Muchos años después de haber escrito La esperanza, Malraux negaba que algunos de los pasajes de su novela estuvieran extraídos de la prensa. En una carta a su biógrafo Thornberry, del 17 de julio de 1970, decía: “No, mis fuentes han sido siempre los camaradas de combate. Los campos de aviación estaban alejados de las ciudades, y recibíamos pocos periódicos”[i] Sin embargo, y sin querer desmentir a Malraux (como bien dice Thornberry), no es descabellado pensar que, ya fuera en el momento de suceder, ya fuera después, el autor tuvo conocimiento de los relevantes reportajes que se hacían, en Toledo, Madrid o Barcelona, por ejemplo, por parte de importantes periodistas de diversas nacionalidades.
En algunos casos, la transcripción es directa, como cuando el personaje de García lee:
“PARA PARIS-SOIR: Antes de llegar a la Central, acabo de asistir a una escena de una atroz belleza.
Esta noche, cerca de la Puerta del Sol, han encontrado un niño de tres años que lloraba, perdido en las tinieblas. Ahora bien, una de las mujeres refugiadas en los subsuelos de la Gran Vía ignoraba qué había sido de su hijo, un niñito de la misma edad, rubio como el niño encontrado en la Puerta del Sol. Le dan la noticia.
Corre a la casa donde guardan al niño, en la calle Montera. En la semioscuridad de una tienda con las cortinas bajas, el niño chupa un pedazo de chocolate. La madre avanza hacia él, con los brazos abiertos, pero sus ojos se agrandan, adquieren una fijeza terrible, demente.
No es su hijo.
Permanece inmóvil largos minutos. El niño perdido le sonríe. Entonces se precipita sobre él, lo estrecha en sus brazos, lo lleva pensando en el niño que no han encontrado”[ii].
Y a continuación cita otro comunicado de la agencia Reuter. Es curioso, al menos en la edición de bolsillo citada, que dichas referencias van en redondilla, mientras que otra, a continuación, perteneciente a un documento encontrado en un oficial hecho prisionero, sí va en cursiva[iii].
Sin embargo, la cita tiene su miga. Dicho suceso estaba incluido en el reportaje que Louis Delaprée mandó telefónicamente para que fuera publicado en Paris-Soir[iv] el 20 de noviembre, pero que quizá por demasiado espeluznante, el párrafo correspondiente fue eliminado, apareciendo solo la primera parte del artículo, con algún otro recorte menor. Afortunadamente, se conservó el original, que fue incluido en el libro Mort en Espagne[v] del que se ha publicado una edición reciente, aunque no completa, en España[vi]. Los repetidos recortes por parte de la dirección de este medio, uno de los de mayor tirada de Francia, causaron constantes fricciones con el periodista.
Así pues, es muy curioso que Malraux cite en La esperanza este fragmento de Paris-Soir, a pesar de que nunca apareció en tal medio. Quizá conociera el original, quizá hablara con Delapré, o quizá lo leyera en una de las apariciones posteriores, ya que el artículo competo sí fue publicado por Marianne el 25 de noviembre, firmado por Delaprée con el pseudónimo de Jean Roget, y que también está incluido en Morir en Madrid.
Veamos una comparativa entre los escritos de Delaprée y su equivalente en La esperanza, en otro artículo que tampoco fue considerado adecuado por la dirección de Paris-Soir[vii].
Es muy posible que Delaprée y Malraux se hablaran, aunque según los biógrafos su relación no era muy buena. El autor de L’espoir era un conocido intelectual, al que muchos corresponsales y gente de letras buscaban encontrar. Y en dichas reuniones, a buen seguro que uno de los principales temas eran los sucesos bélicos o que reflejaban el sufrimiento de la población civil. Veamos, por ejemplo, lo publicado por su amigo Ilya Ehrenbourg, en el semanario Regards, el 1 de octubre de 1936[viii], y un fragmento paralelo de La esperanza, relativo al asedio del Alcázar de Toledo.
Lo dicho hasta ahora no afecta en absoluto la extraordinaria calidad narrativa de La esperanza. En la segunda mitad de 1936, Malraux lleva una actividad frenética, desde París comprando material y reclutando voluntarios y mercenarios a los aeródromos republicanos donde residía la escuadrilla que organizó. Pero es del todo factible que en algún momento también se encontrara con periodistas o militares los cuáles le contarían anécdotas y hechos, que luego él (habiéndolo anotado o no, consultado un periódico, o no) reflejaría con su estilo propio en la novela.
Este análisis no pretende de ninguna forma ser exhaustivo. Los hechos eran conocidos, y muchos los relataron cada uno a su manera. Sin embargo, sí es curioso ver algunos paralelismos. Quizá el ejemplo más impactante sea la anécdota que genera el nombre de Sang de gauche, dado al segundo capítulo (Sangre de izquierda), de la segunda parte (El Manzanares) de la novela. Asimismo, fue uno de los títulos que se barajaron para la película que finalmente se llamó Sierra de Teruel, y luego, ya en 1945, Espoir.
