
[vii] Ce Soir, 13.07.1937, página 5.
[viii] En la calle Jorge Manrique, 9.