Veamos la comparación con un artículo de la periodista Andrée Violís en Le Petit Parisien, del 1 de noviembre de 1936[ix].
LOUIS DELAPRÉE y ANDRÉ MALRAUX.
Louis Delaprée era un periodista conocido, cuya trayectoria está extensamente explicada en la introducción y análisis que hace Martin Minchom en el libro Morir en Madrid[x]. No era un izquierdista, pero sí un periodista honesto, que viose acusado de quintacolumnista por algunos medios radicales republicanos y de filocomunista por los rebeldes. Quizá su mejor descripción sea la frase que el periodista dijo a Arturo Barea (a quién conocía al ocuparse este de la censura republicana) acerca de él mismo: “Odio la política, como usted sabe, pero soy un hombre liberal y humanista”.
Al estallar la guerra, su primer desplazamiento como corresponsal de Paris-Soir, uno de los periódicos de mayor tirada en Francia, se dirigió a la zona ocupada por los rebeldes, para pasar posteriormente a la republicana, donde narró, entre otros, el asedio del Alcázar de Toledo y los terribles bombardeos de Madrid, cuya crueldad le causaron un gran impacto. Habiéndolos vivido, dijo en un artículo que fue rechazado y no publicado por el periódico, que intentaba rebajar el tremendismo en pos de mayores ventas:
“Cristo dijo: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”. Me parece que, tras la matanza de inocentes en Madrid, habría que decir: “No le perdones, porque sí saben lo que hacen”[xi].
Las trayectorias de Delaprée y Malraux se cruzan en un momento dramático. El periodista regresaba a París el 8 de diciembre de 1936, cuando su avión fue atacado teniendo que hacer un aterrizaje de emergencia en Pastrana, cerca de Guadalajara. A Delaprée, herido en una pierna, lo llevaron al hotel Palace de Madrid, convertido en hospital, donde le operó el doctor Henny, enviado de la Cruz Roja, siendo trasladado después al Hospital San Luís de los Franceses, donde falleció el día 11. Sería enterrado en París, en la iglesia de Nôtre Dame des Victoires, después de serle otorgada la Legión de Honor a título póstumo, el 18 de diciembre de 1936.
No entraremos aquí a comentar las razones del ataque aéreo, dado que se hizo mucha propaganda por parte de ambos bandos, y está detallada en el libro citado. Sin embargo, sí es oportuno sacar a relucir los groseros ataques que la extrema derecha, que llegó a atribuir a André Malraux parte de la responsabilidad del hecho. Robert Brassillach, que después de la contienda mundial sería fusilado por colaboracionista, al comentar un mitin en La Mutualité tiempo después, se asombraba en las páginas de Je Suis Partout: “sin duda no me esperaba que Malraux hablara de Louis Delaprée, asesinado por esta aviación roja de la que él es el jefe”[xii]. Esta campaña enojó sumamente a Malraux, hasta el punto de que durante una entrevista durante su visita a Canadá al año siguiente, al pedirle un periodista que aclarara las circunstancias de la muerte de Delaprée, entró en cólera y se negó a responder[xiii].
Un último apunte: Según la introducción de DELAPRÉE (2009:47), Cuando el periodista fue enviado por Paris-Soir a España, la embajada en París, remitió una carta de recomendación, el 1 de octubre de 1936, pidiendo que se le facilitara su comentido, dirigida a: ¡MAX AUB! El mundo es un pañuelo.
[i] THORNBERRY, Robert S (1977). André Malraux et l’Espagne. Ginebra, Librairie Droz, Página 102.
[ii] MALRAUX, André (1995). La esperanza. Madrid, Ed. Cátedra. Página 430.
[iii] MALRAUX, op.cit. Página 432.
[iv] Paris-Soir, 20.11.1936, página 7, y no, como indica erróneamente Thornberry, el 26 de diciembre. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76420010
[v] DELAPRÉE, Louis (1937) Mort en Espagne. Paris, Éditions Pierre Tisné. Páginas 164-166
[vi] DELAPRÉE, Louis (2009). Morir en Madrid. Madrid, Editorial Raíces. Página 165.
[vii] DELAPRÉE, Louis (2009). « Yo acuso -Madrid bajo las bombas » Página 168.
[viii] https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76546988. Publicado en EHRENBURG, Ilya (1998). Corresponsal en España. Madrid, Ed. Prensa Ibérica. Página 28.
[ix] https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k6640014
[x] MINCHOM, Martín. “Delaprée, la voz silenciada de la Guerra Civil”, introducción a DELAPRÉE, Louis (2009). Morir en Madrid. Madrid, Editorial Raíces. Páginas 13-96
[xi] DELAPRÉE, Luis (2009). Morir en Madrid. Madrid, Editorial Raíces. Página 123. El artículo (“Yo acuso. Madrid bajo las bombas”), fue publicado en el semanario Marianne, el 25.11.1936, bajo el pseudónimo de Jean Roget. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7650842b Página 3.
[xii] TODD, Olivier (2001). André Malraux, une vie. Paris, Gallimard. Pág 254.
[xiii] Le Devoir, 4.4.1937. Citado en THORNBERRY, op. cit. Pág. 55)